Los platillos repiqueteando para dar entrada a la guitarra distorsionada y los teclados. Luego el bajeo que juega entre las primeras tres cuerdas. Pero no es Deep Purple, ni es “Hush”. Es The Charlatans y la voz de Tim Burgess anuncia que la canción que retumba en El Plaza Condesa es “The Only One I Know”.

Casi 30 años han pasado desde que The Charlatans dio a conocer su primer disco y, por lo que se vio ayer, han perdido muy poco de lo que los hizo explotar en Manchester a inicios de los 90 y que ahora los hace ser considerados de culto en Reino Unido. Algo de eso hay también en nuestro país, ya que a diferencia de otras ocasiones en las que se presentan bandas “viejitas”, en esta ocasión El Plaza Condesa no lucía un lamentable vacío. Por el contrario, a minutos de comenzar el show, el lugar estaba honrosamente ocupado.

Foto: Óscar Villanueva Dorantes (OVD) / Cortesía

A las nueve en punto salió la banda a escena. Tim Burgess, vocalista de The Charlatans, luce como si por él no pasaran los años. Tiene esa genética de músicos como Thurston Moore (de hecho, le da un aire) que, pese a rebasar los 50 años, tienen la facha de eternos jóvenes. “Hola”, saludó al público con su acento de británico ñero, para después tomar con su celular la primera de muchas fotografías de la noche. Algo raro ver que un frontman ocupe el espacio entre canción y canción o, incluso, los momentos de solos de guitarra para ocuparse de su teléfono… pero bueno, para que el público vea lo que se siente ser ignorado cuando se supone que debería de haber atención.

Foto: Óscar Villanueva Dorantes (OVD) / Cortesía

“Totally Eclipsing” y “Emilie” fueron las primeras de la noche. Quizás por ser de trabajos recientes (la primera del EP homónimo de este año, la otra del Modern Nature del 2015), no acabaron de prender entre el público. La cosa cambió cuando en el aire comenzó a revolotear el sonido del teclado y guitarras con las que inicia “One to Another”. Puro sonido Madchester cuando retumbó el bajeo de Martin Blunt, mientras Burgess con sus ridículos, pero pegajosos pasos, sacó los primeros alaridos y contoneos de los hasta entonces tiesos espectadores.

Foto: Óscar Villanueva Dorantes (OVD) / Cortesía

Así como a sus compadres The Stone Roses, a The Charlatans (al menos a Burgess) se notó que les encanta ser adorados. Cada canción, cada instante que las melodías subían, bajaban, cambiaban de rumbo, era oportunidad para alzar las manos y solicitar al público más ovaciones. Parecía que quería que todo mundo se la pasara igual de bien que él en el escenario y más o menos lo consiguió cuando se soltaron con la trilogía “Different Days – Present Tense – The Plastic Machinery”, ejemplo de lo que últimamente ha ocupado a estos muchachos. “If I stay here, I’m safe – safe from The Machinery But then if I stay here, I’ll never find her again And without her, I may as well not exist”. “Tsss, qué denso”, dijo alguién por ahí, luego de escuchar a grabación del escritor Ian Rankin…

Foto: Óscar Villanueva Dorantes (OVD) / Cortesía

Pero lo bueno llegó cuando, después de un inusual y rápido silencio, los platillos comenzaron repiquetear para dar entrada a la guitarra distorsionada y los teclados. Luego el bajeo que juega entre las primeras tres cuerdas. No era Deep Purple, aunque el ritmo remitía inmediatamente a “Hush”. Eran The Charlatans y la voz de Tim Burgess hizo tronar el lugar al soltar los primeros versos de “The Only One I Know”.

Foto: Óscar Villanueva Dorantes (OVD) / Cortesía

Casi treinta años después, la canción suena tan fresca como la primera vez que se escucha. Es todo y nada: soul, reggae, garaje, R&B, psicodelia… todo en poco más de cuatro minutos que dura la canción. Después algo de las baladas britpoperas que han hecho en los últimos años (no, no tocaron “A Man Needs To Be Told”) y una que otra falsa complacencia (a ese Burgess le encanta jugar con la gente, que bien que se creyó que tocó “Tellin’ Stories” porque lo pidieron), el concierto cerró con la verdosa “Sproonsten Green”. Puro atancón ruidoso y psicodélico para cerrar una noche en la muchos se dieron una idea de cómo eran esas locochonas noches en Mánchester de los noventas.

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