“Let the flag freak fly” apareció en las pantallas en una fregona secuencias de imágenes que sirvieron para, además de enchinar la piel al respetable, abrir el telón para la aparición de Cindy Wilson, Kate Pierson y Fred Schneider III: The B-52, una banda que, a pesar de haber aparecido hace casi 40 años, sigue pareciendo adelantada a su y nuestra época época. En buena parte, por lo extravagante de sus integrantes… Unos completos freaks de la música, pero sobre todo del baile.
¿O cómo definir a los tres personajes que subieron al escenario? Si en sus buenas épocas los de Georgia eran un combo fuera de lo común, ahora que todos rozan (o pasan) los 70 años, despiertan aún más comentarios y sonrisas de incredulidad. Al menos así fue en buena parte del público, el cual bailó y saltó al ritmo de un estrafalaria presentación que sometió a una gran audiencia que sabía, no con exactitud, que estaba frente a una banda que podría no volver.
Pierson y Wilson de chicas a-gogo futuristas y Schneider con un saco azul luminoso, The B-52 apareció con unas cuantas décadas de atraso a nuestro país para hacer lo que se espera de una banda de su calibre: tragarse el escenario. Aunque con algunos problemas de audio, el inicio de su presentación fue apantallante. Nada menos que con el trancazo que es “Private Idaho”, luego “Mesopotamia”, seguida de “Give me back my man”… ¿Punk?, ¿surf?, ¿new wave? Mejor una mezcla de todo: un Stereolab en ácido que bastó para que el público que se amontó alrededor del escenario Corona (mucho de él para alcanzar buen lugar para lo que seguía: Franz Ferdinand y The Strokes) bailara frenéticamente.
Cincuenta minutos es poco, así que la banda echó hit tras hit, sólo deteniéndose brevemente para saludar a la gente con un tropezado español. Quizás uno de los mejores momentos del show fue cuando Fred Shneider abandonó momentáneamente el escenario, para dejar que Pierson y Wilson se lucieran interpretando “Roam”, una de sus canciones más pop, salida de probablemente su mejor disco, el Cosmic Thing, del que también tocaron “Love Shack”, en medio de una lluvia de corazones dorados que saturaron las pantallas.
Con sonidos tan fuera de este mundo, resultó lógico que al ejecutar “Planet Claire” se viera de fondo imágenes de Mars Attack. Mucha de la gente realmente se emocionó con ésta, pensando erróneamente que se trataba de “Peter Gunn”, de Henry Mancini… muy parecida, pero más delirante la de B-52.
Y bueno, como era de esperarse, el gran final llegó al ritmo de la muy conocida “Rock Lobster”. Y ahí sí, todo mundo se animó a retorcerse y brincar, tal como los freaks que estaban en el escenario lo hacían mientras cantaban, como si fueran seres acuáticos en plena pachanga. Pues qué diablos… son The B-52 y pueden hacer lo que quieran.
Señoras y señores… quítense el sombrero para recibir a ¡¡The B-52s y su “Rock Lobster”!! Rifadísimos en el #CoronaCapital19 pic.twitter.com/VfNbdAQUrO
— SopitasFM (@sopitasfm) November 17, 2019
Estas fueron algunas rolas que The B-52 en su setlist:
Idaho Private
Mesopotamia
Give Me Back My Name
52 Girls
Roam
Party Out of Bounds
Love Shack
Planet Claire
Rock Lobster