Cuando nos dicen que la música une, no somos capaces de comprenderlo hasta que lo vemos: gente sudando, alzando las manos y gozando sin importar raza, color, religión o lo que sea… Ese es el efecto de la cumbia.
El concierto de la original Sonora Dinamita se convirtió en el pretexto perfecto para transformar la plancha del escenario Telcel en un mega salón de baile. Lo que minutos antes lucía como una masa de cuerpos sin recovecos para siquiera respirar, pronto se transformó en un lugar de convivencia para que todos tuvieran espacio de exponer sus mejores pasos de baile.
Canciones como “Capullo y Sorullo”, “La Cadenita” y “Que nadie sepa mi sufrir” hoy son clásicos dentro de la cultura popular mexicana, por ello, cuando apenas los primeros acordes sonaron sobre la tarima, los mexicanos inmediatamente abrieron paso al baile y entre miles de círculos amistosos los asistentes tomaron a sus respectivas parejas para demostrar lo que podían hacer sus pies al son del sabor latino.
Incluso aquellos que se encontraban disfrutando de la comodidad del hospitality de Telcel, se levantaron de sus asientos y se unieron al masivo meneo de cadera y pies.
Gozando como solo nosotros sabemos e inmersos en la buena vibra que nos provoca el baile, un sinnúmero de parejas se formaron, hombre y mujer, mujer y mujer, hombre y hombre o todos al mismo tiempo; mientras que otros más aprovecharon para hacer la típica “viborita”, con la cual recorrieron desde lo más remoto de las filas hasta el frente del escenario, demostrando así que no importa raza, género o cualquier pretexto que le ponga barreras a una fiesta.
El concierto de la Sonora Dinamita en el escenario Telcel fue como un repaso por la historia sin saberlo, pues fue justo Monterrey, la tierra querida, la que también fungió como puerta de la cumbia a nuestra casa y la que permitió que en esta edición de Pa’l Norte, la agrupación con más de siete décadas de existencia fuera quien tuviera el honor de cerrar la que será una de las ediciones más importantes del festival.
