Cuatro años han transcurrido desde que Rosalía presentó al mundo su segundo disco de estudio, titulado El Mal Querer, con el que globalizó su versión de flamenco electrónico, elegante y a la vez pegajoso. Con este álbum, la catalana recorrió todo el mundo y acaparó la atención por su energía sobre el escenario, dejando pendiente a su audiencia de su siguiente lanzamiento: ‘Motomami’.
Las mariposas que sirven de logo para Motomami, como los escenarios, le dan miedo, la cautivan y la atraen, como el cambio y la transformación, temas presentes en el trabajo de Rosalía.
Durante cuatro años, Rosalía ha colaborado con J Balvin, James Blake y Travis Scott, entre otros, por lo que no la hemos dejado de escuchar entre los lanzamientos de sus LPs. Hoy, con Motomami, Rosalía lanza un disco que gira alrededor de una energía y con el que una vez más, pretende desafiar lo que se espera de ella a través de géneros y colaboraciones.
Para esta entrega, al frente de la producción está Michael Uzowuru (Frank Ocean, Beyoncé), con algunos productores invitados, dependiendo del género en el que se ubique la canción.
Su mezcla no tiene fronteras
Con la intención de atrapar nuestros oídos, Rosalía toma decenas de elementos de distintos géneros, sampleos, instrumentos que rara vez conviven con el reggaetón y los presenta en dieciséis nuevas canciones.
Durante casi 45 minutos, escuchamos guiños al jazz, reggaetón, bachata, y de forma permanente, ya sea con presencia ligera o fuerte, el flamenco en los instrumentos o en las melodías de su voz, que es aún más versátil: rapea violenta y velozmente (“BIZCOCHITO”, “CUUUUuuuuute”) o logra un canto bellísimo y lento (“HENTAI”, “DELIRIO DE GRANDEZA”).
Esta combinación única vuelve el rango de sonidos de Rosalía indefinible y hace de Motomami un disco divertidísimo para escuchar, porque te mantiene atento a través de las 16 canciones, esperando el siguiente compás, que sorprende en incontables ocasiones al escucha, con cambios sin anuncio alguno, del reggaetón intenso a baladas con órgano que transportan a un coro de iglesia:
En “G3 N15”, Rosalía le canta a su sobrino Genís, y finaliza con un mensaje muy tierno de la abuela de Rosalía.
La presencia de dualidades en todo el disco.
Desde El Mal Querer, Rosalía expuso la tensión entre luz y oscuridad, en diversas especies: felicidad y tristeza, amor y desamor, esperanza y desesperanza. Esto se mantiene en Motomami, donde entrega baladas románticas y esperanzadoras (“CANDY”, “COMO UN G”), pero también lanza letras de rompimiento y desafío (“DIABLO”, “LA FAMA”).
Parte de la gran dinámica del disco depende de los momentos acelerados que transcurren a canciones lentas y con silencios, y del cambio del rapeo intenso al canto clásico. Lo sorprendente es que las dualidades funcionen, por la versatilidad de Rosalía, en un disco que reconcilia ambos lados de la artista española. Motomami es la muestra de la convivencia de dualidades, y seguramente será igual de efectivo en el show en vivo.
Un disco que busca llegar a aún más audiencias
Cosechando cuatro años de experiencia, Rosalía lanza un disco que puede atrapar a diversas audiencias, y lo notamos desde las colaboraciones: The Weeknd en “LA FAMA”, James Blake en “DIABLO” y Tokischa en “LA COMBI VERSACE”.
La multiplicidad de elementos también juega a su favor, ya que diversos géneros pueden atraer a diversos públicos: desde la zarzuela de “DELIRIO DE GRANDEZA” hasta el flamenco puro de “BULERÍAS”, pasando por reggaetón experimental en “SAOKO”, y claro que reggaetón puro y duro como en “BIZCOCHITO” y “CHICKEN TERIYAKI”.
Aún con la conquista de nuevas audiencias, Rosalía mantiene su música para ella, y hay momentos como “Abcdefg” y “MOTOMAMI”, que sirven como interludios sobre su personalidad, que es lo que engloba y matiza todo el álbum.
Rosalía cumple con su propio desafío
Motomami es uno de los discos más ambiciosos (y alcanza lo que se propone) de lo que va del año. La producción es impecable y también lo es el talento de Rosalía, la versatilidad y las ideas que logra plasmar en sus letras.
Como excepciones del disco encontramos “CHICKEN TERIYAKI” y “LA FAMA”, pero estos momentos no demeritan el resto del tercer LP de Rosalía, que se presenta tal y como es, en un disco que rompe con las convenciones de géneros y temas en una asombrosa forma.