Por las diferencias que ha tenido con sus ex compañeros de Pink Floyd, por crear toda una maquinaria musical que se ofrece alrededor del mundo en forma de costoso espectáculo y, últimamente, por amenazar con presentarse en el Zócalo de la Ciudad de México, no son pocas las voces que llaman a Roger Waters “vendido”.
Pues sí… para qué negarlo. Como tampoco se puede negar que, como ayer, miles de personas pagan por disfrutar de la música que ese “vendido” creó y que ahora, acompañado por excelentes músicos, interpreta de forma estremecedora, contundente y, por veces, psicodélicamente escalofriante.
Quienes ayer acudieron al primero de los tres conciertos que Waters dará en nuestro país (dos en el Foro Sol y uno más en la Plaza de la Constitución) no tendrán argumentos para solicitar una devolución: como lo prometió, el bajista ofreció un setlist formado por temas incluidos en la discografía fundamental de Pink Floyd: escogiendo canciones de The Dark Side of the Moon, Wish You Were Here, Animals, The Wall (por ahí se coló una del A Saucerful of Secrets), ¿creen que da para armar un buen concierto?
Iniciando con la ejecución integra del Dark Side of the Moon (bueno, sólo hasta “Us & Them” e interrumpida por dos temas), Waters llevó a su público por un breve recuento de ese trepidante viaje llamado Pink Floyd: todo fluyendo sucesivamente. Una tras otra sonaron piezas que, a pesar de pertenecer a álbumes diferentes, ofrecen la sensación de una obra concreta, totalmente planeada, complementada por los visuales y toda la parafernalia que sólo músicos como Roger Waters tienen la po$$$ibilidad de ofrecer.
Hay que decir que al comienzo parecía que los músicos no estaban completamente en sintonía: “algo apagadas las guitarras en ‘Time’”, “necesitaron dos cantantes para más o menos sacar”The Great Gig in The Sky (¿pues cómo igualar lo hecho por Clare Torry?) y otros comentarios que se escuchaban entre el público y que poco a poco desaparecieron: en el todo, un elemento compensaba las faltas (si es que las había) del otro.
Así como la intensidad de la música fue elevándose, también lo hizo el discurso político: “Welcome to the Machine”, “Pigs on the Wing”, “Another Brick in the Wall” y sobre todo “Mother” fueron acompañadas con gráficos (y cerdos voladores) que enervaron los ánimos del público. En la interpretación de la última, con Waters acompañado de su guitarra acústica, la inmensa pantalla proyectó un mensaje que, de repetirse el sábado en el Zócalo, garantiza un momento de alarido: “Renuncia Ya”.
Luego de más de dos horas de concierto nadie se quería ir. Aun cuando amenazaba la lluvia (que terminó por caer) y aun cuando la mayoría ya sabía lo que iba a pasar en el cierre del show: ése, al que algunos llaman “vendido”, no podía irse sin posicionarse política y musicalmente frente a la situación que se vive en México. En atropellado español, Waters leyó una carta dirigida al presidente, Enrique Peña Nieto… la cual igual y a él le viene guanga, pero que aunque sea –momentáneamente- sirvió para que el público recordara que lo que acababa de escuchar, además de ser excelente música, lleva incluida rabia contra el sistema… Es la música de Roger Waters, de ése al que muchos llaman “vendido”.