En otras ocasiones hemos dicho que México es un país de múltiples realidades basadas, en gran medida, en la clase social y la construcción de comunidades que se distinguen por sus ingresos económicos. Tal cual. Sabemos cómo el país está dividido en cuanto a su escolaridad, vivienda, ropa y la música que escucha. Esta última, hace más de 50 años, aproximadamente, era un indicio del origen de un individuo y las vistas a su futuro.
Agrupaciones como La Sonora Santanera, la Orquesta Dámaso Pérez Prado o Pablo Beltrán Ruiz y su Orquesta, se escuchaban en las fiestas de barrio, en las calles popularmente peligrosas donde la gente nacía y moría en el mismo lugar. Las cosas, lamentablemente, no han cambiado mucho en el aspecto social: la gente difícilmente puede salir adelante, como si la pobreza, el hambre y la injusticia, fueran un círculo que se repite por generaciones.
Sin embargo, algo ha cambiado de forma abrupta, y es la identificación social a través de la música. De unos años para acá, no más de 10, los géneros “pensados” para las clases populares, dejaron las barriadas y las lonas (muy al estilo de Cantinflas) para presentarse en festivales internacionales, en Auditorios y Lunarios, en espacios pensados, irónicamente, no para música, sino para mostrar un estrato social.
El género urbano (para ser justos), las norteñas y las cumbias son las que abanderan esa evolución impensable y poco predecible. Los Tigres del Norte para su MTV Unplugged –sí, bandas como Nirvana tuvieron su Unplugged y una banda norteña también– subieron al escenario a Paulina Rubio, Diego Torres, Andrés Calamaro y hasta Zack de la Rocha, exvocalista de Rage Against the Machine. El acordeón no comenzó a escribir su historia, sino a traducirla en muchos idiomas.
Ni qué decir de Los Ángeles Azules, una de las bandas más poderosas en el país por una simple razón: manejan un mismo lenguaje que ahora es comprensible para dos mundos que parecían no entenderse, y que ahora han llegado a un común acuerdo a través de sus cumbias. Durante 35 años, Los Ángeles Azules han sido los responsables de dirigir la cumbia en la Ciudad de México, varias partes del país y algunas regiones de Estados Unidos.
Y en la última década, superaron los límites culturales autoimpuestos por la sociedad para presentarnos, incluso, nuevas formas de interpretar la cumbia como la famosa “cumbia sinfónica” que combina el ritmo sabrosón de la cumbia que tanto conocen con todo y el baile de brinquito y las posibilidades de una orquesta sinfónica que rompen con la asociación de la cumbia con lo naco. Y así nació el disco De Plaza en Plaza en 2016.
Todavía en los 80, cuando llegaron los hermanos Mejía con su cumbia sonidera, las cosas seguían igual: un mismo país no escuchaba lo mismo, ni siquiera lo disfrutaba igual. Sin embargo, con los años y el dominio de sus propios instrumentos, demostraron que la música rompe las barreras sociales y se pueden mezclar. En una entrevista que tuvimos con la agrupación a propósito de su show en el Coachella 2018, le preguntamos sobre aquellas personas que durante años rechazaron la cumbia como un género no popular, sino nuestro: ”Al final”, dijeron, “todos se ponen a bailar”. No hay duda de ello.
Y ahora que las audiencias se abrieron ante un género de aquí, podemos hablar del primer disco de Los Ángeles Azules, el Ritmo… Alegría… Sabor! de 1982-83 donde con 10 canciones, comenzaron con una carrera y un sonido que los han llevado, como mencionamos, a lugares donde nunca había estado la cumbia.
La historia de Los Ángeles Azules comienza con 10 canciones de cumbia sonidera entre las que destacan la “Cumbia del acordeón”, “La reina de Colombia” y “El Negrito Cumbiambero”, cumbias versátiles, también conocidas como onda grupera en algunos lugares. Las primeras cumbias de Los Ángeles Azules distan mucho de lo que fueron en los 90 cuando la agrupación encontró el éxito en casi todo el país y gran parte de América Latina. Y ahora no hay comparación con lo que son y representan.
Un güiro que marca el ritmo de la canción potenciada por un acordeón y una voz que dista mucho de ser “buena”, pero que funciona para construir una melodía que se debe bailar con fuerza y a fuerza. “Es el nuevo sonido, el sonido de la cumbia” se repite de forma religiosa y no da paso para algo más pero, ¿quién necesita más si se trató siempre de bailar y disfrutar?
Con Ritmo… Alegría… Sabor!, Los Ángeles Azules se fueron a las raíces de la cumbia colombiana, y la tradujeron a las necesidades festivas de su barrio, Iztapalapa. Es decir, dejaron de lado ese folclor para presentar algo que se hiciera un espacio en la gran ciudad y fuera capaz de unir distintos sectores.
La música latina es la que abre puertas en la actualidad y la cumbia se debe llevar gran parte del reconocimiento. Antes, los artistas latinos debían esforzarse para cantar en inglés junto a un nombre internacional que opacaba el suyo. Ahora es al revés, el otro busca desesperadamente cantar en español y entender un ritmo con el que nacimos, pero durante mucho tiempo negamos.
¡No olvides que Los Ángeles Azules se estarán presentando el 22 de junio en el Festival Machaca en el Parque Fundidora, Monterrey!