Cinco, cinco años pasaron para que finalmente lográramos escuchar nuevo material de Rhye, el proyecto de Mike Milosh y Robin Hannibal, quien después de tantas giras, un disco y constantes ausencias, terminó por dejar a “la banda”.

Durante este tiempo, aquellos que tuvimos la fortuna de ver este proyecto tan sensual, cadencioso y lleno de sonidos R&B, soul y un poco de downtempo en vivo, pudimos percibir que el talento es evidente, y que si de improvisar se trata, Milosh lo sabe hacer a la perfección. A partir de esto fue que en dos de sus conciertos en México, escuchamos canciones nuevas que jamás pensamos que se materializarían en un disco y hoy, finalmente, ese momento llegó.

Mike Milosh es el único miembro, pero jamás necesitó de la intervención de Hannibal. De hecho, la partida de Robin ni siquiera se percibe, pues Blood logra fundir todos esos sonidos que ya nos tenían enamorados desde Woman (2013). Sin embargo, para este nuevo disco, aunque se sigue escuchando esa voz tan sensual de Milosh, ahora los instrumentos toman un pequeño giro y le dan un toque más a soft rock y jazz gracias a las guitarras, flautas, percusiones y una ligera capa de sintetizadores mezclados con piano.

Los arreglos musicales más que estar sobrepuestos, son el resultado de la dirección de Mike a una serie de músicos cuyo talento es evidente. Desde que escuchas las cajas de ritmo, las percusiones y los acordes, te darás cuenta de que como sacado de una orquesta, el resultado es un disco que nuevamente se puede escuchar de principio a fin sin cansarte. Todo va compaginando a la perfección tanto en melodía como en letra.

Si Woman fue el precursor de la sensualidad y el romanticismo, Blood es la continuación de esto más el valor agregado de que te hará pararte, bailar y fundirte dentro de la música mientras cantas “Don’t worry babe” y de fondo se escucha ese cálido beat con un toque electro-funk que se escucha de vez en cuando.

Hasta aquí todo va bien, pero como todo lo bueno tiene algo de malo, podemos decir que es “Waste” el track con el que abre el álbum y que no para de repetir “I’m changing” y en casi ningún momento dejas de escuchar “changes, changes, changes”. Esto al menos desde mi perspectiva, es cansado, repetitivo y no, no logra engancharme.

Pero si eres fan de Rhye y decides darle una oportunidad, te encontrarás con verdaderas joyas como “Taste” —uno de los primeros singles que lanzó Mike—, “Feel Your Weight”, “Song for You”, “Phoenix” y “Sinful”, tema que comienza con un solo de guitarra acústica que incluso puede recordar a una canción de José González —específicamente a “Teardrop”, el cover que le hizo a Massive Attack—.

También están los temas más profundos, esos que te sumen en la contemplación y que si bien no logran evocar esa característica sensualidad de Rhye, sí logran hacerte sentir en una cafetería de los 80s en Nueva York o París mientras estás sentado fumando tu cigarrillo, contemplando la lluvia y pensando en esto llamado vida.

Sé que no está bien comparar. Es un hábito horrible del ser humano. Pero lo que sí puedo hacer es tomar a Woman como punto de referencia. Y aunque existen muchas bandas, proyectos, artistas —puedes llamarlos como quieras—, no logran superar el disco predecesor, o al menos, no logran salirse de su zona de confort. En el caso de Rhye y Blood puedo decir que no mejoró, sino que hizo su propia reinvención y creó algo nuevo. Con sonidos similares, sí, pero algo distinto, algo que valió la pena haber esperado cinco años para escuchar.

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