Esta semana, Pitchfork Media interrumpió sus reseñas diarias para publicar un contenido especial: Los mejores discos, las mejores canciones y los mejores videos musicales en lo que va de la presente década (2010-2014). En los cinco años y medio que han transcurrido de nuestro siglo adolescente hemos escuchado cosas muy buenas, de eso no hay duda; resulta que no hemos caído en la edad de las tinieblas que muchos cínicos pronosticaban, por lo menos en el ámbito musical. Sin embargo, las siempre polémicas listas de Pitchfork en esta ocasión se quedaron cortas en su primer objetivo: precisamente el de generar polémica. ¿Realmente era necesaria una lista de las mejores rolas en un lustro? ¿Acaso alguien vivía con el pendiente de saber en qué lugar podía quedar el nuevo disco de Beyoncé si alguien fuera a publicar una lista hipotética de lo más rescatable en los últimos cinco años?

Parece que existe un consenso entre la comunidad lectora sobre la cantidad de contenido que se produce en línea (y solo en línea): ¡ES DEMASIADO! Y no quiero generalizar. No soy de la opinión de que “la gente no lee”. Al contrario, esta generación está conformada por los más ávidos lectores que ha visto el mundo. Si fuéramos a torturar a otra persona como torturamos a nuestros ojos, ya estaríamos en la cárcel. Fíjate, todos los días leemos mensajes de texto, de Facebook, tuits, blogs, apps, e-mails, whatsapps, lines, posts, memos y los ya clásicos subtítulos de películas, diálogos en videojuegos y letras de canciones. Oh, y una que otra revista o libro por ahí. Incluso hay gente que se irrita cuando alguien le habla por teléfono en lugar de enviarle un mensaje. El que la gente escriba con las patas y no tenga noción de las reglas de gramática ya es otra cosa, pero definitivamente estamos leyendo más que nunca.

Con todo este bombardeo de información, al final del día nuestro cerebro queda tan seco, encogido y arrugado como una ciruela pasa. El problema es que la gente pierde tanto tiempo leyendo cosas tan frívolas e inútiles que cualquier contenido que podría ser de su interés se pierde en un océano de datos. Por lo tanto, los periodistas y editores de nuestro pequeño nicho de música deben pensar más allá su casilla asignada para volver a reclamar su rol como filtro. Es una labor abrumadora a causa de todas las puertas que se han abierto en los últimos años gracias a las innovaciones en tecnología. En efecto, cualquier chavito con una laptop puede producir en su recámara lo que hace un par de décadas le hubiera costado miles y miles de dólares de hacer. El resultado es que tenemos una amplia variedad de propuestas artísticas, lo cual es bueno, pero no hay nadie que se tome la molestia de darle su tiempo de apreciación a cada una, lo cual es malo, no porque el crítico no quiera o no exista nadie calificado, sino porque las ofertas son MUCHÍSIMAS; se trata de una labor tan imposible como ver todos los videos que se han subido a YouTube. Incluso los filtros necesitan otro filtro encima.

Ejemplo: De la alineación del festival de Reading + Leeds que se está llevando a cabo en estos momentos…
-¿Cuántos actos te gustan?
-¿Cuántos actos has escuchado?
-¿Cuántos actos nunca has escuchado pero los ubicas por su nombre?

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Ni modo. La industria músical todavía está pasando por este huracán que son los años de transición. Es un periodo extraño en el cual el sistema se desbarata como un rompecabezas de millones de piezas, y que paulatinamente se le va dando forma. Lo curioso es cómo este sistema se arregla por sí mismo. ¿Qué esta pasando? Varias bandas nuevas e independientes se están dando muchos topes en la cabeza porque no logran generar interés suficiente o no pueden encontrar un espacio en los medios para que más gente los escuche. Las vías simplemente están saturadas, entonces el mercado le corta los hilos a esos proyectos que no pueden sobrevivir en condiciones tan competitivas. Es la ley de la jungla, edición pop/rock. Tu banda puede ser lo más increíble desde Led Zeppelin, pero como proverbio chino, si nadie te escucha, pues no existes.

¿Qué tiene que hacer una nueva banda para que no termine como otra gota más en el océano? Tocar bien y escribir buenas canciones es un buen primer paso (que a veces muchos se saltan). Pero no es suficiente. Los genios nunca gozan del fruto de su obra si no la comparten con los demás. Escribir, grabar y tocar en vivo es solo una pequeña parte de la chamba, y el resto puede ser un dolor de cabeza para el artista. Existe una combinación de factores, como una buena estrategia de publicidad, palancas, relaciones públicas, más palancas, mucha suerte, y llevarse bien con la prensa, promotores, y toda esa gente que se mueve en la sombra. El grupo (y su manager, si es que tienen uno de esos) debe tener más que un conocimiento básico en marketing para venderse a sí mismo, no solo a estaciones de radio, sitios y disqueras, sino más que nada al mismo público. A final de cuentas, la gente es la que escucha, compra y descarga esas canciones. Cierto, parece que es demasiado trabajo, pero avísame de una manera fácil de ganarse la vida.

Eso era cierto el siglo pasado, y sigue siendo cierto en el presente, solo que ahora un músico debe poner el triple de esfuerzo si es que quiere ser escuchado. Es una carrera para ganarse la atención del público, ya que no solo compites con otros artistas, también debes competir con todas las idioteces que la gente lee y mira en las redes sociales. Aquí un ejemplo de una de esas tantas bandas que rifan, y que lo hacen para el deleite de once o doce asistentes.

YouTube video

Fantástico, ¿no crees? Si la canción fue de tu agrado, entonces el viejo filtro sigue sirviendo.

Razzmatazz, una columna escrita entre las horas de ocio que separan el sábado del domingo. Por: @ShyTurista

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Fundé Sopitas como hobby y terminó siendo el trabajo de mis sueños. Emprendedor, amante de la música, los deportes, la comida y tecnología. También comparto rolas, noticias y chisma en programas...

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