El jueves pasado, Lauren Mayberry, vocalista de la banda de electropop Chvrches, denunció un comentario que recibió a través de redes sociales. No creo que haya necesidad de traducirlo, el mensaje es bastante obvio:
Su respuesta a esta excusa de ser humano fue la de una artista profesional, quizás la más apropiada bajo estas circunstancias:
“Mi banda tiene la suerte de contar con algunos de los fans más increíbles, respetuosos y cariñosos del mundo y estamos tan emocionados por estar en el estudio, haciendo un disco para compartir con ellos. Aun así, diariamente recibimos comunicaciones como esta. Esta gente nunca entiende que la violencia contra las mujeres es inaceptable. Pero tampoco entienden que las mujeres no permitirán ser humilladas, silenciadas, ni las harán desaparecer. Yo no me voy a ningún lado. Así que vengan con todo, hijos de la chingada. Vamos a ver quién parpadea primero.”
Es difícil imaginar que alguien se atrevería a hacerle daño a una criatura tan adorable como esta, pero comentarios como el de arriba no son del todo raros en la era de las redes sociales. De hecho, ha sido una de las características más infames desde que el internet ha sido un medio de comunicación masivo. Las amenazas ya sean de muerte, abuso sexual, secuestro, y todo tipo de acto violento son tan comunes que las figuras públicas a las que van dirigidas simplemente las ignoran. Lo que sí es raro es cuando una de estas figuras sale del trance colectivo e intenta poner un “hasta aquí”. En tiempos recientes, artistas del espectáculo como Emma Watson, Claire Boucher, y la misma Mayberry han puesto el tema de violencia de género sobre la mesa. incitando a la vez más comentarios misóginos en foros de discusión donde los trolls conservan su anonimato.
El internet es un medio de libre acceso, y así como todo mundo tiene derecho a expresar su opinión esto implica resignarse a la triste realidad de que no todo mundo vive bajo los mismos principios éticos y morales, ni todos han recibido la misma educación, ya sea por razones económicas, culturales, o sociales. Así como el internet nos ha abierto las puertas a un mundo de conocimiento que en el siglo pasado hubiera sido difícil de imaginar, irónicamente nos ha expuesto también a la forma de pensar de las mentes más cerradas y cínicas, a veces tendiendo trampas para que la gente caiga en su burbuja de opinión. El doble filo de la red permite que ésta también sea una plataforma en la que grupos de odio promuevan sus ideologías retorcidas a una escala global.
La misoginia es solo uno de los muchos monstruos que salen de día y de noche a mostrar sus rostros desfigurados en la forma de palabras, aparentemente inofensivas. El racismo, la xenofobia, la homofobia, y todo tipo de discriminación motivados por el odio o el miedo salen a relucir bajo la protección del derecho universal que es la libertad de expresión. La libertad de expresión no es más que un arma, y como cualquier arma, puede ser empleada tanto por cobardes como valientes. La diferencia, claro, es que en la mayoría de los casos, el odio sin sentido es solapado por la anonimidad que caracteriza al medio.
La red es una maravillosa herramienta porque nos coloca al mismo nivel y cara a cara entre las clases altas y bajas, el primer mundo y el tercero, la farándula y el vulgo, intelectuales e ignorantes, la aristocracia y el proletariado, y un largo etcétera de contrastes injustos. Las barreras que perduran en el mundo exterior son demolidas para que utópicamente exista un diálogo sin fin entre todas las banderas sociales. Desafortunadamente, el intercambio de ideas se transforma en un intercambio de insultos. Mientras tanto, actos de abuso como el stalking y el bullying (disculpen los anglicismos) son comportamientos que antes se corregían en la escuela o en el hogar, pero hoy se reflejan como síntomas exacerbados del comportamiento humano bajo la adicción de las redes.
Mucha gente opina, estúpidamente, que el gobierno debería intervenir, ya sea reforzando a la policía cibernética, rastreando IPs, sancionando o multando a los que recurren a frases y palabras que lastiman las sensibilidades del otro, reviviendo la censura, aprobando leyes contra la obscenidad, y otro largo etcétera. Dichas propuestas abren una caja de Pandora que nos expone a la potencialidad de abusos de poder, la burocratización y la corrupción, aparte de que violaría todo concepto de la libertad de expresión. Las intenciones de los grupos e individuos que proponen estas soluciones son buenas, pero cuántos problemas tenemos hoy que tienen sus orígenes a raíz de una buena intención. La autoridad nunca debe actuar como policía de la moral.
¿Entonces cómo debemos combatir este tipo de ataques como el que denuncia Lauren Mayberry ante la opinión pública? ¿Los ignoramos bajo este precepto de que “Oh, es la internet, ya sabes, tierra sin ley”? ¿Nos resignamos a tolerar el odio y la ignorancia del que se esconde detrás de un avatar y un nombre de usuario? ¿O deberíamos presionar a los legisladores y/o a las empresas para que instalen candados de seguriad que prohíban expresiones obscenas y ofensivas?
Si todos fuéramos niños en la escuela, tal vez algunas de estas opciones podrían ser viables, pero no somos morritos que corren a la oficina de la directora para acusar a los bullys. El que sí es de mente inmadura es aquel que le escribe a una estrella indie que le va a insertar un utensilio de cocina por los genitales para violarla lentamente. Solamente escribir esa frase me causa asco, así que no podría imaginar cómo sería el tipo de persona que escribe y publica tal cosa en un foro público, sabiendo que esa persona a la que va dirigida lo puede leer. Quizás solo sea una broma de mal gusto de un adolescente que no lo pensó dos veces, o quizás sea un depravado sexual, de aquellos que sobran en el mundo. Lo que sí sabemos con certeza es que somos adultos, y nos corresponde actuar como tales. En esta sociedad moderna, particularmente la mexicana, estamos mal acostumbrados a que una autoridad responda a nuestras plegarias y solucione nuestros problemas (aunque en realidad, termine haciendo todo lo contrario), pero como adultos que somos, el mejor recurso es hacerle frente a la ignorancia.
La libertad de expresión aboga por el derecho legal que posee cualquier individuo de pegar el grito al cielo en un espacio público sin temor a que una autoridad lo censure o lo castigue por sus ideas, a menos de que éstas inciten directamente a la violencia. La tolerancia, sin embargo, no es lo mismo que quedarse con la boca cerrada, incapaz de responder a las idioteces de los demás. Así como alguien puede escribir comentarios misóginos en una red como Twitter, le corresponde al resto de la sociedad exhibirlo como la basura humana que es, exponerlo al ridículo a través de la discusión, y pegarle de manera inteligente con su misma arma, la palabra. De tal manera, solo así aprenderá que una frase puede doler tanto, o todavía más, que un puño a la cara.
T: @ShyTurista