El arte se puede manifestar de muchas formas y puede tener muchas vertientes. El punto de todo esto, es contar con las virtudes necesarias para poder transmitir lo que se quiere y sobre todo, lo que se busca. Dado que los diversos matices y puntos de inspiración que se pueden llegar a tener dependen del trabajo constante, desarrollo e intento de perfección, las obras al final tienen su propio significado a partir de la interpretación y la forma que se da. David Bowie esto y más.
En su momento, Hitchcock contó a François Truffaut que él se inspiraba en ciertas obras de teatro o libros, pero que el producto final, es decir sus películas, en realidad eran sus propias versiones (e historias) y no una calca de lo que vio en el pasado. David Bowie, sediento de aprendizaje, en cada disco buscó reinventarse. Tomaba la moda, la arquitectura, la literatura, el cine -donde también tuvo una participación considerable- y la música para generar obras que eventualmente terminado por definir a toda una época.
Así fue como se convirtió en uno de los precursores del glam rock, pero también del rock pop, folk rock, hard rock y proto-punk. Así fue como dio vida a dos personajes que tendrían gran repercusión en su imagen y sus canciones —Ziggy Stardust y The Thin White Duke—. Él, a pesar de haberse sumido en las drogas, viajó hasta Estados Unidos para empaparse de lo que acontecía en ciudades como Nueva York y Los Ángeles. Se codeó con artistas de la cultura pop como Andy Warhol, Iggy Pop y Lou Reed para empaparse de toda su ideología y maneras de transmitir e interpretar el arte.
También conoció a propios y extraños. Tras su estancia en Estados Unidos, se alió con Iggy para después instalarse en un castillo en Francia y crear música. También pasó de ciudad en ciudad con la constante de “aprender”. Así fue como además de estar en Estados Unidos y Francia, llegó a Berlín. Ahí, junto con Brian Eno e inspirado por una sociedad cansada de la Segunda Guerra Mundial, del comunismo y de la división de un país cuya música era reminiscente a las fábricas que abundaban en ese entonces, al vacío y a las máquinas, creó tres discos que más tarde pasarían a ser La Trilogía de Berlín, una de las producciones más importantes en la carrera de Bowie.
Bowie también vivió de cerca los acontecimientos de un país dividido, de manera literal, por el famoso Muro de Berlín. Ideologías distintas pero sobre todo, limitantes que rápidamente se convirtieron en trampas mortales. Todo con tal de que nadie pudiera transgredir las reglas de lo establecido.
Sin embargo, no se intimidó por eso. Bowie, hambriento de crear algo nuevo, algo completamente distinto, usó la música como forma de expresión, como catarsis de toda la porquería que había visto y vivido, salió airoso y entregó todo de sí en cada disco, en cada composición, en cada interpretación y en cada show. Un ser andrógino que pasó a ser un extraterrestre, a un sensual vampiro y caballero de traje sastre, a un hombre ícono de moda, de música y cuya sabiduría se veía reflejada en la selección de sus proyectos, un artista que se supo expresar y tomar todas las formas del arte de la música y la interpretación de la misma.
Pudo haber tenido muchos nombres —Starman, Ziggy, Camaleón, Aladdin Sane y Major Tom fueron algunos de ellos— pero su imagen, sus canciones, quedarán por siempre con nosotros. Durante su carrera, David Bowie lanzó 25 discos. Algunos extremadamente famosos, otros no tanto, pero que juntos, nos ofrecen un tesoro que solo podemos recordar al momento de escuchar y sobre todo, sentir.
Entonces, si alguna vez te has identificado con todo esto, te hacemos la siguiente pregunta: ¿Qué tan fan te consideras de David Bowie?
