Muchos aseguran que Ok Computer es el mejor disco de Radiohead, otros aseguran que es Amnesiac o Kid A. Por eso, siempre es bueno preguntarse cuáles fueron las sensaciones que te generó tal o cual álbum porque las impresiones, incluso las críticas, son muy subjetivas. Un 2 de octubre del 2000, cuando un nuevo siglo comenzaba y Radiohead ya era una de las bandas consolidadas dentro de la escena británica, nació Kid A, un disco que fue pieza clave para convertir a Thom Yorke y compañía en una leyenda, en una de las agrupaciones genio por dar como resultados una pieza musical que hasta la fecha, sigue generándonos sensaciones inexplicables.

Algunos aseguraban que cuando escuchabas este disco, era porque de seguro te querías cortar las venas. Otros aseguran que no es nada depresivo sino más bien contemplativo. Kid A es el resultado del “truco” que Radiohead aprendió de su gurú, Neil Young, un músico experimental por excelencia cuyos tracks son cada vez más atrevidos. Nada es igual al anterior y eso es bueno, a lo largo de cada corte de este álbum te encuentras con varios altibajos, con subidones, con scratches, con mucha experimentación en los sintetizadores y sonidos ambient y atmosféricos. Incluso la voz de Thom se adecua para dar la sensación y efectos necesarios para crear ese efecto. También están las guitarras, que ahora cuentan con muchísimas más distorsiones en los pedales para darle peso a solos de canciones como “Morning Bell” o un comienzo bastante enérgico en “The National Anthem”, cuyo loop es tan psicodélico como la canción misma. 

Otras referencias que bien podrían tomarse en cuenta es algo de David Byrne en sus tiempos de Talking Head en “National Anthem”, un poco de Blind Faith en “How To Disappear Completely” o la etapa de Bowie en Berlín y el krautrock con “Optimistic”. Elementos, sonidos, mezclas y sofisticación en cada sonido que para muchos, en un principio, fue confuso, inusual para ser su cuarto material, pero bien recibido para muchos otros. 

De acuerdo a lo que Thom Yorke expresó en ese entonces, él se sentía un poco desconectado con el mundo moderno. También se sentía atosigado por los medios. Sufrió depresión mientras intentaba componer nuevos temas y entraba en pánico cada que tomaba la guitarra. Una completa transformación psicológica que se vio transformada cuando géneros como el IDM (Intelligence Dance Music), ambient y trip hop llegaron a su vida. Éstos, que surgieron después del despunte del éxtasis en Reino Unido y de los raves, se convirtieron en el refugio de esos músicos y DJs que buscaban el afterparty, que querían encontrar un lugar donde pudieran descansar de una noche loca, de fumar un poco de hierba y dejarse llevar por esos compases, reverberaciones y distorsiones creados con máquinas.

Todo el disco tiene un buen ritmo. La mayoría de los tracks están hechos a base de cajas de ritmo, sintetizadores y plataformas de grabación y edición de audio entonces novedosas como Pro Tools y Cubase, que le añadieron las capas necesarias para generar el efecto que Thom desde un principio buscaba. El camino de Kid A no fue fácil. Al resto de los miembros de Radiohead les costó trabajo acoplarse, entender la visión de Yorke y compaginar con él. Sin embargo, gracias a la también visión de Jonny Greenwood se incorporaron otros instrumentos como algunos de viento, bajo eléctrico o bien, ondas Martenot -un instrumento creado en 1927 por el chelista francés, Maurice Martenot. 

El recibimiento tampoco fue agradable, pero medios especializados, críticos de música como Simon Reynolds aseguraron que era una pieza bien llevada, que tenía un principio y un final que valía la pena prestar atención. Hay muchos elementos musicales que hoy podemos mencionar, muchas referencias e influencias, pero cierto es que cuando escuchamos Kid A, se nos viene a la mente un Radiohead que lograba separar cada capa no solo de los oídos, sino de la mente misma. Un Thom Yorke que logró descubrir los secretos y anhelos más profundos de la mente. El disco en sí es una maravilla y no importa si es el mejor o uno de los mejores, lo que importa son las sensaciones que evoca y los recuerdos que genera. Es histórico por sí mismo, solo falta saber en qué parte de la historia, nuestra historia, está colocado.

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