Quizá a muchos no les suene el nombre de Gustavo Santaolalla, pero hablar sobre él es realmente tocar a uno de los músicos más importantes que ha dado nuestro continente, que ha hecho de todo y como pocos, ha triunfado en todo lo que hace. Desde el rock en español, hasta películas importantes en la historia del cine y hasta videojuegos, es de los pocos artistas (sino es que el único) que podemos escuchar a todos niveles.
En los 90, Gustavo fue pieza clave para configurar el sonido del rock en Latinoamérica, produciendo a artistas como Los Prisioneros, Bersuit Vergarabat, La Vela Puerca y Jorge Drexler. Sin embargo, se convertiría en el rey Midas de la música en español cuando llegó a principios de la década a México, trabajando en discos clave de nuestros país de bandas como Café Tacvba, Caifanes, Fobia, Molotov, Maldita Vecindad y más.
Gustavo Santaolalla siempre fue un artista que le gustaba incursionar en distintos ámbitos, es por eso que en 1998 lanzó un nuevo disco como solista, Ronroco, el cual incluye solo temas instrumentales y que está grabado principalmente con el instrumento andino del mismo nombre. El álbum no tuvo la difusión que se esperaba y para colmo, en medio de tantos proyectos, al músico no le dio tiempo de tocarlo en vivo.
Para muchos artistas, esto significaría un fracaso, pero el disco se convirtió en un clásico de culto que recibió en general buenas críticas. Pero más allá de ser una mancha en su carrera, gracias a este álbum Gustavo se acercó al cine, pues el director Michael Mann decide incluir un tema de este material para la banda sonora de la película The Insider, con Al Pacino y Russell Crowe. Aunque Santaolalla explotaría su creatividad para el séptimo arte con una película importante para nuestro país.
El boom en el cine con Amores perros
Parte del éxito que tuvo en el 2000 la primera película de Alejandro González Iñárritu, Amores perros, además de la narrativa, la visión del director y las grandes actuaciones, fue la música que utilizaron para contarnos las historias de Octavio, Susana, Valeria, Daniel, Maru y El Chivo.
Si bien, Lynn Fainchtein estuvo a cargo de la curaduría de las canciones que artistas como Control Machete, Nacha Pop, Julieta Venegas, Café Tacvba, Titán, Zurdok, Ely Guerra y muchos más aportaron para el soundtrack, que lo convirtió en uno de las bandas sonoras más impresionantes que hayamos escuchado en el cine mexicano, el trabajo de Santaolla fue más allá, pues tenía la tarea de reflejar la trama con canciones originales.
A través de pasajes sonoros, donde mezcla diferentes texturas pero sobre todo y como en la gran mayoría de sus canciones, el ronroco es el protagonista. Gustavo se encargó de musicalizar los momentos clave de la película. Aunque más adelante entra de fondo a la experimentación que tanto lo caracteriza (como en “Chico Groove”), combinando los sonidos acústicos con una base meramente electrónica, el instrumento andino y la guitarra nunca dejan de estar presentes,
Ya sea en riffs o armónicos, no hay momento en el que estos instrumentos no suenen, aunque siempre hay algo que une a cada una de sus piezas, algo tan sencillo y que muchos no sobresalen como parte de la composición, el silencio. Esto se volvió un sello característico de Gustavo, pues más allá de quedarse callado, deja que los momentos donde no hay notas sonando tengan relevancia.
Hablando específicamente de las canciones que salieron del imaginario de Gustavo Santaolalla, en ellas nos lleva por un montón de escenarios como la nostalgia y la melancolía, pero a la vez evoca a algunos de los temas principales que Alejandro González Inárritu muestra en la cinta, la soledad, traición, las pasiones impulsivas y la transformación.
El camino hasta The Last Of Us
Gracias al trabajo que realizó en Amores perros, Gustavo Santaolalla se forjó una carrera internacional como compositor de bandas sonoras. En 2006 trabajó junto a Ang Lee para crear la música original de Brokeback Mountain y para sorpresa de muchos, logró llevarse la estatuilla dorada a Mejor Banda Sonora, a partir de ahí, en todo el mundo se empezaron a fijar en su trabajo.
Aunque la relación con Alejandro González Iñárritu no se perdería, pues compuso el escore para las cintas que cierran la llamada ‘trilogía de la muerte’ que inició con su ópera prima, 21 Gramos y Babel (por la cual Santaolalla ganó su segundo Óscar en 2007), cerrando su colaboración con Biutiful.
Desde entonces, Gustavo Santaolalla trabajó en películas como Diarios de motocicleta, El Libro de la Vida, My Blueberry Nights, On The Road, Before the Flood (producida por Leonardo DiCaprio y Martin Scorsese) y en proyectos para Netflix como el documental Making a Murderer y la serie Narcos: México.
Pero en los últimos años se ha ganado el reconocimiento de la comunidad gamer por el espectacular score que grabó para el juego The Last Of Us. Si algo caracterizó a este título de los demás que había sacado el estudio Naughty Dog, es que conecta a distintos niveles con la audiencia, valiéndose de vínculos emocionales que Gustavo logró reforzar a través de la música original de esta trama.
Utilizando todos los recursos que tenía a la mano, desde una orquesta con un montón de músicos, instrumentos de percusión (algunos no tan peculiares), banjos y su inseparable ronroco, Santaolalla creó una de las bandas sonoras más importantes en la historia de los videojuegos –incluso a muchos los ha hecho llorar con sus canciones–, dándole un cierto dejo de luz al panorama desolador que nos muestra la trama de Joel y Ellie.
Ahora, Gustavo Santaolalla vuelve para la segunda parte de The Last Of Us, pero sin duda es importante recordar el camino que lo llevó hasta uno de los juegos que ha marcado generaciones y que inició gracias al trabajo que hizo en el 2000 junto a Alejandro González Iñárritu en Amores perros. Si te pones a pensar, no hay medio audiovisual donde no puedas escuchar a este genio de la música.