Cuando hablamos de Gustavo Cerati siempre lo consideramos como una de las figuras más importantes del rock, gracias al enorme trabajo que hizo con Soda Stereo y a la fructífera carrera solista que forjó a lo largo de los años. Su trabajo es vasto y podríamos decir que compuso de todo, desde hits radiales hasta música electrónica digna de un rave underground. Pero hay un disco que cambió por completo la carrera de Cerati y la manera en que componía, hablamos de Bocanada.
Mientras seguía con Soda, Cerati grabó Amor Amarillo en 1993. Desde un principio estuvo pensado como un disco en solitario pero no completamente, ya que contaría con la ayuda de su buen amigo Zeta Bosio. El resultado fue un álbum que seguía un poco el sonido de Dynamo y más tarde de Sueño Stereo; volcados más en crear música con sintetizadores y experimentar.
Con la separación de la gran banda de Latinoamérica, Gustavo Cerati desapareció un poquito del ojo público, aunque hizo uno de los proyectos más interesantes y que sería importantísimo para la creación de Bocanada, Colores Santos. El trabajo que logró con Daniel Melero lo involucró mucho más en el mundo de la música electrónica y, decidió dedicarle más tiempo a experimentar con cajas de ritmos y sintetizadores que a la guitarra, que para él ya era algo que tenía completamente dominado.
Tras años de acumular en su vieja computadora millones de sonidos y samplers, en el verano de 1999 Gustavo Cerati se sintió en confianza para empezar a grabar un disco nuevo, el que sería su primer álbum sin contar con la ayuda de ninguno de los ex Soda. En la comodidad de su estudio casero, Casa Submarina, el músico empezó a darle forma de melodías. Utilizando fragmentos de composiciones de artistas famosos como Electric Light Orchestra, The Verve, Elvis Presley y más fue como él logró transformarlas en canciones nuevas.
Si pudiéramos definir a Bocanada sería un enorme collage sonoro que Cerati supo perfectamente cómo juntar para crear una obra que se escuchara con uniformidad. En él podemos encontrar como base el sonido proveniente de máquinas; pero también hay tintes de rock alternativo, glam rock, dream pop, funk y neopsicodelia, así como el uso del sampleo como parte de la composición, que hacen de este disco uno de los más completos de su carrera.
Para “Tabú”, tomó una muestra de una canción llamada “Waltz For Lumuba” y la fue estirando hasta convertirla en una percusión hipnótica sobre la que grabó una melodía de guitarra escondida y una línea de voz balbuceada. Una guitarra eléctrica dulce se transformó en un riff perverso que terminó siendo “Engaña”, más tarde le agregarían un instrumento bastante peculiar y que jamás habíamos escuchado en un disco de rock de este continente; unas copas con agua. Después vendría la canción que le da nombre al disco, en ella sampleó el mellotrón que aparece durante algunos compases en la canción “Eruption” de Focus y la cosió para armar un loop que después envolvió en un suspenso fuera de tiempo.
Cuando llegamos a “Puente”, la canción más recordada de este álbum, nos damos cuenta de que Cerati puede hacer canciones que sean un éxito en la radio sin perder el discurso que ha planteado. La canción está compuesta sobre un arpegio de guitarra acústica al que le incorporó capas enormes de delays. La letra está inspirada en una serie de conversaciones metafísicas que Gustavo tuvo con su amigo Eduardo Capilla sobre los átomos y el amor. Podríamos decir que esta es la canción más emblemática en la carrera del músico en solitario, gracias a frases como: “cruza el amor, yo cruzaré los dedos” y sobre todo “gracias por venir”.
La siguiente parte del disco es toda una montaña rusa de emociones, empezando por “Beautiful” que está construida sobre ritmos electrónicos pero con un cierto toque latino; como el nombre de la canción, es una melodía preciosa. De ahí se desprende otra cita suya que se volvería icónica: “mereces lo que sueñas”. Para “Verbo Carne”, Cerati se fue a Londres para grabar en los aclamados estudios Abbey Road con The London Session Orchestra la sección de cuerdas y metales que podemos escuchar. “Raíz” es de lo más interesante que podemos escuchar, se trata de una canción pop que raya en el techno que habla sobre el amor y las raíces de este.
“Paseo Inmoral” era en un principio un fraseo de guitarra que Gustavo tenía guardada de la época de Dynamo y que jamás logró resolver, la llenó de un aura medio glam y lo demás es historia. El final de Bocanada podríamos decir que es la sección donde Gustavo echa a volar por completo su imaginación y, da rienda suelta de ella; sonidos difusos y letras un tanto surrealistas son el cierre perfecto para un disco que desde el primer segundo nos demuestra que el argentino estaba entrando a una nueva faceta de su vida, como humano y músico.
La portada de Bocanada también se convirtió en una de las más emblemáticas en la historia del rock latino, con una cálida pero muy tenue luz azul iluminando el perfil de Cerati mientras el humo del cigarrillo salía por su boca. Un retrato misterioso pero muy sofisticado, como la música que estaba haciendo. La crítica fue un poco mixta con el disco pero, en general elogiaron el ingenio y creatividad que tuvo el argentino para crear canciones a partir de algunas más que ya estaban grabadas.
A dos décadas de su estreno, Bocanada se siente como un disco completamente actual y adelantado a su época. El mensaje musical y lírico que Cerati nos da a lo largo de casi 70 minutos es muy claro, evolucionar y adaptarse; nunca aferrarnos al pasado y mirar al futuro como un horizonte brillante. Después de este álbum, Gustavo Cerati sentó las bases para lo que vendría para él más tarde. Pero lo más importante de todo fue que, creó un puente invisible y mágico entre sus fans y el universo musical que lo envolvía. Una joya de principio a fin.
