¡Ah, pero qué fiesta! Aún no sabemos cómo es que seguimos con vida después de que el EDC se encargara de desgastar hasta el último rastro de energía de nuestro cuerpo, no vayan a creer que estuvimos bailando todo el tiempo, pero el carnaval en sí tiene tantas actividades que un simple mortal no podría cubrir en un sólo día -ya veremos más tarde-.
A pesar de que la mayor parte del tiempo el Autódromo Hermanos Rodríguez estuvo sumergido en una vasta cantidad de nubes, el baile, la música y la fiesta que cada quien traía permitió que pasáramos una cálida y loca tarde-noche.
En la tercera edición en México, el Electric Daisy Carnival se llenó de muchísimos colores, food trucks, juegos mecánicos, disfraces, tótems, pirotecnia, y mucho frenesí por parte de todos los asistentes quienes no dejaban de bailar ni cuando se dirigían de un escenario a otro. El decorado y montaje de cada escenario como siempre nos dejó un buen sabor de boca, al igual que el sonido, la organización y la buena actitud de los asistentes, que, cabe resaltar, cumplió su objetivo de ser un carnaval para todas las edades; desde morros -que traían más pila que nosotros- no dejaban de maravillarnos cómo bailaban arrítmicamente junto a la tía ‘buena onda’, o la horda de padres que caminaban extrañados entre cuerpos semi-desnudos mientras cargaban las cosas de sus hijos, quienes sólo se perdían entre la multitud desenfrenada de cada escenario, ahora sí que viendo a sus cachorros crecer.
Ya con calma indagaremos sobre lo más sobresaliente de todo el EDC, por ahora vamos corriendo a buscar unos chilaquiles para ir cargando la energía necesaria para este segundo día que promete otras 12 horas de mucha, mucha fiesta.
Por mientras… así se la pasó nuestra lente, sumergida en colores y personajes.