En la nueva era digital, sabemos que pocas veces (si no es que ninguna) se cuenta con un álbum que logre retener la atención del escucha durante todos los tracks de principio a fin. The Wall, de Pink Floyd, a 39 años de haber aparecido en nuestras vidas, aún tiene el poder de recordarnos la majestuosidad de atender una obra completa.
El concepto habría surgido alrededor de 1977 durante la gira del disco Animals. Roger Waters comenzó a darse cuenta del aburrimiento que mostraban algunos fans en sus conciertos, quienes se dedicaban a hacer estallar pirotecnia, platicar o se comportaban de manera agresiva (y eso que aún no existían los celulares ni tabletas). Las cosas llegaron a tal extremo que el bajista y cantante acabó escupiendo en la cara de un fan que eufóricamente pretendía subir al escenario.
Así que Waters noche tras noche se imaginaba hacer un show en el que se hubiera un muro entre la audiencia y los músicos. A partir de entonces comenzó a desarrollar el concepto de The Wall. El álbum cuenta la historia de desolación, aislamiento y heridas jamás sanadas de Pink, un álter ego de Waters (con algunas cosillas de Syd Barrett mezcladas) el cual a través de las canciones nos describe su traumática vida, golpeada por el padre muerto en la Segunda Guerra Mundial, una madre sofocante y sobreprotectora, profesores escolares abusivos, y una esposa interesada e infiel; esto lleva al personaje a aislarse del mundo para protegerse, construyendo un “muro” a su alrededor con drogas, fama y todo lo que el dinero pueda comprar. También hay una férrea crítica a los sistemas de gobierno fascistas y cuestionamientos al sistema educativo sobre la escasa formación de individuos libres y pensantes, a cambio de exprimirlos y convertirlos en parte de la masa homogénea de la sociedad adormecida.
Aunque en un principio Waters pretendió hacer una especie de disco autobiográfico que reflejara su desencanto por la audiencia y los conciertos masivos (además de exorcizar su depresión por la muerte de su padre en la Segunda Guerra Mundial en Anzio y la infidelidad de su entonces esposa), en realidad resultó un disco con una visión más universal sobre toda persona que haya sufrido la pérdida de un ser amado en cualquier situación, desde una guerra, una separación, o la propia conciencia a través de las drogas o el aislamiento.
The Wall y su puesta en escena fueron planteados a la banda por Waters quienes para entonces ya no funcionaban más como unidad grupal, al grado que durante la gira posterior cada integrante tenía su propio trailer/camerino por separado. El grupo aceptó llevar a cabo el proyecto meramente personal de Roger, pues aún no estaban listos para aceptar la separación de la banda (eso ya vendría después). En este ambiente enrarecido, el conflicto comenzó a surgir entre el tecladista Richard Wright y Waters, lo cual causó que Wright abandonara la banda a mitad de las sesiones, aunque después fue “contratado” como “músico asalariado” con tal de que terminaran el trabajo y salieran de gira. Las letras, la música y la historia fueron compuestos en su totalidad por Roger. David Gilmour contribuyó a co-escribir tres de los 26 temas del álbum doble (“Run Like Hell”, “Young Lust” y “Comfortably Numb”) y el productor Bob Ezrin hizo lo propio en “The Trial”.
Aunque ya habían explorado el tema de la soledad y el aislamiento en álbumes anteriores como Dark Side of the Moon, Animals y Wish You Were Here, con The Wall, el grupo fue mucho más profundo y Waters se prestó como conejillo de indias para exponerse ante todos y así generar empatía ante la audiencia. Es notorio el sentimiento desgarrador con que canta, suplica, grita y pierde la cordura a lo largo del disco.
Los problemas al interior de la banda no afectaron en absoluto la respuesta audiencia que tras su salida convirtieron a The Wall en un éxito de ventas, encumbrándolo como la mejor obra de Pink Floyd y dándoles el único número uno de su carrera con “Another Brick In the Wall, Part. 2” que sonaba hasta en el refrigerador en 1979.
El tour que sólo tuvo 32 fechas (debido a la resistencia de Waters por volver a hacer conciertos y a las complicaciones técnicas que implicaba construir un enorme muro en el escenario conforme iban pasando los temas), fue un éxito tal que tres años después decidieron hacer una película basada en el álbum, dirigida por Alan Parker y protagonizada por (Sir) Bob Geldof.
Después de The Wall y un material de estudio más, The Final Cut, Waters dejó el grupo pues a su decir ya era “una fuerza gastada”. Sus compañeros se quedaron con el nombre de Pink Floyd y siguieron produciendo álbumes y giras mucho más exitosas que las de Roger.
Waters volvió a revivir The Wall con una versión “moderna” en 1990, dando un concierto en el lugar donde se ubicaba el muro de Berlín, el cual estuvo plagado de críticas por haber incluido a personajes del circuito comercial como Bryan Adams, Cindy Lauper, Thomas Dolby y los Scorpions.
Irónicamente Roger Waters montó en 2010 una nueva versión de The Wall, pues le emocionaba la idea de verla en escenarios más grandes como estadios de fútbol y demás, justo el tipo de escenarios del que quiso alejarse y lo motivaron a escribir todo el concepto del álbum. Además Waters aseguraba que las congregaciones masivas logran que la gente se sienta más íntimamente ligada con el mensaje que está mostrando. Esta versión estaba un poco más apegada a la original, pero actualizada con nuevas tecnologías (el muro ahora era proyectado en pantallas digitales de alta calidad), mezclada con imágenes y mensajes de sucesos de la actualidad, por lo que se convirtió en uno de los mejores shows en vivo de comienzos de la década.
Roger Waters ha declarado que ya no se siente tan relacionado con el personaje de Pink. Hoy en día ha podido tomar las riendas de su vida y se siente menos victimizado, pues ha podido resolver todas esas cuestiones que cuando lo torturaban era demasiado joven para comprender. Además dice que cuenta con grabaciones en video de toda la gira de The Wall de 1980, las cuales están en proceso de edición para lanzarlas “algún día”.
Al final, el muro que pretendía levantar Waters entre él y los fans, entre él y los demonios que lo acosaron durante su infancia y juventud, acabó siendo un muro que lo separó de sus compañeros de Pink Floyd, poniendo fin al espíritu creativo y aventurero del grupo.
El legado de The Wall continúa vigente hasta nuestros días, hoy que muros electrónicos nos separan de aquellos con quienes estamos cerca físicamente, hoy que en México se quiere erigir un muro de sangre y muerte entre quienes ostentan el poder político y quienes buscan un vivir en un mundo en el que todos tengamos cabida dignamente.