Hablar de The Whitest Boy Alive no es tan difícil. Basta con decir que es uno de los tantos proyectos que tiene Erlend Øye que comenzó en 2003 y que tres años después hizo que llamara la atención de la disquera francesa, Kitsuné Maison. Para ese entonces, Erlend, Marcin Öz, Sebastian Maschat y Daniel Nentwig comenzaron a utilizar de la manera más simple los acordes de guitarra, la batería, un sintetizador y más guitarras. El sonido es sencillo, no tiene mayor complejidad. Sin embargo, a lo que se le da mérito es a esa limpieza melódica cuando te pones los audífonos y comienzas a percibir cada instrumento y al mismo tiempo a todos éstos mezclarse.
Para su debut en grande, o al menos en la tercera compilación que Kitsuné Maison solía lanzar para dar a conocer a artistas, la canción elegida por la banda alemana fue “Done With You”. Desde un principio, este track comienza con un solo de guitarra eléctrica que después da paso a ciertas distorsiones o mejor dicho, a un poco de scratching para luego dar paso a Erlend cantando “I am done with you, I’m sailing my own”…
Desde ahí, se percibió cómo este sería el inicio de un disco lleno de matices en cuanto a composición se refiere, que hablaría del amor, del desamor y de la complejidad que es perseverar en la vida. Así fue como surgió Dreams, el álbum con el que The Whitest Boy Alive se presentó al mundo para darle un nuevo giro a la escena indie, para llegar con la oleada del 2000 y dejarnos un gran sabor de boca en la memoria incluso cuando Erlend se molestó porque en un concierto que dio en México se le perdieron sus lentes.
Si bien “Done With You” fue la que inició con todo esto, en realidad fue “Burning”, el primer track del disco, el que hizo que The Whitest Boy Alive pasara a la posteridad pues, de principio a fin tiene esas guitarras pegajosas que brincan entre una cuerda y otra, rápidamente, como si se tratara de un reloj cristalino y completamente limpio. El éxito que hasta la fecha es coreado o mejor dicho, recordado por todos y que no pasa de moda.
Luego viene la canción del desamor, aquella que te da un golpe de realidad y te presenta el amor como esa cosa finita que por más que intentes no puedes continuar. Todo se acaba, incluso el enamoramiento. Erlend, entre una letra realista y brutalmente desgarradora canta: “Yes of course I miss you and I miss you bad, but I also felt this way when I was still with you”. Duro, directo, la jaula de oro que incluso en México tenemos como sinónimo de prisión. ¿Víctima de la costumbre, del hartazgo, de la rutina? Sí, esta canción es para dedicar a esa persona que fue una parte muy importante de tu vida pero que hoy, por alguna u otra razón, ya no puede ser.
Pero bueno, no todo es malo dentro de una composición de guitarras y bajo a ritmo lento, también tenemos algunos acordes más movidos que te hacen bailar. Aquí es cuando llega “Fireworks” y “Above You”. Luego te encontrarás con algo un poco más pasivo que te genera tranquilidad y te hace sumergirte entre esa melodía sofisticada. “Inflation” y “Borders” son esos cortes que rápidamente se pueden convertir en tus favoritos.
En realidad el disco de The Whitest Boy Alive, Dreams, no tiene mayor complejidad. Fue el resultado del trabajo de artistas que tenían una visión, que buscaban tener finura en cada detalle, en cada riff, en cada golpe a la batería. La voz de Erlend Øye, como ya se había escuchado en ese entonces con Kings of Convenience, fue la cereza del pastel. Cada track de este disco fue puesto para mantener ese ritmo, ese up and down y después el repeat. No te cansas de escucharlo porque es sencillo y, precisamente por eso, es que siempre será agradable al oído pero sobre todo, jamás pasará de moda. Hoy pocas, poquísimas bandas han logrado esto y sin embargo, The Whitest Boy Alive continúa como un referente dentro del género indie, específicamente con este disco que lo tiene todo y que fue el inicio de una carrera fructífera de este proyecto que lamentablemente terminó hace cuatro años pero, si lo piensas bien, a veces las mejores cosas se tienen que acabar por una buena razón.