Hablar del Coachella resulta una cuestión bastante complicada pues, durante 20 años ha tenido entre sus filas bandas y artistas impensables, legendarios, pero también, ha propuesto, ha juntado géneros y ha convocado a masas que gustan del calor desértico, un buen trago de cerveza y música excelente. En sus 18 ediciones —recordando que en 2000 no se llevó a cabo y sin contar la de 2019—, hemos visto la evolución de varios artistas e incluso, algunos otros festivales internacionales han tomado a este evento como referencia para incluir en sus propios conciertos a ciertos actos. Sin embargo, ¿qué pasa cuando un festival como Coachella, más allá de marcar tendencia, son éstas las que toman poder sobre él?
Con las tendencias hablamos del reggaetón, un género ya aceptado a nivel mundial y que en los últimos años ha adquirido una popularidad tal, que ahora Coachella lo ha incluido en su line up. Hoy, gracias a la 19º edición de tan famoso festival, este género apenas comienza a vislumbrarse como parte de una línea que promete seguir no solo este evento, sino el mundo entero.
El reggaetón: ¿es mejor satanizarlo o aceptarlo?
Hace unos días, cuando Paul Banks liberó en su cuenta de Instagram sus “canciones favoritas del 2018”, mucha gente se indignó por el simple hecho de que este género que incita la sexualidad, a los movimientos cadenciosos y que incluso representa el deseo mismo, no es “digno” de un exponente del post punk revival como Banks. Sin embargo, hay algo que él y todos debemos reconocer, y ese es el hecho de que los ritmos del reggaetón son pegajosos, bailables, y que poco a poco han ido adquiriendo presencia en el mercado no solo de la música, sino de la moda y entretenimiento mismos. Este género despreciado por muchos, amado por otros, se ha convertido en el mantra de generaciones más jóvenes: los millennials y centennials.
Actualmente es más fácil escuchar una canción de reggaetón en el playlist de tu amigo, que escucharlo en la radio. Es más fácil ver un video de J Balvin o Maluma en la televisión, que un clip de The Beatles o de Arctic Monkeys. Entonces, ¿cuál es la conclusión?: El reggaetón es una tendencia, un género excelentemente bien producido que hasta cierto punto es un reflejo más cadencioso de los temas que se hablan en el hip hop o rap como el dinero, fiesta, destrucción, mujeres, baile y sexo.
Si analizamos a profundidad el reggaetón, más allá de satanizarlo, nos damos cuenta de que la diferencia es que nosotros lo entendemos, sabemos de dónde proviene, su contexto social y su bagaje cultural. Los extranjeros no.
Un género nacido en Puerto Rico en 1970 y más tarde, en 1990, en Panamá, que precisamente retoma elementos del reggae —de donde proviene su nombre— y el hip hop, cuyos exponentes actuales son J Balvin, Maluma, Bad Bunny y Daddy Yankee. Hoy dos de ellos forman parte del cartel de Coachella, mismo que también ha incluido entre sus filas a algo más “mexicano”: Los Tucanes de Tijuana.
México: ¿Reconocimiento o una manera de “resarcir el daño”?
Desde que Donald Trump se colocó en la presidencia de Estados Unidos y desperdigó su “desprecio” hacia México, cada banda extranjera que visita nuestro país no se cansa de invitar a los asistentes —en su mayoría mexicanos— a decir “Fuck Trump”. Algunos hacen esto pero otros retoman un discurso político que resulta cansado y repetitivo pues, México is the shit, pero también está harto de seguir dándole continuidad a una persona cuyo discurso le ha hecho ganar fama y presencia a nivel mundial.
Trump es burlesco, sarcástico e irracional, pero al final de cuentas, su presencia en el poder, es el resultado del pensamiento y anhelo de la mayoría de los estadounidenses. Es también los actos de un pueblo cansado de estar endeudado, pero también deseoso de más posibilidades de trabajo, de vivienda, de ser el país top en el mundo.
Si bien en sus ediciones pasadas Coachella ha incluido a bandas mexicanas como Café Tacvba, Molotov o Zoé, en sus últimas dos ediciones —incluida la de 2019— son la invitación a algo más popular, a la cultura 100 por ciento mexa. Pero si lo piensas bien, también podría ser una manera de mostrarse como un festival “incluyente” y que “está en pro” de sus amigos mexicanos.
No obstante, como mencionamos, el reggaetón, al igual que la cumbia y la música norteña, son géneros atractivos para el público extranjero por su ritmo pegajoso y canciones altamente bailables. Son para nosotros lo que el hip hop para los estadounidenses.
Volver a las raíces y la cultura del consumo
Con el punto anterior, también se presenta otra cuestión, y esa es que tanto el reggaetón como la cumbia y la música norteña no son géneros nuevos. Su historia data de hace décadas, pero hoy, un festival como Coachella los retoma para verse más “trendy” y popular. Retrocede un poco para buscar atraer nuevas audiencias, pues las viejas ya no son tan consumistas y además, con el paso de los años se vuelven selectivas e incluso críticas ante las decisiones de un evento de esta magnitud.
Actualmente el principal target de los festivales, además de preservar a sus seguidores, es tener más nuevos, ya que éstos son sinónimo de consumo. En su momento lo mencionamos con la aparición de Dua Lipa en la Champions League: actualmente, como bien lo explica Gilles Lipovetsky en La Era del Vacío, el ideal de la posmodernidad es reemplazada por el consumo de la propia existencia a través de la propagación de los medios masivos. Si perteneces a la posmodernidad y sus tendencias, no tienes la necesidad de escoger, la cultura misma, en este caso la música, está hecha a la medida y conforme a las necesidades de las audiencias. Es narcisista y al mismo tiempo une a las personas a través de la generación de contenidos que vayan acorde a los mismos gustos o al menos algunos parecidos.
Actualmente, muchos sociólogos aseguran que la posmodernidad trae consigo un capitalismo posmoderno y masa líquida que a resumidas cuentas, son modelos y estructuras sociales que ya no perduran lo suficiente como para enraizarse y gobernar las costumbres de los ciudadanos. Hoy se vive bajo la caducidad y seducción, se busca que el dinero circule sin rostro ni responsabilidad.
En palabras del sociólogo y filósofo, Zygmunt Bauman, la esfera comercial está medida en costo y beneficio que como consecuencia trae tres escenarios que invitan al consumo desmedido y en los cuales se obtiene el mayor número de ganancias. El primero es la macrodiscoteca, que conlleva sexo, alcohol, ruido y drogas. Después está el macrocentro comercial, que es un consumo desenfrenado —en ambos entran los festivales de música—. Por último está el estadio de futbol, que es el nuevo circo romano, violento y donde se desahogan pasiones prebelicistas.
Es por ello que resulta necesario replantearnos dónde estamos, qué es lo que queremos y sobre todo, qué es lo que nos gusta y queremos consumir. No podemos criticar sin saber un contexto y analizar los contenidos generados por un festival como Coachella, que retomando la pregunta de un principio, hoy no marca tendencia, la tendencia se apodera de él.
Grandes artistas que hoy son letras pequeñas
Todo resulta hilado pues, si analizamos a fondo el cartel de Coachella, tiene una alineación bastante interesante. Comencemos con que estará Charlotte Gainsbourg y Aphex Twin. Ambos, de 47 años y con una trayectoria impresionante, hoy son parte de un evento tan importante pero que los coloca en letras pequeñas, por debajo de exponentes de country, EDM, trap, hip hop, rap y a la par del reggaetón.
A comparación de todos los artistas y bandas que perfilan en el cartel, Charlotte y Aphex son los más viejos y experimentados dentro de la música. Ojo, con esto no nos referimos al talento —pues este no se mide en edad o trayectoria—, pero sí al reconocimiento como músico se refiere.
En esta ocasión, las apuestas para los headliners resultaron ser Childish Gambino, Tame Impala y Ariana Grande. En el caso de Childish, 2018 fue su año luego de lanzar el sencillo “This Is America”, un tema con una fuerte carga social y política, que hace crítica a lo que ocurre en Estados Unidos, al racismo y asesinatos que aquejan este país no solo ahora, sino desde muchos años atrás.
Ariana Grande por otra parte, se convirtió en una de las celebridades más mediáticas en 2018 luego de la muerte de Mac Miller, quien fuera su novio y con quien rompiera en 2017. Muchos la culparon por la muerte del rapero y, ante esto, a manera de defensa o de mediatización, ella lanzó uno de los singles más mordaces en el pop moderno: “thank u, next”. A partir de esto se convirtió en un referente de este género y en una las artistas más jóvenes cuya voz resulta tan fuerte como su respuesta hacia los haters.
En cuanto a Tame Impala, es una banda que si bien lleva 12 años de trayectoria, todavía no está a la altura de otros headliners que Coachella nos ha presentado en el pasado. Kevin Parker es un experto para crear temas psicodélicos altamente pegajosos, y la música de la agrupación australiana se ha convertido en un obligado dentro de los gustos de cualquier joven.
Sin embargo, no hay punto de comparación cuando hablamos de bandas como The Cure, Siouxsie And The Banshees, New Order, Björk, Beck, Rage Against The Machine, Tool, Morrissey, Moby, Paul McCartney, Leonard Cohen, My Bloody Valentine, Depeche Mode, Massive Attack, Madonna, Bauhaus, Nine Inch Nails, Pixies, Kraftwerk, The Flaming Lips, Beastie Boys, Iggy & The Stooges, Sonic Youth, Primal Scream, Blur, The Stone Roses, Nick Cave & The Bad Seeds, Lou Reed, Pulp, Mazzy Star, Snoop Dogg, The Chemical Brothers, Duran Duran, Portishead, Roger Waters, The Orb o PJ Harvey.
Todos ellos han formado parte de muchas ediciones de Coachella y, aunque varios se han repetido en numerosas ocasiones, su presencia no deja de ser menos atractiva. En el caso de Tame Impala, para poder convocar o al menos intentar estar a la altura de los antes mencionados, tendrá que tener un disco cuyo impacto iguale lo que Childish y Ariana generaron en 2018.
¿Es posible que la música esté en decadencia?
Tal vez el punto más interesante de todo esto es que, pasando revista a todas las alineaciones en la historia de Coachella, nos damos cuenta de que muchas bandas y artistas se han repetido, otros han pasado de ser headliners a estar en letras chiquitas y viceversa. Otros no han regresado pero, lo más interesante todavía, es que las agrupaciones más “modernas”, se repiten tanto que surgen las preguntas: ¿Acaso ya no hay nuevos exponentes musicales? ¿Es posible que la música haya sido consumida por el capitalismo posmoderno y ahora es tan efímera como su popularidad?
Hoy no hay éxitos que sean recordados. Las canciones de Ariana Grande son tan pasajeras como su manicura. No hay toda una convocatoria para cantar “This Is America” o “Elephant”. Tampoco la gente considera a “Mi Gente” como la canción que marcó toda una época o una generación. No es un clásico.
Entonces, si la música poco a poco se está estandarizando, si ya no hay nuevas propuestas o géneros que se renueven en sí solos y que generen contenidos atractivos para las audiencias, ¿qué nos queda? La respuesta, de manera general, es esto: un festival que solía ser el referente de otros festivales a nivel mundial pero que hoy, es sinónimo de un evento que no vende música, sino cerveza, moda, selfies y presencia en redes sociales.