Negro: un color, una visión, un estado, un sentimiento, una raza… esta palabra conlleva miles de interpretaciones, de significados. ¿Pero qué pasa cuando te refieres a una persona con este adjetivo? Todo explota. El insulto… ¿Pero en verdad es un insulto? Para muchas personas “open mind” lo es. Algunos dicen que es mejor decir “afroamericano”, porque “se pueden ofender”. Y esto es únicamente en la lengua española. Pero en el inglés, en la lengua gringa, también están nigga, negro, africanamerican… un sinfín de adjetivos a esta raza de personas de la cual aparece Devonté Hynes, la mente detrás de Blood Orange que hoy nos trae un golpe de realidad, nos dice que está bien referirte a él y a los de su color como “negros”, que no hay nada malo en ello.

De entrada es importante decir que Dev es un artista cuya música jamás pasará de moda, y esto lo digo muy en serio. Por años Hynes ha vivido en Nueva York, ha conocido gente de todo el mundo y se ha hecho amigo de bailarinas de ballet rusas, de músicos, de socialités y modelos como Alexa Chung. Por consiguiente, ha quedado inmerso en todo ese mood sofisticado, citadino, simple y relajado, pero también de esas cosas dolorosas por las que todos pasan y nadie quiere aceptar. Él es un apasionado de la música, del baile —varios de sus videos nos lo han demostrado— y por ello, en cada uno de sus discos se ha visto impregnado de cierta esencia. En el caso de Negro Swan, su cuarto material de estudio, Blood Orange apuesta por la fórmula que ha venido manejando desde Coastal Grooves (2011) pero con algo más…

Comenzando por la portada, este disco aborda la temática del racismo, de ser un “black swan” o cisne negro querido por nadie, despreciado por todos, aislado. Gracias a la diseñadora y fotógrafa, Ana Kraš, aparece esta idea de la “belleza dentro de lo feo”, que en realidad no es feo, pero es un reflejo de cómo él percibe que los negros son vistos dentro de la sociedad. En la imagen de la portada, un hombre negro vestido de blanco con alas del mismo color, sale por un costado del auto que, irónicamente, también es blanco con ventanas negras. Un contraste en una ciudad llena de tonalidades, donde no todo es blanco y negro, sino escala de grises. 

Negro: la palabra que Blood Orange busca desmitificar en 'Negro Swan'
Portada de ‘Negro Swan’, el nuevo disco de Blood Orange.

A pesar de abordar un tema tan duro, tan difícil y del que ya casi nadie hace caso, Blood Orange ofrece una gama de sonidos alt-pop, y chillwave mezclados con un poco de downtempo rock, R&B e incluso de  jazz. El ejemplo perfecto: “Saint”, una canción sensual de principio a fin, que en ningún momento pierde ese beat cubierto por capas de coros femeninos, de la voz de Dev, de la batería eléctrica y un poco de saxofón y piano. Posteriormente aparece más el piano, algunas teclas repletas de melancolía con “Take Your Time” que luego dan paso a sonidos de flautas. 

Después, Devonté hace uso de los sonidos de alarmas, lo cual es una constante dentro de sus canciones, sin embargo, a diferencia de sus álbumes predecesores, ahora echa mano de algunas colaboraciones que llegan como una oleada refrescante dentro de toda esa delicadeza y sofisticación en cada corte no solo por las voces tan bien educadas, sino porque incluyen un poco de hip-hop, género que por años ha estado entre los predilectos de la cultura estadounidense y que además, es una forma de expresión, de protesta de parte de los afroamericanos o mejor dicho, los negros. Algunas de las voces que te encontrarás son Diddy, Ten Shi, Janet Mock, A$AP Rocky, Project Pat, Ian Isiah, Georgia Anne Muldrow y Steve Lacy. 

También están los monólogos donde la voz femenina, otra constante de Blood Orange, relata ciertos acontecimientos, ciertas cosas que suceden en la vida o bien, las charlas entre amigos sobre tal o cual tema que termina con él cantando. Dev, la mente creativa que supo compaginar todo esto, a la persona que tiene una voz y decidió usarla.

Algunas de las joyas tanto en melodía como en composición de letra es “Charcoal Baby”, que incluye acordes de guitarra melancólica, un bajo casi imperceptible, y una dura realidad que va más o menos así: “No one wants to be the odd one out at times / No one wants to be the negro swan… When you wake up, it’s not the first thing that you wanna know” (Nadie quiere ser el raro en algunos momentos / Nadie quiere ser el cisne negro… Cuando despiertas, no es la primera cosa que quieres saber).

Y otra vez está “negro”, la palabra como tal ni siquiera es ofensiva, pero para ellos, para los que tienen ese color de piel, resulta algo hiriente. Durante décadas tuvieron que enfrentarse a la esclavitud, al rechazo, a la segregación, al dolor de perder a los suyos por ser pobres, vivir en la miseria, por ser asesinados por esos blancos, los blancos que hoy, en su mayoría, están en el poder. 

Lo mismo sucede con “Dagenham Dream”, que desde un principio expone algo así: “As a teen, my Lord and savior was a male / Tire trucks and six steel rings that keep me frail / It’s the worst I’ve ever felt when it hails” (Cuando era adolescente mi señor y salvador era un hombre / Llantas de camión y seis anillos de acero que me hacían frágil / es la peor cosa que he sentido cuando ha granizado). Después, Janet Mock relata su experiencia y el cómo fue educada para mantenerse entre penumbras, para no hablar, quedarse callada, sentirse avergonzada. Todo por ser negra. 

A lo largo de la canción te encontrarás con varios interludios que más que interludios suenan como la continuación de esas canciones o la premisa de alguna de ellas. “Family”, en la cual de nueva cuenta Janet Mock da su percepción sobre lo que es “la familia” mientras se escuchan de fondo el bajo y saxofón. “Pienso en la familia como una comunidad, como un espacio donde no tienes que pretender o demostrar algo, eres lo que eres y puedes ser vulnerable, estar en silencio y vacío. Te muestras sin ser juzgado. La familia no está limitada por la biología, nosotros mismos podemos hacer nuestra familia”. 

Luego llega, como sacado de la melancolía misma, de una noche de jazz mientras bebes una copa de vino o un café, fumas un cigarrillo y escuchas el goteo de la lluvia “Vulture Baby”, con una ligera y sensual capa de piano, de voces tan tenues como el blanco y negro lo son, de un poco de batería y guitarra eléctrica. Por su parte “Minetta Creek”, de una duración de casi dos minutos, da pie a un sintetizador, a golpes de batería eléctrica, de sonido ambiental de autos, del tráfico y la voz de Blood Orange como un ser omnipresente que resume todo lo que ocurre en la vida diaria, del hartazgo y cansancio sin saber porqué. Hasta aquí los tres interludios que no deben saltarse, sino que deben ser escuchados como parte de un todo, de un conjunto de estrofas, melodías, sonidos, voces y gritos.

Tal vez Negro Swan sea el disco más directo de Blood Orange, pero también es el más completo, el que se puede escuchar de principio a fin pero que si le prestas atención, si en verdad lo escuchas y analizas, te darás cuenta que más que tener joyas como las que mencioné a lo largo de este texto, te hace comprender que decir “es negro” no está mal. Durante estos siete años Devonté ha tenido una evolución creativa y artística sin precedentes. No se ha quedado con lo viejo, ha sabido evolucionar y al parecer, ya es tiempo que nosotros también.

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