Desde su origen prenoventero, Pixies emanaba no sólo una sensación de intriga ante la variedad en sus canciones, sino también de diversión al tocar. Las rupturas en canciones como “Gigantic”, el guiño al surf rock en otras como “Here Comes Your Man” y la dinámica de silencios y ruido en “Gouge Away”, entre otros ejemplos, definirían su sonido y actitud. La mejor manera de describirlos, en este caso, fue como una banda que le gustaba tanto lo que hacía, que simplemente se divertía. Y no es que no se tomaran las cosas en serio, sino simplemente disfrutaban hacer música.
No ha cambiado nada. Esa diversión en lo que elaboran, se refleja en su disco Beneath the Eyrie, el séptimo de su carrera, con melodías gritadas, cambios sin aviso en las canciones, ironías y, en general, descontrol. Temíamos que esto hubiera caducado con el paso de los años y la salida de Kim Deal, pero de alguna manera, se mantuvo por momentos para Indie Cindy de 2014 y Head Carrier de 2016, sus últimos dos discos de estudio.
La cantidad de temas sobre los cuales tratar en un disco, es más vasta en la actualidad. Basándonos simplemente en la realidad, hay mucho material para que músicos que la reflejan, exploren y se inspiren pero, ¿en realidad eso es lo que ha hecho Pixies en sus 28 años de carrera? La respuesta se puede prestar a un debate interesante (que no corresponde aquí), pero nos vamos por el no. Pixies habla de la realidad, pero la individual, y lo hace de una forma en la que no nos vemos forzados a sufrir ni victimizarnos, sino hablar del tema y discutirlo.
Para entender mejor a Pixies con Beneath the Eyrie, hemos de resumir lo siguiente: no escapan de la realidad, sino que utilizan metáforas y figuras evidentemente monstruosas, para contarla. Este disco es una conjugación de lo que vemos, pero nuestro cerebro interpreta con base en las figuras que forman parte de nuestro imaginario. Como si nos viéramos forzados a darle un rostro y una forma al horror de lo actual.
La verdad es que ansiaba saber de qué iban ahora los chistoretes hechos canción de este famoso cuarteto. Además, no sentir la ausencia de la bajista de Pixies generaba un morbo insaciable… Ahora, con la permanente renuncia de Kim y la incorporación de Paz Lenchantin (anterior Tool y Queens of the Stone Age, para que lo consideren), ganan en bastantes dimensiones: ella misma es la voz protagonista en temas como “Long Rider” y “Los Surfers Muertos”, además, armoniza de forma natural con Black Francis, cantante y líder.
La locura imprevisible en sus primeros discos ahora se encuentra enfocada en cuentos sombríos con Beneath the Eyrie: historias sobre criaturas, muerte e incertidumbre. Existen ratos que rayan en un oscuro carnaval como en “This Is My Fate” y “Daniel Boone”, los ejemplos perfectos de un disco que existe en lo que pocos se atreven a explorar. En definitiva, si la fórmula de Pixies era un claroscuro, prescindieron de la luz para este álbum, pero no de forma negativa.
Del otro lado, sin pensar que hablamos de un punto “negativo” para el disco, este material de estudio cuenta con más apoyo acústico. Si nos tenían acostumbrados a tener mucha dinámica como banda, ahora los elementos se reutilizan una y otra vez, siendo más sobresaliente el protagonismo de Lenchantin, lo cual se agradece.
Pixies se fue a lo más profundo. El grunge de los 90 que los vio nacer, no desaparece de forma catastrófica en un caos sonoro. La psicodelia y la fantasía que conocíamos en ello, como mencionamos, se tornó más tenebroso como si hubieran llegado al momento exacto en el que se revela la verdad. “Estoy intentando llegar a la verdad“, dice Francis en la rola que abre el disco. Pero, ¿cuál es?
No faltan los riffs en cuerdas distorsionadas y coros del grunge clásico como en “On Graveyard Hill” y “Catfish Kate”, pero ubicados en algún lugar más oscuro de la lírica que presenta Francis. Dentro de Beneath the Eyrie, los Pixies se vuelven predecibles, lo que se contradice un poco con los mejores materiales que les hemos escuchado. Esto no rompe con el regreso de una de las bandas más respetadas por distintas generaciones, pero hemos de tomarlo en consideración cuando el disco llega a “Death Horizon”, el último track.