El problema de que una banda conocida, con una base de seguidores sólida y hasta cierto punto, “mainstream” -dentro de la música independiente, claro-, es que cuando visita un país después de muchos años -en este caso cuatro-, los fans esperan que en su concierto echen toda la carne al asador con esos éxitos que en un principio los dejaron prendados y con ganas de escuchar más. La presentación de Beach House en el Auditorio Blackberry este 11 de mayo no fue así.

Desde que anunciaron que vendrían a México para resarcir el daño de su cancelación como parte de Ceremonia 2017, también dieron a conocer que precisamente ese día lanzarían su nuevo disco. Esto, más allá de ser un privilegio -porque para ellos lo fue-, para mí fue algo que me dejó con ganas de más y ojo, eso no quiere decir que no me haya gustado la presentación de la dupla de Baltimore, sino que como fan que lleva casi 10 años escuchándolos me quedé con la espinita de escuchar algo más.

Foto: Cortesía 8106/ Luis Avilés

Cuando los entrevisté justo un día antes de su concierto en el Blackberry, tanto Alex como Victoria me dijeron que no se habían dado cuenta de cuán famosos eran en México. Sin embargo yo lo supe desde el momento en el que se anunció que el concierto ya era sold out y no solo eso, sino que al momento de entrar al recinto y con dos horas por delante para finalmente ver sobre el escenario al dúo en acción, vi cómo la gente ya se había colocado en sus respectivos lugares -de los que nunca se movieron- para tener la mejor visibilidad posible y disfrutar al máximo cada una de las canciones.

Si tienes más de 24 años y miraste con atención a tu alrededor -porque a veces no hay nada más que hacer incluso cuando vayas acompañado y estés hangueando mientras bebes chelas o fumas un cigarrillo-, habrás notado dos cosas que a mí me saltaron porque sí, yo tengo 26. La primera, ya no estás en edad de aguantar tanto tiempo para un concierto y la segunda, la generación centennial es la nueva base de seguidores de Beach House.

Foto: Cortesía 8106/ Luis Avilés

Con esto voy a que los que eran más jóvenes que yo -porque sí era bastante evidente-, se movían sin parar durante el concierto, gritaban y brincaban como si estuvieran viendo una banda de rock. Se dejaban guiar por lo que estaban escuchando mas no sabían apreciar el talento de Alex y Victoria. Toda una serie de cosas que los más “viejos” nos paramos a contemplar para sentirnos como outsiders y al final, cuando toda la magia ocurría sobre el escenario, simplemente nos tomamos el tiempo para sacar un momento los celulares, tomar fotos, boomerangs o video y luego simplemente observar y cantar las canciones -si es que nos las sabíamos-.

Ahora bien, con la parte de “nos la sabíamos” me refiero a que, como lo mencioné en un principio, lo malo de una banda como Beach House que genera muchas expectativas y que tiene un largo historial de discos, es que los fans esperan que toquen esas rolas que los enamoraron en un principio. En el caso de Scally y Legrand, debido a que fue el día en el que sacaron 7 (cuya reseña puedes leer aquí), obviamente tuvieron que incluir en su setlist gran parte del álbum. Ellos muy emocionados, la gente también, pero los más clavados -como yo- les hizo falta mucho más de Beach House (2006), Devotion (2008) -que este año cumplió su décimo aniversario-, Teen Dream (2010) -en lo personal mi disco favorito- y Bloom (2012).

Foto: Cortesía 8106/ Luis Avilés

A pesar de esto, debo reconocer que si hay algo que vi como una gran diferencia entre la presentación de la dupla de Baltimore en El Plaza Condesa cuatro años atrás y ahora, fue que su calidad como músicos había evolucionado de una manera impresionante. Victoria, más allá de ser “la chica de la banda” y mostrar su gran sentido de la moda al usar un traje de vinilo que se reflejaba con las luces y lo hacía ver un tanto metálico, demostró que su voz es más poderosa que nunca con varias prolongaciones sonoras en las letras y coros; también se hizo cargo de la guitarra en algunos momentos y eso es algo que siempre se va a agradecer: ver algo diferente, nuevo. Alex por otra parte, se encargó hasta del más mínimo detalle de la afinación de los instrumentos para dar como resultado varios solos de guitarra que cambiaban conforme él apretaba los pedales. También hubo sintetizadores y teclados, muchos, gracias a eso la saturación de los sonidos me voló la cabeza en más de una ocasión. Un gran performance de estos dos seres tímidos, con desagrado a las fotografías o a que sus rostros fueran vistos, pero que entre penumbras sacaban lo mejor de sí.

Foto: Cortesía 8106/ Luis Avilés

Ahora toca el turno de mencionar al baterista, un elemento que hemos visto con anterioridad pero que en un principio sonaba como muy fuera de lugar. Me refiero a que hay canciones que Beach House creó sin la necesidad de incluir la batería y ahora, debido a que era su compañero o su apoyo, decidieron incluir este factor para darle un upgrade a sus canciones. Lo malo: no lo lograron pues en un principio tuvieron varias fallas de sonido y volumen. No por nada Alex parecía desesperado y señalaba a los técnicos que aumentaran el volumen de su guitarra.

Otra cosa que también marcó la evolución de la dupla de Baltimore, es que a diferencia del escenario de hace cuatro años en el que usaron diversos elementos como cortinas asimétricas y un poco más de luz. Ahora decidieron hacer uso de la tecnología al colocar una gran malla que proyectaba colores, efectos cósmicos como de estrellas, un par de ojos pestañeando y mosaicos a blanco y negro con movimientos psicodélicos, que permitía ver de una manera muy definida y clara las siluetas de Beach House. El momento perfecto para tomar fotos.

Foto: Cortesía 8106/ Luis Avilés

Para mí los puntos más altos de la noche y no estoy sola en esto -los asistentes mismos lo dirán- fue cuando tocaron “Black Car” -que a pesar de ser una canción de su nuevo disco es una de las mejores y una gran forma de comenzar un concierto-, “Wild”, “Lemon Glow”, “Space Song”, “10 Mile Stereo”, “Master of None” y “Myth”, que de hecho ésta última la sentí un tanto acortada no sé si por la premura para salir del escenario por cuestiones de tiempo o porque la banda así lo decidió.

El encore fue un poco más flojo y es que a pesar de que tocaron una canción de Teen Dream, “Real Love”, hubiera sido preferible que con esa cerraran y no con un tema de 7, que en el disco suena muy bien pues es un ritmo lento, pero que al final saturan con sintetizadores y riffs imparables de Scally, pero que en vivo y debido a que es nueva, genera un sentimiento de extrañeza.

Foto: Cortesía 8106/ Luis Avilés

La ejecución en general, fue impecable: desde los loops, riffs, prolongaciones, voz principal y coros. Ahora Victoria y Alex se mostraron más sueltos, seguros de sí mismos a pesar de que odiaron a los fotógrafos y se cubrían la cara mientras éstos les apuntaban con su lente, interactuaron más con el público -hablando en español e inglés y mostrándose muy agradecidos por la euforia-, pero en definitiva les faltaron mucho más canciones de antaño. Sin embargo, con todo eso, con los centennials gritando, brincando, metiéndose entre la gente solo para tomar “la mejor foto”, Beach House me dejó un buen sabor de boca. También me dejó con una espinita que no me sacaré hasta que los vuelva a ver -y espero que no sea con el lanzamiento de otro disco-, pero sobre todo, con ganas de más: más de ese talento, más de esas atmósferas cósmicas y psicodélicas, más de esas sensaciones de amor y cosquilleo escuchando solamente una canción. Porque es por el gran cariño y admiración que les tengo, que para mí escucharlos durante una hora y media jamás será suficiente…

Foto: Cortesía 8106/ Luis Avilés

Setlist Beach House en el Auditorio Blackberry (11 de mayo)

Black Car

Wild

PPP

Dark Spring

The Traveller

Lemon Glow

Space Song

10 Mile Stereo

Pay No Mind

Sparks

Drunk in LA

Lazuli

Master of None

Wildflower

Elegy to The Void

Myth

Encore:

Real Love

Dive

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