Cerca de las 11:15 de la mañana del 18 de mayo de 1980, Deborah Curtis vio cómo el cuerpo de su esposo Ian Curtis, vocalista de la legendaria banda Joy Division, colgaba de un tendedero de ropa instalado en la cocina de su casa. De esa manera Curtis puso fin a su corta vida pero también, sin saberlo, inició su propio culto musical, que los fans siguen alimentando hasta hoy.

Foto: Peter Hook (Twitter)

Ian Kevin Curtis nació en Stretford, una localidad de Manchester, Inglaterra, en el año de 1956. Desde niño sobresalió por su actitud rebelde y su sensibilidad con el mundo que le rodeaba, cuestiones que con la ayuda de la influencia de grandes plumas literarias como las de Franz Kafka, William Burroughs y Jean Paul Sartre, lo llevaron a desarrollar grandes dotes poéticos que usaría más adelante para crear sus canciones.

Musicalmente Ian Curtis comenzó gracias a un concierto de los Sex Pistols, quienes tocaron en el Manchester Lesser Free Trader Hall. Ahí conoció al bajista Peter Hook, el guitarrista Bernard Sumner, y el baterista Stephen Morris, compañeros con los que realmente sintió que podía figurar en la escena del punk. De esa manera nació Warsaw, que más adelante se cambiaría a Joy Division, el nombre del grupo de esclavas sexuales que tenían los nazis en los campos de concentración.

Foto: Joy Division (Twitter Oficial)

Como toda banda comenzaron tocando en diferentes bares, eso hasta la llegada de su primer EP An Ideal For Living, el cual contenía cuatros tracks: “Warsaw”, “No Love Lost”, “Leaders of Men” y “Failures, canciones que meses después llevaron a la banda a firmar su primer contrato con la disquera Factory, fundada por el periodista musical Tony Wilson, quien les dio la libertad creativa que pocas bandas gozan en la industria de la música y que los impulsó a ser una de las agrupaciones más sobresalientes en la historia de la música inglesa.

Primer EP de Joy Division

Su contrato con la disquera fue el primer paso en el escalón de la fama de Ian Curtis, pero también marcó el principio del fin de su tormentosa vida. Por un lado, el toque único de Joy Division, las letras oscuras de Ian y sus peculiares bailes sobre el escenario comenzaron a poner al grupo en el mapa musical de Europa. Incluso los llevó a trabajar con el productor musical Martin Hannett, un hombre excéntrico que constantemente los ponía en situaciones extrañas para explotar el potencial de la agrupación. De igual forma, la fama los llevó a aparecer en el programa de la BBC Something Else, y a ganar fans en los lugares en los que se presentaban.

Pero mientras eso ocurría, la vida personal de Ian se venía abajo. Por un lado el cantante comenzaba a resentir cada vez más los ataques epilépticos que padecía y la medicina para controlarlos parecía ya no hacer efecto sobre él. La repentina fama a la que estuvo expuesto aumentó considerablemente sus problemas de ansiedad y depresión. Eso sin mencionar su dependencia al alcohol y las drogas. Ian Curtis se convertía poco a poco en una bomba de tiempo que estaba a punto de estallar.

Ian Curtis / IMBD

También el amor fue un detonante muy importante. No es ningún secreto que Ian vivió sus 23 años de una manera muy rápida: En 1975 a la edad de 18 años, se casó con Deborah Woodruff, una compañera de la escuela y su esposa hasta el día de su muerte. En la película Control (2007), del fotógrafo Anton Corbijn, y que está basada en el libro de Deborah llamado Touching From A Distance, nos deja ver a Woodruff como una persona que siempre apoyó a Ian en todo momento. A los 22 años ya era Papá de Natalie Curtis, la única hija que el cantante dejó en su paso por la tierra. 

Ian Curtis con su hija Natalie. Foto vía: Noiselab

Y quizás el haber vivido tan fugazmente llevó a Ian a enamorarse de la periodista Annik Honoré, a quien conoció gracias a una entrevista que ella le hizo a la banda para un fanzine y con quien mantuvo una relación extramarital hasta el fin de sus días. Si bien este trío amoroso nos trajo “Love Will Tear Us Apart”, una de las obras maestras de Joy Division que habla de su matrimonio fallido, también fue, hasta cierto punto, responsable de la muerte de Ian Curtis. 

Agobiado por la fama, sus problemas emocionales y tras no poder decidir entre su esposa y su amante, Ian fue a la casa de Deborah Woodruff la noche del 17 de mayo de 1980. Antes de eso, habló con Annik, con quien se vería al día siguiente pues él y los demás integrantes de Joy Division iniciarían su primer gira por Estados Unidos. Le dijo que le dejaría a su esposa y a su hija Natalie, de un año de edad, todos sus bienes. Honoré, al igual que todos, nunca se imaginó que sería la última conversación que entablaría con el cantante.

Annik Honoré e Ian Curtis según la película “Control” de Anton Corbijn

Tras llegar a casa y discutir con su esposa sobre los tramites del divorcio, a los cuales él no quería enfrentarse, Ian le pidió a Deborah que lo dejara solo. Así lo hizo. De ahí en adelante todo se convirtió en la crónica de una muerte anunciada: primero se dispuso a ver una película alemana llamada Stroszek (1977), dirigida por Werner Herzog y que cuenta la historia de un cantante que va a los Estados unidos en busca de una mejor vida pero que al verse defraudado por sus condiciones de vida y el amor, decide suicidarse.

Póster de la película Stroszek (1977), dirigida por Werner Herzog

Entre su viaje con las drogas, el alcohol, un corazón indeciso y una salud mental deteriorada, Ian puso en la tornamesa el disco The Idiot (1977) de Iggy Pop, se subió a la mesa de la cocina y con una cuerda del tendedero atada al cuello, se dejó caer. Al día siguiente, Deborah Woodruff llegó a su casa y vio el cadáver de Ian colgando en la cocina. Días después el cuerpo de Ian Curtis fue incinerado y en su lápida, que fue robada en el 2008, se lee “Love Will Tear Us Apart”, porque sí, al final de todo el amor fue lo que separó a Ian Curtis de este plano existencial.

De esa manera Ian Curtis le puso fin a una tormentosa vida, llena de excesos, soledad, miedo y mucho potencial en la musica. Con sólo 2 discos de estudio, el legado de Joy Division parece nunca acabar y a 38 años de su muerte, los “Unknown Pleasures” de Ian Curtis siguen aquí, como recuerdo de lo que fue y de lo que pudo haber sido, pero que ya nunca será. 

Foto: Twitter

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Redactora de música, entretenimiento y noticias. Llevo siete años en medios de comunicación y he tenido la oportunidad de conocer, entrevistar y escuchar en vivo a mis artistas favoritas.

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