Todos en esta vida cometemos errores y casi nadie ha armado un escándalo al respecto porque es lo más humano del mundo. Claro que las cosas pueden variar de acuerdo a la magnitud de lo sucedido, y eso es lo que nos trae a la historia que les vamos a contar.
En un día normal, podemos tener un episodio de mala suerte si se nos cae el helado al suelo, si pisamos popó de perro o incluso si nos asaltan. Pero no vamos por ahí pensando en cosas como “uh, espero que hoy no me caiga un misil de casualidad”, tal como le ocurrió a un pobre hombre en Taiwan.
¿Qué probabilidades hay de que de la nada les caiga un misil por parte de los marinos de su país? Sin duda, muy pocas; casi nulas. Sin embargo, para todo hay una primera vez y esta le tocó a un pobre pescador, quien seguramente pensó que lo peor que podría pasarle ese día, sería sufrir unas cuantas quemaduras por el sol.
Bueno, de alguna manera fueron quemaduras…
Lamentablemente, tememos decirles que no hay muchas probabilidades de sobrevivir si un misil los golpea directamente, y aquél pobre pescador no fue una situación especial. Posiblemente, los marinos taiwaneses se deben sentir súper culpables por lo que pasó, pero no podemos juzgarlos, ya que los accidentes pasan y de seguro se les escapó un pequeño misil supersónico sin querer.
Esta vez no tenemos una lección de vida que dar. La cosa es simple, a veces la vida nos da limones y hacemos limonada; otras veces nos da misiles y nos hacen pomada.
Vía gawker