Los tatuajes son una moda que nunca podrá desaparecer, y no sólo lo decimos por el “compromiso” a largo plazo que representa o el valor simbólico de una figura o unas palabras, sino de que, lamentablemente, si hacerlo sale caro, quitarlo es aún peor. Pero, ¿de dónde surge la necesidad de quitarlo?
En primer lugar, de que lo que se tatuó, ya no luzca como antes. Si no nos creen, basta preguntar a todos aquellos que tienen un delfín, alacrán o un tatuaje tribal en forma de cintillo. En unos años, muy probablemente, todos aquellos que tienen versos de poemas desconocidos, o en el peor de los casos, del alma, tendrán una imperiosa necesidad de deshacerse de ellos…
Todo este rollo viene con la noticia de que a todos aquellos que no quieran atravesar por una situación incómoda similar, pero desean un tatuaje, pueden hacérselo en las uñas. Discreto y sencillo, como si se tratara de una simple manicura.
Resulta que una asesora de moda llamada Ambie Stapleton, junto a su amigo tatuador Christian Boyd, comenzaron a experimentar una solución para que las uñas, después de pintarse, no se descarapelaran. Fue así como llegaron al tatuaje de uñas. Quizá suene extraño, pero en realidad, no lo es. Hace unos cuantos años, la idea de tatuarse la orilla de los labios o el contorno de los ojos, resultaba escalofriante. Ahora, para algunas mujeres –sobre todo–, más que una comodidad, representa una necesidad.
Las diferencias, entre este nuevo tipo de tatuaje y los más tradicionales, es que en las uñas no duele, o al menos eso dijo Stapleton en entrevista con Vogue. Según la fundadora de Needle Nails, la aguja apenas si toca la superficie de la uña, pues nunca penetra a profundidad a pesar de que la uña sea delgada. La segunda diferencia, y quizá esta sea la más importante: son permanentes, pero el tatuaje se sale mientras la uña crece como si se tratara de un hematoma subungueal –moretón para los cuates. No se puede quitar ni limpiar, sólo desaparece cuando la uña crece.