Lo que necesitas saber:
Las calles del Centro Histórico se distinguen entre ellas por el tipo de comercios que hay en sus locales. 5 de febrero está dedicada al mundo farmacéutico y de la salud.
La “calle de las farmacias” es un rincón del Centro Histórico que desde tiempos inmemorables ha estado relacionado con la salud y la venta oportuna de toda clase de medicinas a buen costo. Ubicada sobre la calle 5 de febrero, una arteria famosa por sus “droguerías” y por ser la sede del primer hospital de la CDMX. Daremos un recorrido por ella.
Las calles temáticas del Centro Histórico tienen una larga tradición, ya que desde los aztecas existía la costumbre de dividir la urbe en zonas comerciales. De hecho, tras su llegada a Tenochtitlán, Hernán Cortés escribió respecto a un cuadrante prehispánico dedicado enteramente a la salud:
“Existe una calle de herbolarios, con todas las raíces que en la Tierra se encuentran”.
Desde esa época hasta nuestros días, la ciudad ha tenido su propio recoveco de farmacias. Un pareje donde se pueden encontrar no sólo medicinas alópatas sino remedios de homeopatía y naturistas que no se venden en otros lugares.
Con esto en mente, aquí les dejamos un breve recorrido histórico por una de las calles más icónicas y antiguas de esta urbe.
El hospital de la Purísima Concepción
También conocido como Hospital de Jesús, está clínica fue inaugurada por Hernán Cortés aproximadamente en 1524. Cuenta la leyenda que, en este mismo lugar, el conquistador habría conocido al noveno emperador de Imperio Mexica, Moctezuma.
Este hospital cobraba tan sólo dos pesos por consulta, y por eso fue tremendamente popular entre las clases populares, que todos los días hacían grandes filas en espera que los pudieran atender.
Tras su construcción, una multitud de establecimientos abrieron a propósito de la necesidad de medicinas que generaba el hospital. A su vez se instalaron por toda la zona, una buena cantidad de consultorios de médicos alópatas y de medicina alternativa.
Y fue así como poco a poco, entre las y los capitalinos corrió el rumor de que la salud estaba relacionada con la calle 5 de febrero. A lo largo del tiempo, el Hospital de Jesús, que todavía está en funciones vio nacer y morir chilangos.
La tradición de las boticas
Mucho antes de las farmacias y de las empresas gigantes dedicadas a fabricación de medicinas había pequeños establecimientos dedicados a atender a enfermos.
Cuando se sentían mal, los hombres y mujeres de otros siglos acudían a estos negocios, explicaban sus malestares y un experto en hierbas e infusiones le hacía un remedio artesanal a la medida que conjuntaba el conocimiento ancestral que hay de las hierbas en México.
De acuerdo con algunos de los cronistas de la Ciudad de México, la primera botica en 5 de febrero se fundó durante el periodo de la Colonia, en el siglo XVIII. El responsable fue un militar de Sevilla que se dedicaba al comercio de minerales y a la medicina.
Algo de la emblemática Farmacia París
A propósito de una renovación del Hospital de Jesús, que se hizo en la primera mitad del siglo XX, en 1944 se fundó la icónica Farmacia de París, una marca que se ha vuelto un referente de salud en la CDMX.
Empezó como una botica familiar, y se instaló en un edificio del siglo XVI que fue el refugio de los monjes Agustinos. Aún en esta época, sobreviven los acabados antiguos; los pisos, la herrería y esos fantásticos mostradores de madera que nos hacen sentir que estamos literal en los años 50.
Con el tiempo la Farmacia de París se expandió, pero todavía conserva su esencia de botica que nació en la calle 5 de febrero. Se pueden conseguir algunas de sus recetas originales, en particular esas cremas dermatológicas que preparaba el primer dueño.
La casa de Sor Juana
El despliegue de inmuebles antiguos en la calle 5 de febrero es asombroso, pero vale la pena destacar el Convento de San Jerónimo. Un recinto que fue construido en 1623 y es una creación, de estilo barroco, de Alonso Martínez López.
Esta edificación fue el lugar donde Sor Juana Inés de la Cruz pasó los últimos días de su vida. Ahí fue sepultada en un féretro de mármol el 17 de abril de 1695.