Lo que necesitas saber:
Los Juegos Olímpicos de 1968 trajeron tiempos de prosperidad a México. La Ruta de la Amistad quedó como un testimonio de esos tiempos de paz.
Los juegos Olímpicos ya arrancaron, y con ellos vale la pena recorrer la historia de cuando la capital mexicana albergó esta justa deportiva en 1968, y para hacerle un homenaje a algunos de los países participantes se edificó la llamada Ruta de la Amistad, un proyecto que consistió en la exhibición de esculturas que todavía sobreviven en el sur de la CDMX, entre Periférico e Insurgentes.
Está conformada por 19 esculturas monumentales. Las piezas fueron realizadas por artistas de los cinco continentes y tienen alturas que van desde los siete hasta los diez metros a lo largo de un recorrido de 17 km de longitud. Hoy la Ruta de la Amistad es digna de un homenaje.
Es el corredor escultórico más grande del mundo. El trasfondo, como su nombre lo indica, es acerca de lo que aparece en el camino, metafórico y real y hoy sus esculturas siguen en pie después de más de 50 años.
Cómo se hizo el proyecto
La ruta de la amistad fue una idea del artista alemán radicado en México, Mathias Goeritz, el coautor de las emblemáticas Torres de Satélite. Para muchos críticos esta gran pieza en particular le sirvió de inspiración para matizar y hacer real un sueño que siempre tuvo, sacar el arte de los museos y llevarlo a las calles donde cualquiera pudiera verlo.
Con esto en mente, Goeritz hizo un proyecto a propósito de las Olimpiadas Culturales, una iniciativa que quería juntar artistas de todo el mundo y llenar la ciudad de expresiones artísticas que fluyeran de la mano con el deporte, como se había hecho en Grecia muchos siglos atrás.
Tras hacer el boceto, el alemán lo presentó al Comité Organizador de los Juegos Olímpicos. La misión era expresar, desde la escultura, el sentido de amistad entre las naciones que surge durante las contiendas.
Una vez aprobado, Mathias se puso en contacto con escultores de todo el mundo, y aunque les dio total libertad creativa, puso algunas restricciones para que las piezas pudieran perdurar en el tiempo.
Les pidió que las obras se hicieran en concreto y estuvieran pintadas de colores vivos. También les pidió que fueran visibles y estuvieran a cierta distancia de las avenidas importantes. Además, tenían que ser abstractas y estar inspiradas en la amistad.
La ruta de la amistad en 2024
A más de cincuenta años de su construcción, todavía se busca que declaren estas piezas como Monumento Artístico de la Nación y como Patrimonio Artístico de la Ciudad de México. Desde 1994, el Patronato se ha dedicado a cuidar y rescatar esta obra.
Algunas esculturas se han reubicado porque ya no eran visibles, la huella urbana se las comió. Uno de los temas que se tienen pendientes y que recientemente fue financiado por una compañía italiana, es cubrirlas de pintura antigrafiti, soluble al agua y sustentable.
Cinco esculturas para ver una vez en la vida
Las piezas monumentales están más vivas que nunca, y sólo por eso vale la pena dedicarles un poco de nuestro tiempo e ir a visitarlas. Para que se inspiren, hemos seleccionado cinco de las más icónicas en nuestro homenaje a la Ruta de la Amistad.
Señales, de Ángela Gurría
Una de las esculturas mexicanas que fue invitada al proyecto. La artista diseñó dos piezas sin forma aparente que eran blanco y negro para resaltar la participación de África en los Juegos Olímpicos por primera vez en la historia.
Muchas naciones trajeron a sus delegaciones, con excepción de Sudáfrica, que al presentar un contingente integrado sólo por blancos, se quedó fuera de la contienda para hacer una alegoría del racismo.
El muro articulado, de Herbert Bayer
Una de las obras más icónicas es “el muro articulado” del austriaco Herbert Bayer, uno de los grandes representantes de la Bauhaus. Consistió en un grupo de vayas amarillas que van oscilando una encima de la otra.
Esta pieza que también está en Denver Colorado, ya que lo atletas la vieron durante su estancia en la capital y pidieron tener una réplica.
Disco Solar, de Jacques Moeschal
Es uno de los símbolos más destacados de los Juegos Olímpicos de 1968. Esta gran escultura diseñada por el arquitecto belga, se instaló en la zona arqueológica de Cuicuilco. Mide casi 18 metros de altura y representa a Bélgica.
Su figura fue elegida como la iconografía que representa a la estación Villa Olímpica de la línea 1 del metrobús. Hoy sigue imponiendo su presencia.
Hombre de paz, de Constantino Nivola
Esta escultura representa a Italia. Aunque por muchos años permaneció abandonada. Se conforma por un conjunto de figuras geométricas que sostienen una paloma en su parte superior.
Mide 11 metros de altura, es blanca y también lleva los colores de la bandera italiana. Está ubicada en un jardín dentro del trébol de Insurgentes Sur y Periférico.
Reloj Solar, de Grzegorz Kowalski
Otra de las obras de la Ruta de la Amistad que llaman más la atención es la del polaco Grzeogorz Kowalski. Se compone por siete grandes conos de formas diferentes, algunos unidos entre sí.
Fue pintada en colores cálidos y sus formas sugieren movimiento a la vista del espectador. También está en el trébol de Insurgentes Sur y Periférico.