Lo que necesitas saber:
La Ciudad de México ha sufrido varias catástrofes naturales a través del tiempo. Una de ellas la hizo desaparecer durante cinco años
La capital mexicana no es ajena a los desastres naturales. Este lugar del mundo ha visto pasar por sus barrios terremotos, erupciones volcánicas masivas y vientos terroríficos. No obstante, la catástrofe más grande ocurrió en 1629 cuando la capital se volvió un río gigante y hubo que abandonarla durante cinco años, ¿se imaginan? Ese fue el día que desapareció cinco años la Ciudad de México.
En su libro, La ciudad oculta, el historiador Héctor De Mauleón comenta los pormenores de este suceso que, aunque poco conocido, transformó para siempre la Nueva España. Aún en 2024 resulta asombroso cómo una gota se transformó en una de las mayores tormentas que han ocurrido.
El evento es conocido como “la Tromba de San Mateo”. Aunque no se tienen muchos datos, sabemos que cayó un temporal que cubrió las principales arterias con al menos dos metros de agua con el cielo negro, truenos ruidosos y los restos de las vidas de personas flotando sobre un río interminable.
Dicho lo anterior, aquí les dejamos este pedazo inadvertido de historia que, de alguna manera, nos revela las complicaciones de fundar una ciudad sobre un lago que está rodeado de montañas. Un sitio de belleza excepcional, pero absolutamente vulnerable.
Algunas explicaciones de la tromba de San Mateo
Aunque no existen muchas certezas respecto a por qué ocurren los fenómenos naturales, sí sabemos que durante el periodo de conquista, la Ciudad de México cambió radicalmente.
Para construir castillos, iglesias y conventos, hubo que destruir todo lo que habían dejado los aztecas. Además, para conseguir material se tuvieron que tirar bosques enteros y hasta desmantelar montañas. Sólo la casa de Hernán Cortés utilizó al menos siete mil vigas de cedro.
El uso de materias primas fue tan excesivo, que los ríos y lagos de la ciudad se llenaron de barro y bloquearan el flujo natural del agua, lo que durante décadas provocó inundaciones grandes y pequeñas. En menos de 25 años, los pobladores de la Nueva España percibieron un cambio brutal en los ecosistemas naturales que rodeaban en centro.
La Tromba de San Mateo
Con este panorama y sin la disposición del gobierno de construir desagües, era obvio que la ciudad no estaba lista para enfrentar las clásicas lluvias de final de verano y principios de otoño.
Fue así como el 21 de septiembre de 1629 (Día de San Mateo) ocurrió la tragedia. Un temporal se instaló en Nueva España y no paró de llover durante casi tres días. Las arterias, las casas, y las personas quedaron debajo del agua y del lodo.
La segunda peor inundación que afectó a la capital mexicana ocurrió en julio de 1951. Después de varias horas de lluvia, algunos ríos se desbordaron y varias zonas de la ciudad fueron afectadas.
La Ciudad de México desapareció
Como ocurre en estos tiempos, los mayores afectados por la tragedia fueron las familias con menos ingresos y las casas peor preparadas para hacerle frente al torrente que escupía el cielo.
Algunos escritores e intelectuales de la época estiman que las lluvias provocaron la muerte de más de treinta mil indígenas. Los que no fallecieron fueron desplazados a otras ciudades y la capital quedó parcialmente vacía con sólo 400 familias viviendo en la periferia.
Cuenta De Mauleón, que para transportarse entre las calles había que usar canoas. Algunas edificaciones se perdieron totalmente y los más religiosos organizaron misas encima de los techos de las casas “entre lágrimas, sollozos y lamentos.”
Por su parte, las inundaciones generaron toda clase de enfermedades, olores terribles y una masacre apocalíptica de animales. Los pocos que quedaban veían flotar sus cuerpos como un recordatorio del dolor.
¿Cómo se recuperó la Ciudad de México?
Tras buscar soluciones, algunas reales y otras mágicas, muchos gobernantes sostuvieron que había que abandonar masivamente la ciudad. Algunos propusieron que todas y todos se mudaran a Puebla, otros, a los pueblos de la periferia: Tacuba, San Ángel o Coyoacán.
Los planes de evacuación no funcionaron y fue así como el gobierno comenzó a invertir en proyectos de ingeniería, entre ellos, los desagües que fueron obra del cosmógrafo llamado Heinrich Martin, conocido aquí como Enrique Martínez.
Cinco años después la vida “volvió a la normalidad”. Las calles se secaron y el gran chubasco fue olvidándose poco a poco. No obstante, nunca volvimos a ser los mismos, esa es la cara más triste de los desastres naturales.