Por: Mafer Olvera y Paola Palazón
El hecho de verte implica un proceso cognitivo mucho más allá de los ojos, el sentido de la vista tiene que ver con una interpretación que arroja tu cerebro ante alguna imagen captada por los ojos. Razón por la cual, una misma imagen, que podría ser la tuya, puede tener un sinfín de interpretaciones a favor o en contra: lo que los demás ven y lo que tú observas en ti mismo. ¿Te ha pasado que te paras frente al espejo y te ves horrible? “Como te ves, te sientes”, dicen por ahí.
Al ser un proceso mental, incluye la parte psicológica, capaz de alterar también tu estado de ánimo hacia emociones como satisfacción, alegría, seguridad, orgullo o todo lo contrario ante lo que imaginas ver en tu cuerpo, en tu apariencia y, con ello, la apreciación de ti mismo. En otras palabras, te ves y te sientes defectuoso y por tanto te da pena que te vean los demás o necesitarás hacer hasta lo imposible por cambiar esos supuestos defectos que tal vez solo tú ves. El Síndrome del Espejo sí existe y científicamente se le conoce como TDC Trastorno Dismórfico Corporal.
Datos de la Organización Mundial de la Salud indican que solo entre el 1% y 2% de la población ha sido diagnosticada con TDC, sin embargo, la industria de la belleza, la estética corporal y lo referente a lograr verte “bien” en poco tiempo, se han convertido en un enorme negocio. Pero, ¿hasta dónde se trata de cuidado de la salud y belleza, que es muy válido, y cuándo se lleva a un trastorno?
Especialistas en cirugía plástica señalan que los principales afectados son personas que viven de su imagen, famosas, actrices, actores y en general, personas que consideran que su físico define sus oportunidades en la vida. Sin embargo, el Síndrome del Espejo nos puede afectar absolutamente a todos en algún momento de nuestras vidas. Las variables para determinar si es pasajero o no, serán: la duración, los efectos en la vida diaria, el impacto en nuestra seguridad y autoestima, y por supuesto, el tiempo, los recursos y los riesgos que tomemos para modificar aquello que vemos mal en nosotros.
El deseo de sobresalir, las comparaciones, la exacerbada publicidad de verte y sentirte bien, nos pueden llevar a reacciones extremas y en exceso, además de pensamientos constantes de autorrechazo y vergüenza.
En ocasiones, sin darnos cuenta nos estamos comparando todo el tiempo. La exageración al momento de valorar algún defecto se convierte en una obsesión, por tanto, provocará angustia, estrés y ansiedad, hasta que no logremos cambiarlo. Se trata de una forma de pensamiento completamente irracional que se convierte en una creencia que lleva a las personas a conductas radicales.
El TDC es un trastorno de la salud mental que puede ser la antesala de otros trastornos como la depresión, ansiedad, anorexia, bulimia, entre otros. La obsesión por verse tal y como la mente lo imagina o desea se convierte en una compulsión que no para, incluso, después de cuantas cirugías plásticas, hormonas, dietas, productos milagro o dinero se invierta. Como se trata de un trastorno, la solución siempre estará de adentro hacia afuera, es decir, de la mano de un especialista con el que se pueda trabajar la parte psíquica, social y personal.
De acuerdo con la psicóloga Mariola Bonillo, del Centro de Psicología Área Humana de Madrid, “la persona que tiene una Dismorfofobia o Síndrome Dismórfico cree de manera exagerada que tiene uno o más defectos o imperfecciones en su aspecto físico. Esta creencia sobre su imagen se expresa con una gran preocupación, una obsesión que genera angustia y malestar. La persona puede llegar a aislarse socialmente, evitando así que los demás vean sus defectos”.
Y continúa: “según muchos estudios el inicio de esta creencia podría iniciarse en la adolescencia, aunque puede aparecer a cualquier edad. El Trastorno Dismórfico Corporal lo sufren tanto hombres como mujeres. Las preocupaciones más frecuentes son defectos de la cara (nariz –que según los estudios ocupa el 45% de los casos–, dientes, arrugas, pelo…), defectos del cuerpo (abdomen, nalgas…) y olores corporales. Lo que se observa es que las mujeres se preocupan más por la cara, el pelo y la forma o el tamaño de los pechos, y los hombres se centran más en el aspecto y tamaño de los genitales”.
Según la especialista madrileña, una variante del Trastorno Dismórfico es la Vigorexia o Dismorfia Muscular.
“Se caracteriza por la obsesión por obtener un cuerpo hipermusculado, lo que conduce a estas personas —principalmente hombres— a pasar horas en el gimnasio y a consumir hormonas y anabolizantes esteroides para aumentar la masa muscular. Las personas que padecen Vigorexia se ven excesivamente delgadas a pesar de tener un cuerpo muy musculoso, presentan pensamientos reiterados de preocupación y mantienen constantes rituales como dedicar horas a los ejercicios de musculación, pesarse continuamente, llevar una dieta muy estricta y restrictiva, etcétera”.
De acuerdo con la psicóloga Mariola, algunos de los síntomas que podemos observar entre las personas propensas a padecer del TDC, son:
- La preocupación excesiva por los defectos e imperfecciones percibidos de algún o algunos aspectos de la cara, el cuerpo y/o de olores corporales.
- Esos “defectos” no son observables por los demás o parecen no tener la importancia que la persona les otorga.
- Se suelen realizar comportamientos repetitivos tales como mirarse mucho al espejo, cambiarse muchas veces de ropa antes de salir, buscar información en internet sobre cómo remediar el “defecto” o comparar su aspecto con el de otros u otras.
- Se utilizan gran variedad de productos de belleza, cremas, maquillajes, etc.
- Hay una tendencia a peregrinar por médicos especialistas como cirujanos, dermatólogos… para buscar una solución al “defecto” o a la “imperfección”.
- Se incrementa la actividad física y nunca es suficiente.
Vaya reflexión la que nos deja la psicóloga Mariola, porque, si nos detenemos un momento, todos hemos estado en este lugar. Y aunque tal vez no lo llevemos al extremo, nos permite reflejarnos en el poder de la mente para conducirnos a lugares en positivo o negativo.
En este espacio hemos hablado del amor propio, de la aceptación radical y en general de cómo nuestra mente siempre nos jugará a favor o en contra. Aquí, el balance, la aceptación, el equilibrio y el autoconocimiento siempre nos sacarán adelante. Verte y estar bien son dos engranajes perfectos, pero no son estados permanentes. Aceptemos que cada etapa de la vida tiene sus respectivas formas, el cuerpo, las capacidades y la mente van evolucionando de acuerdo a cada una.
Mafer Olvera y Paola Palazón Seguel son creadoras de SIKI y Ser Mamá Hoy, plataformas de bienestar emocional y promoción de la salud mental. Mafer es creadora del modelo Hospital de las Emociones, consultora en juventudes y salud mental, y Paola es autora, emprendedora y creadora de proyectos de bienestar emocional y espiritual.