Aunque muchas veces tenemos la sensación –equivocada– de que la humanidad ha logrado conquistar casi todos los espacios de la Tierra, algunos sitios son todavía un misterio absoluto para nuestra especie, por ejemplo las profundidades del océano.
Debido a la distancia y a la inminente falta de oxígeno, todavía no existe una manera de bajar y ver con nuestros propios ojos que sucede en el fondo del mar. Esto implica que hay cientos de paces que no conocemos.
Sin embargo, casi desde el inicio de los tiempos, el humano se ha obsesionado con la idea de bajar al centro y descubrir lo que sucede ahí donde nadie ha llegado. Desde las novelas de Verne, la estrella polar y los navegantes, miles lo han intentando sin éxito.
Así es el Océano de profundo
Para comprender la complejidad de este viaje, habría que entender que al menos el 70% de la superficie de nuestro planeta se compone de inmensas masas de agua que son la responsables de alimentar los océanos y los ríos.
A este fenómeno se le conoce como fondos marinos. Se trata esencialmente de espacios que se ubican entre los 3 mil o 6 mil metro debajo del nivel del mar.
Un abismo –lugar de gran profundidad, donde no puede verse el fondo– tan inmenso que en algunos sitios remotos, e inimaginables, llega alcanzar 11 mil metros bajo el nivel del mar, extensiones más grandes que el propio Everest.
El robot que conquistó las profundidades del océano
A propósito de lo anterior, recientemente un robot logró bajar al punto de más profundo que conocemos de nuestro planeta, un lugar llamado La fosa de las islas marianas que se ubica en el Anillo del Fuego del Pacífico, ese lugar donde se originan los temblores y las erupciones volcánicas.
Se trata de un vehículo de buceo construido especialmente para explorar las profundidades. Se llama Nereus, un vocablo que en griego se traduce como el viejo hombre del mar.
Esta máquina se sumergió a una distancia comparable con la altura a la que vuela un avión comercial, esto la convierte en el artefacto, creado por la humanidad, que ha llegado más lejos en la historia de la Tierra.
Hay que destacar que el robot –construido por el buque dedicado a la investigación Kilo Moana – tuvo que pesar más de tres toneladas y medir al menos cuatro metros. Así mimo, se le integró tanto una fibra óptica, como una batería hecha de litio.
Para transitar su odisea, Nereus tuvo que soportar una presión mil veces mayor a la que hay en la superficie del planeta, comparable a la que tiene Venus.
¿Qué descubrió este robot?
Durante su viaje al fin del mundo, el vehículo recogió sedimentos de las placas tectónicas que pueden ser reveladores para comprender de dónde venimos y hacía donde vamos. Además, capturó una buena cantidad de imágenes para que seamos testigos de lo que pasa ahí adentro.
Los científicos a cargo de esta iniciativa, consideran que la travesía de Nereus es importantísima, entre otras cosas, porque abrió camino y ahora la ciencia podrá al fin recorrer los lugares más recónditos del mar y conocer miles y miles de especies que nunca habíamos visto.
Para este grupo de norteamericanos que pasan su vida sobre un barco, como si fueran personajes de Veinte mil leguas de viaje submarino, este robot es solo el inicio de ese universo que alguna vez imaginó y escribió Verne.