Por: Mafer Olvera y Paola Palazón
Que si nos alteran; que si nos dañan; que si son las causantes de tanta distorsión mental; que si nos mantienen enajenados; que si nos dominan; que si controlan nuestros patrones de consumo; que si nos vigilan; que si no podemos vivir sin ellas; que si son un escape de la realidad; que si manipulan nuestras emociones; que si acaparan toda nuestra atención y tiempo; que si son la mejor herramienta de venta. Todo esto y más son las redes sociales que hoy, para bien o para mal, son parte indeleble de nuestros días, nos marcan tendencias, nos acercan o alejan de personas y, de alguna manera nos hacen estar y ser parte del mundo.
¿Cómo éramos antes de Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp o YouTube? Seguramente poco recordamos de esas épocas, casi prehistóricas. Más para los adolescentes, jóvenes y muchos niños que no pueden ni imaginar una vida sin acceso inmediato a todo, y que han desarrollado herramientas increíbles para el uso de la tecnología. O para quienes resolvemos casi todo por Whatsapp o Google.
Mucho se ha dicho en torno a su impacto negativo, hemos sido testigos del odio en extremo, de la discriminación, del racismo, de cómo algunas carreras se enaltecen o se hunden de un día a otro; del papel fundamental que tuvieron en la elección del presidente del país más poderoso del mundo –Barack Obama en 2008 y Donald Trump en 2016–; verdades a medias, injusticias, calumnias, manipulación, fraudes, acoso, criminalidad, productos basura.
En las redes podemos ver de todo en exceso; pero también, en ellas encontramos coincidencias, desahogo, contenido útil y valioso, amistad, conexiones sociales y de negocios, consejos, diversión, entretenimiento, información, alegrías, productos de calidad, investigaciones periodísticas valiosísimas o hasta pareja.
Pero lo más relevante es que hoy también representan una forma de organización hacia las causas más sensibles. Campañas de recaudación de fondos, de denuncias, exigencia de derechos, peticiones y hasta la posibilidad de incidir positivamente en la búsqueda de alguna persona desaparecida o violentada. Vamos, las redes hoy son ambivalencia pura, son un enredo difícil de comprender, pero influyen tanto en la imagen, mente y sentir de las personas, que impactan en las decisiones públicas y privadas, en los mercados, en las familias, en las parejas, en los amigos y en las nuevas formas de poder hacerlo todo: desde vender un pastel, adquirir conocimiento, hacer campaña, hasta tener acceso a tutoriales de cómo suicidarte o intoxicarte y un sinfín de actividades bastante oscuras. Así de extremo.
Como adultos tal vez esto pueda entenderse mejor y cabe la posibilidad de que logremos discernir entre lo que nos sirve o afecta de ellas, aunque nadie se salva de un Like o no Like, de un bloqueo, de dejarte en visto sin respuesta, de peleas catastróficas en notas de voz o textos, de compararse con la vida de los demás, o de andar compre y compre todo lo que nos inducen sin darnos cuenta. Todos somos parte de ese enredo. A todos nos importan y en gran medida, nos mueven y provocan, al grado de provocarnos ansiedad, estrés, tristeza, enfado o impactar en nuestra autoestima.
Están tan finamente programadas que nadie estamos exentos de su influencia. No estamos hablando de internet y sus beneficios en la practicidad de adquirirlo todo de manera inmediata. Estamos hablando de redes sociales y cómo nos impactan y en México las más utilizadas por más de 77 millones de usuarios son: Facebook, Whatsapp, YouTube, Instagram, Twitter y Waze, esto significa el 69% de la población y para 2025 se estiman 95 millones.
¿Nos manipulan? Claro. Inciden en todo, hasta en las preferencias políticas. Polarizan.
¿Dominan nuestros gustos, hábitos y preferencias? Sin duda, nos muestran lo que saben que queremos ver.
¿Podemos vivir completamente desconectados? Difícilmente, pero no es imposible lograrlo.
¿Nos han alivianado en pandemia? Seguramente sí porque nos permiten “estar” y seguir siendo parte de algo, aunque no podamos. Además de ser una forma de expresarnos.
¿Nos hacen sentir mejor? En ocasiones sí, en otras todo lo contrario.
¿Son un buen negocio? Claro, el tiempo que pasas en ellas dando clicks, likes, viendo, consumiendo, escuchando o comentando representa dinero para otros. Para la publicidad, mercadotecnia y el comercio en línea, son vitales. Según el último estudio sobre Hábitos de los Usuarios de Internet en México (julio 2019) de la Asociación de Internet MX, de los 82.7 millones de usuarios del país, 82% accede a redes sociales durante varias veces al día.
¿Nos definen en sociedad? Claro, la validación social es una necesidad y las redes son un excelente vehículo para proyectar realidades alteradas o alternas. O, en muchos casos, simplemente compartir contenido para mostrarnos ante los demás es una forma de validarte a ti mismo.
¿Son un desahogo? Para muchos sí, y es que en ocasiones lo que no puedes hablar o expresar en persona, sale mejor en el Face, Twitter o Whatsapp.
¿Generan adicción? Sí, principalmente en niños y adolescentes pueden llegar a alterar a tal grado de generar trastornos importantes.
¿Alteran nuestro pensamiento? Por supuesto.
Desde el punto de vista psicológico y particularmente en adolescentes, la psicóloga y doctora en Ciencias de Investigación en Medicina, Pilar Meza, nos comenta:
“la búsqueda de identidad, muy natural en adolescentes, se ha visto impactada por la despersonalización y el advenimiento de las redes sociales en este momento de pandemia. Esto tiene efectos colaterales muy importantes, visibles entre los más pequeños, desde etapas preescolares con nuevas habilidades sociales y cognitivas. Pero en adolescentes los lleva a un uso y abuso más intenso, frecuente, libre e íntimo. Se ha visto que promueven ansiedad, baja autoestima, sentimientos de soledad, distorsión en la imagen corporal, entre otras. La pérdida de habilidades sociales y contacto va distorsionando todo, como por ejemplo el concepto de amistad que se basa en la aprobación de los perfiles en redes sociales, a partir de la aceptación y muchas veces estos perfiles están muy alejados de la realidad”.
Y aconseja:
“Como padres de adolescentes y jóvenes será fundamental estar conscientes de que las redes también vulneran, que en ellas hay depredadores cibernéticos que justo lo que buscan son jóvenes con baja autoestima. Son los tiempos que nos tocan vivir, pero es importante no olvidar que como especie, lo que siempre vamos a necesitar será el contacto humano”.
Vaya enredo para quienes son padres de adolescentes hoy, ¿cómo poder controlarlo?
Al final, es lo que nos toca vivir y sacarles el mejor provecho marcará la diferencia entre ser usado destructivamente o usarlas para lo que mejor te convenga. Recomendamos mucho el documental de Netflix “El dilema de las redes sociales”, después, pensarás mejor qué y cómo las utilizas.
#HablaHablemos
Mafer Olvera y Paola Palazón Seguel son creadoras de SIKI y Ser Mamá Hoy, plataformas de bienestar emocional y promoción de la salud mental. Mafer es creadora del modelo Hospital de las Emociones, consultora en juventudes y salud mental, y Paola es autora, emprendedora y creadora de proyectos de bienestar emocional y espiritual.