Nos faltarían dedos en las manos para contar las veces que los doggos han demostrado ser nuestros mejores amigos. Sabemos que el amor que entre un dueño y su mascota es muy fuerte, aunque de igual manera, tanto los animalitos como nosotros haríamos cualquier cosa con tal de tener la certeza de que están bien, incluso hasta cuidarnos en todo momento, como la historia de la perrita que estamos por contarles.
Es muy común encontrarnos con casos de lomitos que hasta el último momento nos demuestran su cariño y lealtad, e inevitablemente los relacionamos con el entrañable Hachiko. Sin embargo, Mino es algo muy especial, pues esta peluda originaria del sur de Vietnam lleva tres años de cuatro que tiene de vida pegada a la tumba de su dueño llamado Khet, un niño que lamentablemente murió en circunstancias muy difíciles.
También puedes leer: COVITO: EL PERRITO ‘HUÉRFANO’ QUE ESPERA A SU DUEÑO QUE MURIÓ DE CORONAVIRUS
Esta es la historia de Mino y Khet
De acuerdo con EFE y según lo que menciona Nguyen Thi Ut, la abuelita del pequeño, su nieto perdió la vida ahogado en el río Mekong, cerca de su casa ubicada en la provincia de Long An. Aunque fue muy poco el tiempo que convivieron, un año para ser exactos, la perrita nunca se despegaba de él y lo acompañaba a todos lados, es por eso que en su corta relación crearon un vínculo que nadie puede explicar.
Mino llegó a esta familia siendo una cachorrita y cuando el pequeño Khet tenía apenas un año. Desde el principio, ambos se hicieron amigos, pasaban el día jugando juntos mientras los padres trabajaban y los abuelos se encargaban de las labores de la casa. Pero su relación se quebró a los dos años tras el fallecimiento del niño, quien cruzó el camino de tierra que separa su casa de un canal y cayó al agua sin que nadie llegara a tiempo de salvarlo.
Esta perrita sigue demostrando el amor a su dueño
La señora cuenta que al pequeño lo sepultaron detrás de su casa, como suelen acostumbrar algunas personas en Vietnam. Pero a los tres días del entierro, la perrita se instaló sobre la lápida, el lugar en el que más tiempo pasa desde que ocurrió la tragedia. Su rutina es muy clara, lo único que hace es recoger un poco de comida, y después de eso simplemente se recuesta y se queda allí la mayor parte del día, hasta que el sol se oculta.
“Siempre entra en casa un par de horas al mediodía y después vuelve a salir, aunque haga mucho sol o llueva. A veces incluso pasa toda la noche. De repente toma algo de comida o alguna fruta y la deja junto a la tumba”, dice la abuelita, pues tiene la certeza de que Mino sabe muy bien qué le ocurrió a Khet y que el cuerpo de su dueño está allí, enterrado, a pesar de que los papás tienen más niños jugando en casa.
Tras un problema familiar, están pensando reubicar la tumba del niño muy cerca de su hogar, pero la señora tiene muy claro que la perrita no dejara de cuidarlo en el lugar donde se encuentre: “Estoy segura de que aunque cambiemos la tumba de sitio, Mino seguirá pasando allí el día”. Sin duda, esta es una de esas historias que nos conmueven hasta los huesos y nos recuerdan una vez más que los doggos son lo mejor que nos ha pasado.