La NASA acaba de lograr un nuevo hito con la llegada del rover Perseverance a Marte este jueves, 18 de febrero. El evento fue histórico en muchos sentidos, pues además se trató de la primera transmisión que la agencia espacial estadounidense realizó también en español.
Por supuesto, el aterrizaje del vehículo robótico ha sido el tema central del día… pero en medio de la emoción surgieron por ahí otras curiosidades. Diana Trujillo, una de las ingenieras involucradas en la misión, estuvo a cargo de liderar la transmisión para la comunidad hispana y por ahí comentó un dato curioso sobre una de las tradiciones más conocidas de los astronautas y el personal de la agencia: comer maníes.
Esta costumbre ya tiene sus añitos, pero muy poco se sabe sobre el origen y los motivos detrás de esta peculiar cábala. De hecho, todo tiene que ver con diversas misiones de hace décadas que habían fallado. Veamos la historia.
El complicado programa Ranger de la NASA
Desde principios de la década de los 60, la NASA buscó explorar la superficie lunar en diversas ocasiones como parte del programa Ranger. La idea realizar una misión no-tripulada para recabar fotografías de nuestro satélite natural. Para esa época, este sería uno de los objetivos primordiales en el campo de la aeronáutica espacial.
Sin embargo, las cosas no salieron como se suponían. Cada misión diseñada por el Jet Propulsion Laboratory (JPL, la misma que hoy fabricó Perseverance) y la agencia estadounidense fracasó. Fueron seis intentos entre 1961 y 1964 los que fallaron, ya sea por impactos desastrosos en la Luna, una avería de la nave o un lanzamiento infructuoso… pero todo cambió en el séptimo intento, donde surgiría la cábala de los maníes.
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Ranger 7 y la tradición de los ‘Lucky Peanuts’
El 28 de julio de julio de 1964, la NASA se encontraba frente a una oportunidad más para lograr su ansiada misión exploratoria a la Luna. Esta vez, el Ranger 7 sería la nave destinada a romper la mala racha que la agencia espacial había arrastrado en su media docena de intentos anteriores. La tensión, como imaginarás, se sentía en las instalaciones de Operativos de Vuelo del JPL.
Los seis fracasos pasados del programa tenían a todo el equipo nervioso, pues había presiones del gobierno estadounidense y el ojo público sobre si realmente este programa valía la pena. Es ahí cuando entra en acción Dick Wallace, el entonces ingeniero de trayectoria de la misión.
“Pensé que repartir cacahuetes podría aliviar un poco la ansiedad en la sala de operaciones de la misión”, dice Wallace en un artículo para la NASA. Y el resto, como él mismo dijo, es historia. El Ranger 7 funcionó a la perfección, la misión se logró y eventualmente, gracias a las fotografías recabadas, se pudo delinear el aterrizaje de la futura misión del programa lunar Apolo.
De la mano de esa anécdota, nacieron los Lucky Peanuts que hoy se logran ver casi siempre en las estaciones de control de misión cuando hay lanzamientos o aterrizajes. Y aunque eso suene a superstición, el propio Dick Wallace dice “Espero que no… No en este bastión de la lógica y la razón”.