Pues sí, qué le va uno a hacer, a los latinoamericanos nos gusta empinar el codo.
Esto que muchos podrían considerar un asunto cultural o meramente anecdótico, en realidad está a nada de convertirse en un problema de seguridad pública para esta región del planeta. Al menos así lo ve la Organización Mundial de la Salud (OMS), quienes elaboraron su primer informe especializado sobre consumo de alcohol de la región y mostraron este alarmante dato:
En América Latina y el Caribe, por persona anualmente se consume una media de 8.4 litros de alcohol puro. Ya cada quién valorará con su hígado si esta cifra está muy elevada para sus estándares, lo cierto es que la media latinoamericana está 2.2 litros por encima del promedio mundial.
La única región del mundo en la que se consume más alcohol es en Europa, que incrementa notablemente su porcentaje gracias a que en los países del Este toman como si no hubiera mañana.
La Copa América del alcoholismo
¿Cuáles países de Latinoamérica son aquellos en los que le más bebemos alcohol? Les dejamos esta lista, que va de atrás para adelante pa’ darle más emoción:
19. El Salvador – 3.2 litros por persona
18. Guatemala – 3.8 litros por persona
17. Honduras – 4 litros por persona
16. Nicaragua – 5 litros por persona
15. Cuba – 5.2 litros por persona
14. Costa Rica – 5.4 litros por persona
13. Bolivia – 5.9 litros por persona
12. Colombia – 6.2 litros por persona
11. República Dominicana – 6.9 litros por persona
9. México – 7.2 litros por persona
9. Ecuador – 7.2 litros por persona
8. Uruguay – 7.6 litros por persona
7. Panamá – 8 litros por persona
6. Perú – 8.1 litros por persona
5. Brasil – 8.7 litros por persona
4. Paraguay – 8.8 litros por persona
3. Venezuela – 8.9 litros por persona
2. Argentina – 9.3 litros por persona
1. Chile – 9,6 litros de alcohol por persona
¡¡¡Y Argentina volvió a quedar en segundo lugar!!!
Como vemos en México no estamos tan en el hoyo, lo cual tampoco es ningún consuelo.
¿Por qué tomamos tanto?
De acuerdo a Maristela Monteiro, asesora principal en abuso de sustancias y alcohol de la OMS, el aumento del alcoholismo en América Latina podría deberse a la globalización:
“Algo está cambiando en Latinoamérica. Nunca hubo una fuerte cultura de consumo en la región, pero el desarrollo económico y nuevos valores importados de la globalización está haciendo que el consumo excesivo y abrupto sea una tendencia”.
Para ella, otro factor podría ser el crecimiento que ha tenido la industria de estos productos:
“El alcohol llega a todas partes, se han mejorado las cadenas de distribución, hay más establecimientos y oferta y tampoco es desdeñable la presión que la industria sabe ejercer sobre los gobiernos para que los precios del alcohol estén bajos y no haya regulaciones”.
Y ya que mencionamos a la industria del alcohol, está son las bebidas más populares en Latinoamérica:
1. Cerveza – 55% del total de alcohol consumido.
2. Licores (como vodka o whisky) – Más del 30%
3. Vino – 12%
Las consecuencias trágicas
Muchos pensarán que cada persona es libre de meterse y beberse lo que le venga en gana, y en cierto sentido tiene razón, sin embargo, la perspectiva cambia cuando este consumo nos hace poner nuestra vida y la de otros en peligro.
En este caso, tan sólo en el 2012 el consumo alcohol dejó 300,000 muertes en el continente. Además contribuye al desarrollo de más de 200 enfermedades, como la cirrosis hepática y varios tipos de cáncer; hace a las personas menos adherentes a tratamientos de enfermedades infecciosas como la tuberculosis y el VIH; y representa el mayor factor de riesgo entre los adolescentes.
En el 2010, fueron 14,000 los jóvenes menores de 19 años que murieron por causas relacionadas al alcohol.
Además de las pérdidas humanas, el alcoholismo trae consigo otros problemas, tal y como dice Anselm Hennis, Director del Departamento de Enfermedades no Transmisibles y Salud Mental de la OMS:
“La región de las América Latina y el Caribe (…) ha pagado un alto costo en salud, recursos financieros y productividad”.
Por su parte, Monteiro también habla de otras consecuencias relacionadas con el abuso de las bebidas etílicas:
“El alcohol no afecta sólo a quien bebe. Aumentan los episodios de violencia, también los accidentes de tráfico, baja la productividad del país por culpa no sólo de ausencias al trabajo sino por lo que se conoce como ‘depresentismo’, es decir, personas que acuden a su puesto de trabajo sin fuerzas”.
Así tomamos…
El estudio de la OMS también nos muestra algunos hábitos de consumo que se siguen en América Latina. Por ejemplo, para el 2005 un 18% de los bebedores masculinos presentaron episodios de consumo fuertes (por ‘fuerte’ consideramos la ingesta de cuatro o cinco bebidas por lo menos una vez en un período de 30 días), cifra que aumentó al 30% para el 2010.
Para las mujeres, este porcentaje aumentó de 4.6% a 13% en la misma cantidad de tiempo.
Otro dato relevante es que en América Latina, uno de cada cinco bebedores (22%) frecuentemente tiene episodios de consumo alcohólico excesivo, mientras que la media global es de un 16%.
¿Entonces todos somos una bola de borrachos?
En realidad no. No es que todos y cada uno de nosotros esté todo el día con un pomo en la mano. El problema es que un 10% de esta población ingiere más del 40% del alcohol que se consume en Latinoamérica. Al respecto, Monteiro dice que…
“Este dato es muy relevante. No hay hábito de tomar una cantidad moderada por gusto o por salud, como por ejemplo en el vino: el consumo se concentra en grandes dosis. Especialmente en los jóvenes, que lo ven como una especie de rito con prestigio social”.
¿Y ahora?
Como ya vimos la situación es preocupante, pero como ocurre con muchos otros problemas en Latinoamérica preferimos hacernos de la vista gorda.
¿Cómo salir de un problema así?
Maristela Monteiro propone encarecer el alcohol aumentando impuestos a la industria, limitar los días y horarios de venta, aumentar la edad legal permitida para su consumo, reducir la publicidad alusiva a estos productos y ya no darle prestigio social a la acción de tomar alcohol.
De entrada estas medidas pueden sonar muy bien, pero seamos realistas: hay demasiados intereses detrás de la industria de las bebidas alcohólicas y dudamos que ésta de su brazo a torcer.
Por lo pronto la única solución es mejorar la educación y comunicación familiar (sí, aunque suene a choro de Carlos Cuauhtémoc Sánchez) y hacernos cada uno responsable de nuestra forma de tomar.