Por: Mafer Olvera y Paola Palazón
Datos de la OMS indican que 75% de los suicidios en el mundo ocurren en hombres. Cada año, más de 800,000 personas se quitan la vida, eso es una persona cada 40 segundos. Mientras que por cada una de las personas que lo consuman, otras 20 lo han intentado. El panorama es aterrador. Todas y cada una de estas muertes representan una trágica historia prevenible. Esto es que, toda muerte por suicidio se pudo haber evitado si esa persona hubiera buscado ayuda o si en general, los sistemas de salud pública en el mundo fueran lo suficientemente oportunos y eficaces para proporcionar la contención mental y emocional necesaria.
No hablar, no decir, no expresar, no llorar, no querer sentir o lo mismo callar, evadir, ocultar, representan algunos de los principales obstructores de la salud mental y el bienestar emocional de hombres y mujeres. Sin embargo, por múltiples causas –principalmente sociales– estos factores están más presentes en ellos que en ellas, y esto tiene que cambiar.
Tal vez se deba a las formas tan estigmatizantes en la crianza de los hombres, a quienes desde muy niños se les enseña a no llorar y ser fuertes, a ser ganadores ante todo. “Lloras como niña”, “los niños no lloran porque los hombres no lloran”, se sigue escuchando aún hoy en pleno 2020, cuando tenemos encima una de las mayores crisis de salud mental del mundo, además de que vivimos en una época en la que los roles de género poco a poco se democratizan hacia personas que asumimos lo que queremos o necesitamos ser y cómo queremos serlo.
El machismo sistemático en el que vivimos y los estereotipos de género que nos hemos creado como sociedad han enterrado, juzgado, señalado en tono negativo y de debilidad e invisibilizado por completo el sentir de los hombres. Nuevamente porque “los hombres no lloran, no sienten, son fuertes, son hombres”. Esto es además de absurdo, inhumano.
Hablamos de estigmas culturales de antaño y vicios de la sociedad –“suciedad”, como nos gusta más llamarle– que por fortuna a través de las nuevas generaciones comienzan a orientarse hacia formas más sanas y libres de vivir. Esto es alentador, sin embargo, paralelo a esta apertura en muchas de las familias, en la crianza, en la corresponsabilidad de roles y en las formas de recibir ayuda psicológica; las cifras de suicidios, depresión, ansiedad y otros trastornos mentales y del bienestar emocional en el mundo van a la alza, ¿qué está pasando?, ¿qué falta?, ¿en quién recae la responsabilidad?.
De todo esto platicamos con el psicólogo Can-Ek Aroche Aguilar, psicoterapeuta conductual de la rama contextual, también especialista en sexualidad humana, a quien pueden contactar directamente en su página de facebook.
El índice de suicidios en hombres es de 75%, ¿qué nos puedes decir al respecto, desde la perspectiva psicológica?
“Esta cifra tan impresionante conlleva varios factores importantes, uno clave es la masculinidad, la cual configura una imagen del hombre basada en la fuerza, la competitividad, el control emocional, la racionalidad y la valentía. Si un hombre por diversas razones no cumple con algunos de estos puntos, no encaja en el modelo de ser hombre. Y es que las normas de masculinidad funcionan a través de expectativas sociales y de autoconcepto, si yo dejo de hacer o de cumplir estas cosas que se me piden al ser hombre, entonces ¿qué soy?.
Al intentar cumplir con estos estándares no realistas podemos llegar a tener conductas para intentar mantener esta fachada masculina, por ejemplo, conductas de riesgo como consumo de alcohol, drogas, múltiples parejas sexuales, agresiones, hiperactividad en el trabajo, por decir algunas; que simplemente son maneras de evitar el pensar y sentir que no estamos cumpliendo como hombres. También, algo que refleja esta cifra es la ausencia de una red asistencial de atención a los hombres”.
¿Por qué les cuesta tanto a los hombres hablar de sus emociones y de su salud mental?
“El buscar ayuda o hablar de nuestras emociones rompe con esa imagen de hombre que queremos a toda costa mantener. Los sentimientos de melancolía y tristeza son interpretados como signos de debilidad, no por nada esa frase que una gran cantidad de hombres escuchamos: ‘los chicos no lloran’. La búsqueda de ayuda se ve como un indicador de la falta de masculinidad, muchos hombres entonces se convencen de que tienen que resolver sus problemas por ellos mismos y no hablar de lo que sienten”.
Para romper con esta inercia tan negativa y peligrosa, ¿qué puedes recomendarle a todos los hombres que nos leen, o a sus familiares?
“Tenemos que aprender a pedir ayuda, el hablar con alguien no significa debilidad, el poder demostrar nuestros miedos o tristezas tampoco. Entiendo, no es nada fácil hacer esto, si fuera algo sencillo, sin duda ya lo hubiéramos realizado, sin embargo, el seguir intentando no pedir ayuda para no ser débiles solo nos lleva a más debilidades, miedos y tristezas”.
Más claro no lo podemos tener. Si eres hombre y nos estás leyendo queremos decirte que no estás solo, que una parte de tu felicidad se ancla a sentir y sentirte bien, que la fortaleza y por tanto el éxito van de adentro hacia afuera, que compararte con otros solo te provoca estrés, que los estereotipos de género han sido impuestos, pero que todas y todos sentimos por igual, y que platicar solo con tus amigos no es la solución; será importante recibir las herramientas de un profesional, poder expresar tus sentimientos y ser valiente para lograr asumirlos y tratarlos a tiempo.
Los hombres también lloran y está bien. Porque también sienten y eso los hace humanos.
En este sentido, desde SIKI te ofrecemos #HoyVaPorTí, una iniciativa que ha logrado reunir la bondad y empatía de varios profesionales de la salud mental y el bienestar emocional para donar un poco de su tiempo y dar terapia gratuita. Ingresa aquí para recibir ayuda GRATUITA, y si eres profesional, podrás inscribirte para ayudar a los demás.
Lloremos juntas y juntos.
Habla. Hablemos.
Mafer Olvera y Paola Palazón Seguel son creadoras de SIKI y Ser Mamá Hoy, plataformas de bienestar emocional y promoción de la salud mental. Mafer es creadora del modelo Hospital de las Emociones, consultora en juventudes y salud mental, y Paola es autora, emprendedora y creadora de proyectos de bienestar emocional y espiritual.