13 de noviembre del 2015
La tarde del 13 de noviembre del 2015 la redacción de Sopitas.com se encontraba sumida en lo que parecía sería una tarde de trabajo más tranquila de lo habitual. Afuera el cielo nublado y el clima frío hacia que ese viernes tuviera un toque melancólico. Por televisión seguíamos el partido amistoso entre Francia y Alemania que se celebraba en el Stade de France y entonces, en plena transmisión del partido se escuchó una fuerte detonación, pero a la que se le dio poca importancia.
Los minutos pasaban y el juego se siguió desarrollando. En redes sociales comenzaba a hablarse de explosiones en las inmediaciones del estadio. No sólo los comentaristas deportivos se mostraban confundidos sino también varios medios que comenzaban a manejar distintas varias versiones que explicaran lo que ocurría en aquel recinto deportivo.
Poco a poco internet comenzó a desbordarse. Se reportaban incidentes en otras zonas de la capital francesa y ya se hablaba de explosiones, tiroteos y ataques, también comenzaron a circular distintas cifras de heridos y muertos. Con una velocidad sorprendente fueron surgiendo los primeros videos y fotografías, así como los primeros pronunciamientos de distintos políticos y líderes a nivel mundial.
El horror fue total cuando llegaron los primeros reportes de un tiroteo y de toma de rehenes en el interior del teatro Bataclan donde se llevaba a cabo un concierto del grupo estadounidense Eagles of Death Metal.
La calma se había roto, no sólo en nuestra pequeña redacción donde trabajábamos a marchas forzadas para asimilar toda la información que nos bombardeaba y darle un flujo lo más coherente y apegado a los hechos para transmitirlo a nuestros lectores. La calma también se había roto a nivel mundial, y es que este tipo de eventos nos marcan a todos sin importar de dónde seamos o el sitio en el que nos encontremos.
Junio del 2016
Hay heridas que nunca cierran y la que dejaron los ataques que París sufrió 7 meses atrás no son la excepción. Por cuestiones de trabajo visité París hace unos días y quise hacerme un espacio en la agenda para ir tras los rastros que estos ataques habían dejado en París, no en un afán morboso sino para documentar cómo una ciudad tan emblemática como esta se repone de la atrocidad en la que se vio envuelta por culpa del terrorismo.
A pesar de que la tarde era fría y lluviosa (curiosamente el clima era muy similar al que había en México el día del ataque) opté por ir caminando a dos de los sitios que sufrieron ataques terroristas, esto con el afán de captar el pulso que se vive en esas calles donde meses atrás reinó la confusión.
Los lugares que elegí fueron el bar Le Carillon y el teatro Bataclan.
Le Carillon
Fue alrededor de las 21:20 (hora local) de aquel 13 de noviembre cuando comenzó un tiroteo en el restaurante Le Petit Cambodge. De ahí los atacantes le dispararon a la gente que se encontraba en la terraza del hotel-bar Le Carrillon.
Según los conteos finales, 10 personas murieron en Le Petit Cambodge y 4 en Le Carillon. Ambos locales están en el cruce de Rue Alibert con Rue Bichat, y en la actualidad se encuentran operando como si nada hubiera pasado en esa esquina.
Aunque las dos terrazas se encuentran llenas de vida percibí una sensación de inquietud en cuanto llegué al lugar. ¿Será el efecto de ver con mis propios ojos esos sitios que tantas veces vi en los videos que los noticieros replicaban una y otra vez?
Es entonces cuando uno presta atención a los detalles y comprueba que aún hay señales de los ataques, como algunas marcas de disparos o las manifestaciones solidarias relacionadas a los atentados en Bruselas del 22 de marzo de este año. Huellas casi imperceptibles pero que permanecen como elementos mudos que nos cuentan la historia de una noche de noviembre que no debió ser.
Bataclan
Son cerca de 10 minutos a pie los que separan Le Carillon (en el distrito 10 de París) del Bataclan, ubicado en el distrito 10. Para acercarme caminé a un costado del Canal Saint-Martin y después por Boulevard Jules Ferry.
El Teatro Bataclan es una sala de espectáculos diseñada en 1864 por el arquitecto Charles Duval, que desde la década de los noventa fue considerada como monumento histórico de Francia. Y no es para menos, el edificio es realmente hermoso, y por eso mismo duele verlo clausurado, como si el tiempo se hubiera congelado y los fantasmas de la tragedia siguieran rondando por ahí. A diferencia de Le Petit Cambodge y Le Carillon, que se levantaron de sus cenizas, este recinto simplemente respira dolor.
Laminas y maderas mantienen clausurados los accesos e impiden la vista de la parte baja del edificio. Aquí sí hay flores, cartas y veladoras en recuerdo de las víctimas.
La gente que pasa en auto disminuye la velocidad y no son pocos los transeúntes que se detienen frente al teatro en un respetuoso silencio. Y es que si algo lástima al estar ahí es justamente la falta de sonidos. En un París que siempre parece festivo y lleno de vida, el exterior del Bataclan parece abstraerse del resto de la ciudad.
Una vibra densa aplasta a quienes nos detenemos ahí. De pronto me vienen a la mente las imágenes que vi hasta el cansancio en noticieros, las crónicas que leído sobre la masacre ocurrida en el concierto de Eagles of Death Metal y reviví la tristeza que sentí al enterarme de la magnitud de los ataques en París del 13 de noviembre.
Rodeo el lugar y paso por el pasaje Saint-Pierre Amelot. Fue en esa calle fue donde muchos de los asistentes al concierto intentaron escapar desesperadamente. Ahora la calle luce abandonada, casi desértica, como si ya no hubiera lugar para nada más en esos metros solitarios, pues toda la atmósfera se encuentra llena de dolor y sin cabida para nada más en esa densidad.
Reconozco que me quebré. No me hizo falta haber estado ahí en el momento de los atentados ni ser francés para sentir empatía y entender un poco del dolor que sigue viajando en el aire parisino. Hice una plegaria, acaricié una de las flores y me fui caminando en silencio.
Pese a todo levantarse
París sigue en pie, eso es innegable. Después de varios días en la ciudad comprobé que la esencia de la ciudad sigue intacta. Frecuentemente en el metro y en las calles me topaba con musulmanes, para mi tranquilidad comprobé que la mayoría de la población no hace distinción con ellos ni los discrimina. La vida nocturna continúa y las calles no dejan de tener una importante afluencia de visitantes de todo el mundo.
Una tarde pasé por un campo de refugiados. De nuevo me topé con una sensación de dolor, aunque ahora el golpe emocional no era por el recuerdo de unas víctimas de los atentados sino el drama humano por el que estaban pasando esas personas que tuvieron que dejar su hogar para buscar, no ya un futuro mejor, sino solamente un futuro.
Las cicatrices son marcas de heridas que difícilmente desaparecen pues su función es la de recordarnos un evento traumático. Algunas sanan (Le Carillon); otras siguen doliendo (Bataclan), y otras permanecen abiertas, al rojo vivo y corren el riesgo de empeorar (los refugiados).
Por @gabrielrevelo