Cuando uno piensa en accesorios para su auto, normalmente lo primero que se visualiza son cámaras, navegación satelital, llantas, estéreos, rompevientos y hasta un claxon que suene como el grito de Tarzan. Hasta ese punto conservan un toque de normalidad. Pero, ¿qué pensarían de agregar un lanzallamas a su auto como un mecanismo de defensa anti-robo?
Si saben a lo que nos referimos, entonces entienden que ese aditamento es muy poco común en un vehículo (a menos que fueras Batman o el Avispón Verde), por no decir imposible de implementar. Pero, aunque les vaya a sonar como una locura, tal cosa era totalmente legal en Sudáfrica.
Parecerá que estamos mintiendo pero no es así. En el mágico año de 1998, un sujeto conocido como Charl Fourie tuvo la maravillosa idea de que los vehículos en Johannesburgo debían poder despedir llamaradas para calcinar a los criminales, así que creó un dispositivo conocido como Blaster. El índice de robo de autos era tan grande en esos tiempos que la gente simplemente compraría lo que fuera con tal de evitar ser una víctima más. Por eso es que se puso tan de moda.
Así fue como por $3,900 Rands sudafricanos ($650 dólares), uno podía disfrutar de un sistema de seguridad que, según las mismas palabras de su inventor, “no era letal, pero podía dejar ciego a cualquiera”.
No conocemos todos los detalles acerca del Blaster. Sólo sabemos que la instalación incluía una boquilla en cada puerta del vehículo, la cual iría conectada a un tanque de gas ubicado en la cajuela que sólo podía ser activado al encender un interruptor y oprimir un botón que se encontraba cerca del acelerador. En caso de que algún asaltante llegara a buscar problemas, sólo haría falta accionar el mecanismo para hacerle sentir lo que las hormigas cuando sucumben ante el poder del sol bajo una lupa.
¡Ideal para el Estado de México!
Como último detalle a mencionar, el buen Charl logró vender un par de cientos de estos dispositivos antes de que fueran descontinuados. Se dice por ahí que aún hay lugares en Sudáfrica donde pueden instalar un lanzallamas en un auto si se paga el precio adecuado. Lo cierto es que son sólo rumores y no hay manera de probar su legitimidad.
Así que ahí tienen, señoras y señores, un gran ejemplo de que el mundo de la ficción y la realidad pueden mezclarse de una manera fantástica y al mismo tiempo peligrosa. La única pregunta que queda flotando en nuestra mente es: ¿cómo se cubrían los casos de explosión en caso de que el Blaster fallara?