La Ciudad de México tiene tantas atracciones que a veces pasamos por alto algunos de sus sitios más asombrosos. Un ejemplo de esto es sin duda el Centro de Tlalpan, un espacio repleto de espacios asombrosos como la misma Casa Frissac.
Hablamos de una mansión ubicada exactamente en el plaza de la alcaldía de Tlalpan, cuya arquitectura es simplemente asombrosa. Paredes de colores, techos altos, un jardín espectacular y decenas de cuartos iluminados por ventanales gigantes, que en estas épocas se han convertido en salas de exposiciones .
Pero además de su importancia estética, esta casona de principios del Siglo XX fue el testigo de la historia de amor entre el ladrón más famoso de México y Matilde de Frissac una bella aristócrata que se enamoró de Chucho por su corazón noble y estuvo dispuesta a dejarlo todo por él.
A propósito de lo anterior, aquí les dejamos algunas razones para que este fin de semana se dirijan al sur de la Ciudad de México y conozcan estas y otras atracciones de una de las alcaldías más viejas que hay en la capital.
Los primeros días de la Casa Frissac
Este inmueble se edificó hacia finales del siglo XIX gracias a Don Jesús Pliego Frissac, un terrateniente dueño de numerosas hectáreas en la zona y presidente de la alcaldía, que quería hacerse así mismo una mansión afrancesada, al más puro estilo del resto de las construcciones durante el porfiriato.
El arquitecto encargado de la creación de esta casona no fue otro que el gran Antonio Rivas Mercado, que entre otras obras hizo el Palacio Municipal de Tlalpan y por supuesto el Ángel de la Independencia.
Para este inmueble en particular “El oso”, como le decían, diseñó una casa familiar blanca, de fachada rojiza, rodeada de columnas y diminutos cristales circulares. Repleta de muros amplios, ventanas grandes que pasan toda la luz natural de la Ciudad de México, un jardín kilométrico en la entrada y otro detrás.
La familia Frissac se instaló ahí durante un tiempo considerable, no obstante tras el inevitable estallido de la Revolución tuvo que mudarse y la casa quedó abandonada durante décadas, hasta que fue adquirida por la familia del ex presidente López Mateos.
Después la casa Frissac se convirtió en la cede de una escuela bilingüe y por ahí de los años ochenta el gobierno la expropió y se transformó en parte del Patrimonio Cultural e histórico de la Alcaldía de Tlalpan.
Chucho el Roto y Matilde
Este relato de amor nació gracias a Matilde de Frissac, la sobrina de un acaudalado banquero, que tras conocerlo en las calles de Tlalpan quedó totalmente enamorada de Jesús Arriaga cuyo famoso apodo era Chucho el Roto.
Dicen que la pareja mantuvo relaciones secretas en el inmueble, por la noches el ladrón se cruzaba la barda y se escabullía al cuarto de la aristócrata. Muy pronto se embarazaron y aunque querían casarse, el tío de Matilde lo impidió.
Mandó a la cárcel a Chucho, que a los pocos meses escapó y como venganza comenzó a robarle a los ricos para darle a los pobres. Así nació la leyenda. Se dice que la policía lo encontró, lo mató y cuando llevaron féretro a Matilde, ella solo encontró piedras.
La casa Frissac en la actualidad
Debido a su arquitectura y a su importancia histórica, en 1986 este inmueble fue incorporado al Decreto de Zona de Monumentos, una iniciativa dedicada a proteger aquellos espacios que tienen una relevancia en nuestra esencia nacional.
Asimismo, desde el 2000 la Casa Frissac recibió un nuevo nombre, el Instituto Javier Barrios Sierra, en homenaje al antiguo rector de la UNAM.
Actualmente la casona sirve como un centro cultural, en el que cada tanto hay exposiciones itinerantes de artistas mexicanos y todas las semanas se imparten talleres de diferentes tipos como impresión y grabado, dibujo con modelo desnudo.
La dirección: Plaza de la Constitución 1 esq. Moneda. colonia Centro Histórico. Entrada libre