Sí, esa calle antes era un río y sí, ese edificio fue una tienda de abarrotes en el que estaban dos mujeres quejándose de los animales de su vecino. En el caso de la Ciudad de México es correcto afirmar que nuestro presente es tan transitorio como las nubes.

El horizonte arquitectónico y cultural de nuestra urbe ha cambiado tantas veces que es normal olvidar dónde empezó todo. Las esquinas, las banquetas y por supuesto las colonias son el invento reciente de los hacedores de mapas y de los entusiastas de sustituir parques por pavimento en nombre del desarrollo. Un ejemplo claro de esto es la Colonia Portales. 

Hablamos de una colección de arterias en la Benito Juárez que sufrieron de cerca ese instante (un poco trágico) en el que los pueblitos lejanos de la periferia se unieron a la ciudad. 

Mapa: Archivo Histórico de la Ciudad de México

Haciendas y establos en la Colonia Portales 

Esta historia empezó a contarse hace 250 años en la Hacienda de Nuestra Señora de la Soledad de los Portales. Un terreno inmenso plagado de huertos y establos que perteneció a Manuel Sánchez de Tagle; poeta y redactor del Acta de la Independencia.

En 1888 la hacienda cambió de dueños. Los nuevos propietarios trazaron calles, parques, viviendas y se dedicaron a surtir de comida a los pueblos de aledaños. El progreso iba para adelante hasta que irrumpió el siglo XX y la Revolución Mexicana. Uno de los primeros visitantes célebres de la Portales fue Zapata que llegó en caballo y generó un gran caos. 

Fotografía: México en el tiempo

La Portales, un paraíso para ver el campo 

Antes de los edificios, La Portales era un área profundamente verde, algunos cuentan que en su momento, Carlota pasó por ahí y le pidió a los conductores de su carreta que se detuvieran. Se bajó a caminar en medio de la naturaleza y entró a la iglesia de San Simón ha tomar una misa. Nunca regresó. 

También se dice que la actividad favorita de Vicente Guerrero era ir cerca de la hacienda a acostarse debajo de las copas de los árboles y jugar al trompo. Entre el silencio, aquí recordaba que a pesar de todo era un hombre de campo. 

Fotografía: México en el timepo

La Portales, estaba tan lejos del centro que sus alrededores se llenaron de casas de campo y de retiro. Quizá por eso aquí se abrieron los primeros moteles de la ciudad; ahí entre los árboles se inauguró El Silencio que abrió la tradición de edificar hoteles de Tlalpan. 

Mercado de la Portales 

Antes, a unas cuadras del mercado que todos conocemos, había un tianguis de estaba hecho de madera. Algunos cronistas sugieren que este recinto se incendió por un accidente en un puesto de carnitas, aunque esta es sólo una hipótesis. Lo que sí es una certeza es que en las vecindades que han sobrevivido el tiempo todavía se pueden hallar vestigios de esta plaza comercial; de hecho se ven los rieles en el piso. 

Más tarde, un 10 de agosto de 1957 se abrieron las puertas del famosísimo Mercado Portales. De aquellos días todavía quedan algunos puestos de birria y de tamales que se han convertido en leyendas culinarias del barrio. Ahí nació la tradición de los esquimos; esas bebidas heladas vertidas en un vaso de plástico, que enaltecen el rompope. 

Fotografía:México en el Tiempo

La Colonia Portales de Carlos Monsiváis 

De todos los habitantes ilustres que vivieron en la Portales, quizá el más entrañable fue Monsiváis. Llegó a la colonia una tarde los años treinta en un camión desvencijado que contenía sus pertenencias y la de su familia. Venían del centro profundo, de la Merced, a buscarle una nueva cara a la ciudad, nunca más se fue.

Ahí en el número 62 de la calle San Simón, el intelectual vio pasar la vida. De sus ventanas se asomaban 13 gatos; se les veía andar entre un texto irónico de la época de oro del cine y los recortes de periódicos que estaban en el suelo. 

Su presencia fue tan entrañable, que el día de la muerte de Carlos, un vecino escribió:

“En este barrio nos sentíamos importantes por tu existencia.”

Quizá no hay nada que explique mejor a la Portales.

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