Existen algunos lugares tan icónicos que se vuelven parte de los que somos, como individuos y como ciudad. Tal es el caso de El California Dancing Club, un salón de baile  que ha sobrevivido todo; temblores, pandemias, buenos y malos bailarines y al menos tres generaciones de entusiastas de la música y el movimiento. 

Ubicado en Calzada de Tlalpan 1189, en el corazón de La Portales, este establecimiento ha sido la casa de cientos y cientos de personas que viven para el baile. No sólo eso, sino que incluso ya hizo su debut en el cine gracias a ‘Bardo’, de Alejandro González Iñárritu.

Fotografía: Faceboock

Esos seres para los que la pista es el pretexto para revivir los viejos (y mejores) tiempos. Ropa elegante, zapatos boleados, encajes, plumas, escotes y los mejores pasos. 

También conocido con El Califas, gracias a la presencia misteriosa en su publicidad de un hombre con turbante, el California desafía en sí mismo la idea de diversión.

Aquí todos son bienvenidos porque no se vende alcohol; desde un niño hasta un anciano, de cualquier alcaldía y extracto social, el que quiera sacudir el esqueleto será recibido con los brazos abiertos. 

Fotografía: Faceboock

Y es que tras décadas y décadas en el caótico mapa cultural de la CDMX, este salón se ha convertido en un sitio obligado para los expertos urbanos. Tanto así que incluso forma parte de Bardo la más reciente obra de Alejandro González Iñáritu.

Pero empecemos por el principio… 

La inauguración del California Dancing Club 

El salón de baile abrió sus puertas en 1954. Desde esa primera noche los primeros bailarines estaban deslumbrados, no sólo por el cartel destellante, de color anaranjado de la entrada, sino porque se edifico sobre las ruinas de un cine de lujo antiguo, llamado El Gran Bretaña. 

De su pasado cinematográfico, el salón conservó el piso de mármol, las paredes de madera, algunas butacas y unos espejos de pies a cara que por algún motivo eran perfectos para que los bailadores se vieran discretamente. 

Fotografía: Twitter

Durante su inauguración participaron grupos icónicos de la movida musical de los años 50. Bandas que se habían consagrado gracias a la W –la radiodifusora que hacía famosos a los famosos– como Larry Son o la Orquesta Doble de Alfredo Castañeda. 

Para entrar los caballeros de sombrero y trajes de sastre pagaron tres pesos y la remilgadas mujeres, con todo y vestidos y faldas debajo de las rodillas, 50 centavos. El resto es una leyenda. 

El dancing club del siglos XXI

El California Dancing Club sobrevivió de década a década hasta llegar al siglo XXI. En estos tiempos el salón representa la vida de los que van todas las semanas, los lunes o los viernes. 

Mujeres y hombres que conocieron a su pareja ahí y formaron una familia. Descubrieron en la pista esa sensación hipnótica de corazón acelerado, luz suave, y música. Ahí, frente a una banda simplemente encontraron la felicidad. 

Fotografía: Faceboock

En estos tiempos el Califas es también una escuela de baile, que le enseña a los nuevos sobre danzón, mambo, cha cha cha, swing, salsa, cumbia, y hasta un poco de rock. El que se anime, además, descubrirá la mítica del baile y sabrá lo qué es deslizarse en ese piso de mosaico, en particular. 

El California Dancing Club de Alejandro González Iñárritu 

Tras una carrera de éxitos con unos cuantos Óscares, Alejandro González Iñarritú regresó a México para filmar su nueva película, Bardo, falsa crónica de un puñado de verdadesUna cinta en la que explora la atmósfera corrupta de los años 80 

Protagonizada por Daniel Giménez Cacho, esta cinta se centra en Silverio, un documentalista que tras ganar un premio, regresa a México para rememorar su vida y encontrar un nuevo rumbo. 

Fotografía: Getti Images

Para su realización participaron más de 400 extras y se escogieron algunas de las locaciones más icónicas de la capital, tales como: el Centro Histórico, el Castillo de Chapultepec y por supuesto el California Dancing Club. 

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