México es el país con más estrés laboral en el mundo, con afectaciones a casi un 75% de su población trabajadora. Estamos hablando de que 8 de cada 10 personas viven estresadas o con cansancio ocupacional y que posiblemente piensen que vivir así es normal. Cifras de la Organización Mundial de la Salud OMS nos colocan con el porcentaje más alto, por encima de países como China con 73% y Estados Unidos con 59%.

Desde 2019, la OMS reconoce el burnout como una enfermedad mental altamente discapacitante, asociada principalmente a la cronificación del estrés en el ámbito laboral o por motivos de trabajo.

¿Te suena? Seguramente sí, porque el estrés es una respuesta fisiológica ante ciertas situaciones, acontecimientos, eventos o momentos que nos generan tensión, ansiedad, emoción, miedo o nervios, pero, cuando este estrés se hace permanente desencadena otros trastornos mentales como ansiedad o depresión, además de un sinnúmero de efectos en el estado anímico y la salud física en general.

Existe una creencia generalizada que asocia al exceso de trabajo, estrés o presión con el éxito y en la mayoría de los casos nada tiene que ver porque si bien es natural en cierta medida, hablar de burnout es una enfermedad que implica grandes consecuencias para las empresas, empleados y para la sociedad. Algunas de las principales causas tienen que ver con la presión excesiva por parte de jefes y clientes, la falta de estabilidad laboral, cargas excesivas de trabajo, jornadas extenuantes o presiones económicas, entre otras.

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La Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que las pérdidas ocasionadas por el estrés laboral representan entre 0.5% y 3.5% del Producto Interno Bruto de los países. En México, las pérdidas económicas suponen entre los 5,000 y 40,000 millones de pesos al año. Esto se traduce en rotación de personal, ausentismo laboral por incapacidad, afectaciones en la vida personal y lo que creemos más importante es que desencadena un desorden en el equilibrio y balance de una población en proporción muy grande, porque detrás de una persona que vive en estas condiciones existen familias y entornos afectados colateralmente.

¿Qué implica vivir con burnout?

Aparentemente es normal, porque tendemos a normalizar todo. Desde el ámbito laboral, seguramente no existen condiciones óptimas que permitan el desarrollo pleno e igualitario de sus trabajadores y trabajadoras, en donde las condiciones de Seguridad Psicológica, diversidad e inclusión, tiempos razonables, liderazgo consciente, distribución de las cargas y responsabilidades sean justas y adecuadas.

Las consecuencias son altísimas para ambas partes: para las empresas representa un impacto en el rendimiento, la productividad, el compromiso, la motivación, la creatividad, el sentido de pertenencia y por tanto para las finanzas; pero para las personas, además de afectaciones monetarias, de tiempo y en su vida misma, se traducirá en un mayor riesgo de desencadenar enfermedades mentales muy serias como ansiedad o depresión; cardiovasculares como hipertensión o aumento en el riesgo de infartos; musculoesqueléticas como dolor muscular debido a tensión; trastornos severos del sueño y, en términos psicoemocionales también se aumenta el riesgo de depender de sustancias como alcohol, tabaco y otras drogas para “alivianarlo”.

A pesar de que el estrés es hoy una nueva forma de vida para muchas personas, vivir con estrés crónico no es normal, además de ser la posible antesala de episodios y pérdidas muy lamentables que sin duda podrían evitarse.

La Academia Americana de Neurología mostró que las personas con trabajos demandantes aumentan más de un 50% sus probabilidades de sufrir un evento vascular cerebral. También, la OMS ya ha advertido que entre 21 y 32% de casos de hipertensión en América Latina se relacionan con trabajos muy demandantes y con pocas posibilidades de controlar estas demandas.

Ante estas cifras y si México encabeza la lista de estrés laboral en el mundo, entonces el campo de acción es enorme y va mucho más allá de la NOM-035 que entró en vigor desde 2018. Nos referimos a la necesidad de transformar la visión del trabajo y las relaciones laborales hacia formas más humanas, conscientes, democráticas y por supuesto horizontales, en donde cada miembro de una organización sea importante no solo por su rendimiento, sino por el valor de su potencial como ser humano.

Uno de los efectos más importantes de la pandemia se refleja en las nuevas formas, lugares y cargas de trabajo; la combinación de roles entre lo laboral y cuidados del hogar, además de la crisis económica, pérdida de empleos, bancarrotas, negocios que han tenido que cerrar, además de la crisis global, repercute directamente en la incidencia de nuevos factores detonantes de estrés laboral, de ello tendremos que estar muy atentos porque la huella psicológica que nos ha dejado ha sido y seguirá siendo un reto permanente.

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Dignificar el trabajo es una tarea diaria, pero va para ambas partes. No basta con capacitación en liderazgo constructivo, se trata de cambiar toda una forma de pensamiento en donde se revalore al empleado desde la relación jerárquica, pero también desde su parte individual. Es decir, que para cambiar estas cifras de estrés y burnout se necesitan formas gerenciales más sanas, pero también herramientas de autocuidado que impacten en la concepción que tenemos de nosotros mismos, nuestras capacidades, nuestras limitaciones y la congruencia con nuestras aspiraciones, realizaciones, formas y motivaciones.

El doctor Roberto Albarrán, especialista en psiquiatría, nos lo define de manera clarísima: “los trabajadores con ‘burnout’ y poca motivación tienen como origen un líder con la misma situación y con mal manejo de su inteligencia emocional. Es importante saber distinguir entre manías, caprichos, de problemas reales de salud mental como la depresión o la ansiedad”.

Y nos comparte algunas claves básicas para identificar cuando alguien a nuestro alrededor o nosotros mismos estemos en una situación de estrés.

Existen una serie de señales tempranas de advertencia ante las que debemos estar alerta. Algunas de ellas son: mala memoria o concentración, falta de compromiso social, menores niveles de energía… Si vemos que el comportamiento de un empleado está cambiando, puede que sea causado por una enfermedad mental que haya que tratar y atajar”.

Además de las señales que nos comparte Roberto y los efectos físicos palpables, algunas claves importantes para identificar de manera oportuna son: la irritabilidad y el enojo constantes, la pérdida de interés en torno al trabajo o al revés (la exacerbación por el mismo), falta de concentración y energía, disminución en las tareas que antes se realizaban de manera óptima, trastornos constantes del sueño, baja en la calidad del desempeño, distracción constante y una que es de mucha atención es que derivado de todo lo anterior, podemos llegar a poner en riesgo la vida a partir de accidentes, lesiones o hasta pensamientos suicidas.

Por esto y mucho más, te invitamos a cuidarte y a cuidar de tu equipo de trabajo, que al final, nada sería posible sin las personas detrás de cada micro, pequeña, mediana o gran empresa u organización.


Mafer Olvera y Paola Palazón Seguel son creadoras de SIKI y Ser Mamá Hoy, plataformas de bienestar emocional y promoción de la salud mental. Mafer es creadora del modelo Hospital de las Emociones, consultora en juventudes y salud mental,  y Paola es autora, emprendedora, consultora y creadora de proyectos de bienestar emocional.

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