Gracias a una investigación que llevó a cabo el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) junto al Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM, 55 mil 69 placas calcáreas de carbonato de calcio que pertenecían a los endoesqueletos de estrellas de mar fueron reconocidos en 20 ofrendas del Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan… y ahora se sabe a qué especie pertenecían.
Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor (PTM), los investigadores del ICML, Francisco Solís Marín y Carolina Martín Cao Romero, y la bióloga Belem Zúñiga Arellano del PTM, anunciaron el descubrimiento durante una conferencia de prensa que se llevó a cabo dentro del marco del ciclo Templo Mayor. Revolución y Estabilidad.
La tarea no fue nada sencilla, pues los esqueletos hallados no estaban completos y tuvieron que separar por tamaño y forma cada una de las 49 mil 633 placas que se encontraban en el campo. Casi casi como un rompecabezas gigante.
Para identificar la especie a la que pertenecían las estrellas de mar, Carolina Cao explicó que tomaron ejemplares modernos que se encontraban resguardados por la colección de equinodermos del ICML. A éstos les quitaron la piel en un laboratorio con el objetivo de poder ver sus esqueletos y compararlos con los que encontraron.
De esta manera fueron reconocidas 6 especies de estrellas de mar: Luidia superba, Astropecten regalis, Phataria unifascialis, Nidorelia armata y Pentaceraster cumingi son procedentes del océano Pacífico, mientras que la especie Astropecten duplicatus es del Atlántico.
De acuerdo a Arellano, los recolectores prehispánicos pudieron obtener estas estrellas de mar caminando en las playas y bucenado libremente.
La razón por la que eran usadas estas estrellas es porque, al ser animales exóticos, se colocaban en el fondo de las ofrendas para recrear el inframundo acuático de dioses como Tláloc.