Lo que necesitas saber:
Las vecindades se volvieron muy comunes en la capital mexicana en el siglo XIX y principios del XX. Estas son algunas que tienen las mayor antigüedad.
Vivir en una vecindad de la Ciudad de México era muy común durante el siglo XIX. La gente llegaba desde provincia para establecerse en la capital y así, casonas coloniales y mansiones del porfiriato se fraccionaban para darle hogar a las familias de la clase trabajadora que en su mayoría provenía de una vida en el campo. Aquí te contamos sobre cuáles son las vecindades más viejas de la CDMX.
Este tipo de viviendas se hicieron de lo más común en la zona centro, en sus alrededores y otras partes de la ciudad. Era normal que en las habitaciones fraccionadas de los antiguos caserones llegaran a vivir hasta más de diez personas. En las vecindades, todo el mundo se conocía y como sabemos, cualquier novedad, noticia o chisme se daban a conocer en los lavaderos y los niños jugaban felices en los grandes patios, entre la gente, los tendederos y toda clase de animales domésticos.
Las vecindades con sus habitantes marcaron toda una época. Entre los barrios y colonias donde abundaron este tipo de viviendas tenemos La Merced, La Lagunilla, Tepito, Santa María La Ribera, la Guerrero, San Pablo y también se hicieron comunes en otras ciudades del país. Esta costumbre continúa en algunos otros lugares como Peralvillo, San Antonio Abad o Mixcalco.
Las vecindades más viejas de la CDMX
Fray Bartolomé de las Casas 13, Tepito
Se le considera como la primer vecindad de la Ciudad de México. Está ubicada en el centro del barrio de Tepito, en la colonia Morelos y la casa que la aloja se construyó en 1713. En ella se filmó la película de 1976, “Chin chin el teporocho” dirigida por Gabriel Retes. La vecindad está frente al Deportivo Tepito y muy cerca de la plaza Fray Bartolomé de las Casas.
Hoy esta vecindad conserva sus lavaderos originales hechos de cantera rosa en los que las mujeres tenían que lavar de rodillas. Se le conoce como “La capital del cilindro” porque aloja al único taller de organillos de la CDMX, donde se rentan y reparan instrumentos para los organilleros que recorren las calles de la ciudad.
Manzanares 44, La Merced
Otra de las vecindades más viejas de la ciudad está en el barrio de La Merced, en el número 44 de la calle de Manzanares. Es una casa construida en el siglo XVI y según cuentan, sus muros están hechos con piedras originales de la Gran Tenochtitlan. Está a unas cuantas cuadras del mercado de La Merced y hoy sigue habitada, aunque el inmueble se encuentra muy deteriorado. Muy cerca de ahí, en Manzanares 25, está la casa que es considerada como la más vieja de la ciudad, que también llegó a funcionar como una vecindad.
No le faltan las accesorias en la parte de enfrente, además de los muchos puestos callejeros en su exterior. Se ha hablado de demolerla para construir un edificio de departamentos, pero sus habitantes y la gente de la zona ha solicitado la intervención del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para que se le dé al inmueble el reconocimiento que merece.
Peralvillo 15, Tepito
Primero fue una caballeriza y después un convento. En esta casa construida en el siglo XVIII, también en el corazón del barrio de Tepito, tenemos otra de las vecindades más icónicas de la ciudad y es considerada también como de las más antiguas, Cuenta con 144 viviendas diferentes en sus habitaciones de techos altos.
En ella se alojaba gente de todas las profesiones y oficios. El inmueble es protegido por el INAH desde 1981 y es famoso porque sirvió como locación para películas como “El quinto barrio” o “El Caifán del barrio”, protagonizada por Adalberto Martínez “Resortes” y Carmen Salinas.
La vida en la vecindad
Las vecindades forman parte de nuestra cultura popular. En ellas se vivía un ambiente muy particular lleno de música y colorido y forman parte del crecimiento urbano que continúa hasta nuestros días. La vida comunitaria era de lo más común a finales del siglo XIX y la primera mitad del XX.
Estas son las vecindades más viejas de la CDMX, pero hubo cientos de ellas que le dieron habitación a un sinfín de gente con sus áreas comunes, sus cuartos de techos altos y tapancos y sus típicos patios y escaleras centrales. Hoy continúan marcando el ritmo de la gran ciudad.