Antes de mal ejecutar el robo a un banco, el buen Lawrence Ripple dejó una nota en la que reveló que no decidió pasarse para el lado oscuro por el billete ni por la fama, mucho menos por querer emprender una tardía carrera delincuencial (el señor ya estaba pensionado)… sino porque ya nomás no lo satisfacía la vida hogareña: “prefiero estar en la cárcel que en casa”.
Con lo que no contaba el oriundo de Kansas City es que tendría una defensa por demás efectiva la cual hizo que el juez se mostrara indulgente y, tomando en cuenta su mayoría de edad (71 añotes), decidió sentenciarlo a seis meses de acogedor confinamiento domiciliario, los cuales aderezará con la dulce compañía de su esposa y 50 horas de trabajo comunitario.
La buena onda de la justicia se debió a que recientemente Ripple se sometió a una cirugía de corazón, la cual -según su abogado- lo dejó un tanto deprimido. No se sentía como antes: normalito. El leguleyo alegó que el robo del banco en realidad era un “grito de ayuda” del septuagenario… pero cuál, el señor no dejó de asegurar que en realidad se sentía muy bien. “Ahora me siento como yo mismo”, clamaba.
La petición para una sentencia indulgente fue apoyada por el vicepresidente del Bank of Labour, así como por el empleado al que el “asaltante” amagó al momento del fallido delito. Así, de pasar 3 años en prisión, don Lawrence se irá a disfrutar de aquello que tanto renegaba.
El castigo parece justo: de acuerdo con los reportes, Ripple consiguió salir del banco con 3 mil dólares, esto luego de asustar a un empleado con una nota en la que aseguraba tener un arma. Sin embargo, una vez que tuvo la billetiza en su poder, se sentó en el vestíbulo del banco a esperar que llegara la policía.
Para colmo de males, la esposa de este delincuente no salió como la de Javier Duarte, que nomás vio que al marido le cayó la justicia y lo abandonó a su suerte. No. Ésta amenaza con acompañarlo las seis largos meses que tendrá que estar encerrado en casita.