Una de las características más fascinantes de México es sin duda nuestra gran colección de vestigios arqueológicos. Tenemos desde bases piramidales mundialmente conocidas, hasta pequeñas estructuras que sobrevivieron en el tiempo, como es el caso de la pirámide de Ehecátl.
Se trata de una pirámide que vive sumergida entre el bullicio y el caos que todos los días ocurren en uno de los sitios más transitados de la CDMX, el metro Pino Suárez; una estación inmensa que tiene más de un color y que está una parada antes del Zócalo.
Esta pirámide forma parte de un centro ceremonial mexica y mide poco más de siete metros. De acuerdo a los arqueólogos se construyó en el 1400 y era una especie de templo hecho para rendirle ofrenda al dios del viento.
A pesar de su importancia y que el INAH la ha declarado como la zona arqueológica de menores dimensiones del país, este monumento pasa inadvertido para las miles y miles de personas que todos los días cruzan el transporte subterráneo sin si quiera voltearla a ver.
La pirámide de Ehecátl
La pirámide fue parte de un extenso centro adoratorio que había sobre la avenida Izazaga mucho antes de la colonia y que los españoles construyeran ahí sus palacios.
Al parecer, el sitio donde se ubica Ehecátl, formaba parte de una gran estructura arquitectónica hecha por los mexicas. En ella había algunas casas, escaleras y un corredor que conectaba diversas calzadas prehispánicas con Teotihuacán.
Ehecátl cuenta con una estructura circular que evoca a la deidad del viento. Tiene cuatro pisos y como dato curioso en su núcleo se encontró una escultura llamada “la monita” que, como su nombre lo indica, es la representación de una especie de chango monocromático que tiene puesta una máscara.
Hay que destacar que esta pequeña pirámide se descubrió apenas en los años 70, gracias a la excavación profunda que se hizo para construir el metro. Aunque el adoratorio mexica quedó muy afectado por la llegada del transporte, sí se conservó esta pirámide y todos los ornamentos que había dentro de ella.
¿Quién es ese tal Ehecátl, de la pirámide ?
En Náhuatl Ehecátl significa literalmente viento. Por eso en la cosmogonía mexica, se le dio este seudónimo a una de sus deidades más importantes. Un dios capaz de manipular el aire, traerlo cuando hacía falta para las cosechas y apaciguarlo cuando se salía de control.
Ehecátl era también una manifestación de Quetzalcóatl, por lo que era casi tan importante como la serpiente emplumada. Cuentan las viejas leyendas que se aparecía en el aliento de las personas y debajo de las nubes para llamar las lluvias en épocas de sequía.
Él fue el responsable de desordenar el universo. Con un sólo soplido puso en movimiento el sol y la luna y le limpió el cielo al gran Tláloc, para que pudiera caer la lluvia sobre la cosecha.
Además de sus poderes meteorológicos, esta deidad fue la que le trajo a la humanidad la posibilidad de amar. Según la mitología, el dio se enamoró de una humana y le regaló tanto el don de la pasión correspondida.
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Dicho todo lo anterior, nuestra recomendación es que cuando estén en Pino Suárez le den una visita a Ehecátl, quizá se apiade de nosotros y sople las nubes negras de nuestra vida.