Lo que necesitas saber:
La Semana Santa es una oportunidad perfecta para conocer el lado verde, e inadvertido, de la CDMX.
Más allá del caos, los coches y la contaminación, la CDMX ofrece una colección de paisajes verdes que son perfectos, no sólo para refugiarnos del calor de estos días, sino para respirar un poco de aire de puro. A propósito de esto, hemos buscado cinco jardines secretos para que la Semana Santa esté llena de vegetación.
Y es que además de ser hermosos, los jardines ayudan a mejorar la calidad de vida de las personas que, como nosotros, viven en las grandes urbes. Según algunos estudios, pasar tiempo cerca de la naturaleza es directamente proporcional a tener mejor salud física y mental.

Y aunque a veces parezca que la CDMX es sólo avenidas de concreto, la realidad es que en casi todas las alcaldías hay pequeños oasis inadvertidos que nos permitirán encontrar un poco de paz entre flores, plantas y el sonido discreto de los pájaros que van y vienen.
Estos espacios están llenos de especies endémicas, esculturas de otros siglos y una fantástica colección de fuentes que nos invitarán a comprender que lo mejor de esta ciudad no está en las cosas que vemos, sino en las que pasamos por alto.
Pequeña historia de los jardines en la ciudad
De acuerdo a su definición tradicional, un jardín es un terreno donde se cultivan toda clase de plantas con fines ornamentales. Su intención no es otra que embellecer y dar vida a un lugar específico.
Aunque en México existe una gran tradición del uso y siembra de las plantas, podemos decir que los jardines llegaron a la ciudad en la colonia. Se exportó la idea europea de los espacios públicos y se diseñaron áreas geométricas dentro de los recintos religiosos.

Más tarde, la llegada de Maximiliano y Carlota trajo de Austria a un grupo de naturalistas e ingenieros que se dedicaron a darle una nueva vida a las áreas compartidas. Fue gracias a ellos, por ejemplo, que se empezaron a sembrar árboles ordenados en las distintas arterias.

Finalmente, el porfiriato y la Revolución cimentaron la cultura de los jardines en la capital. En estos dos momentos históricos se crearon cientos y cientos de áreas verdes y se encumbraron personajes como Miguel Ángel de Quevedo, un ingeniero gracias al cual se incrementó 800% el área dedicada a los parques en la capital.
Cinco Jardines Secretos en la CDMX
Con esto en mente, aquí les dejamos algunos lugares poco conocidos que son sin duda el mejor plan para la Semana Santa.
La Fonoteca Nacional
Enclavada en la calle Francisco Sosa, la antigua casa de Salvador Novo tiene en su interior un jardín grande que es perfecto para sentarse en una banca de piedra a leer un libro y contemplar la tarde.

En este espacio hay cipreses, naranjos y otras especies que tienen más de cien años. Como característica única, el jardín cuenta con un sistema multicanal de audio.
Parque Masayoshi Ohira
Edificado para rendir un homenaje a la relación democrática entre Japón y México, este pulmón verde se inauguró en 1942 y desde el primer momento se le llamó la “Pagoda”, por su estructura roja característica de varios países asiáticos.

Las plantas y árboles de este jardín generan una atmósfera serena. Su pequeño lago en el interior y su portal estilo torii nos llevan al país del sol naciente sin tomar un avión.
Casa Jardín 17
Este anexo de la Casa de Luis Barragán, fue diseñado en el 2016 por el gran arquitecto Alberto Kalach.

Al más puro estilo modernista de Barragán, este jardín secreto de la CDMX es protagonizado por decenas de plantas, enredaderas y una fuente profunda que se limita por un gran muro azul.
Jardín Botánico de la UNAM
Afuera del Instituto de Biología, este oasis se abrió al público en 1959 con la intención de fomentar entre los estudiantes y los capitalinos, el conocimiento botánico.

Aquí encontraremos una muestra pequeña de la riqueza endémica del país. Recomendamos perdernos en su invernadero, plagado de vegetación típica de las selvas mexicanas.
Jardín del Museo Franz Mayer
Además de ofrecer estupendas exposiciones todo el año, este recinto colonial cuenta con un jardín protagonizado por una fuente central, que más bien parece una verdadera máquina del tiempo.

En este pequeño espacio, hay una fusión entre la arquitectura de la colonia y las plantas clásicas de la Ciudad de México. El lugar es perfecto para descansar del eterno ruido del Centro Histórico.