Por: Mafer Olvera y Paola Palazón Seguel

260 millones de personas en el mundo sufren algún trastorno de ansiedad. Sí, 260 millones representa la cifra de personas que han sido diagnosticadas y contabilizadas por los gobiernos de alrededor de 130 países del mundo y, por tanto, por la Organización Mundial de la Salud. Imaginen los otros datos de personas que no están incluidas en esta cifra y que han vivido o viven episodios de ansiedad recurrentes antes de la pandemia, durante y actualmente.

Todos, sin excepción, hemos sido testigos de las consecuencias, secuelas y alteraciones mentales y emocionales de este momento. Ya se han documentado científicamente los efectos adversos al sistema nervioso de quienes padecen o han padecido COVID-19, pero también entre quienes no se han contagiado. Y, lamentablemente, no son nada alentadores. En primer lugar, por el aumento en la presencia de distintos trastornos en más personas; en segundo, porque las personas, si no se tratan, se van acostumbrando a vivir en dolor, en preocupación, en miedo, en ansiedad, consumiendo sustancias, en fatiga, en insomnio o más; en tercero, porque el acceso a servicios de salud mental y bienestar emocional están muy fuera del alcance de todos; y en cuarto, y el más alarmante es que antes de la pandemia los países destinaban menos del 2% de sus presupuestos de salud al cuidado de la salud mental. Ahora imaginen, ese 2% ¿a cuánto se redujo hoy?

Ansiedad es lo primero que nos viene a la mente tan solo de pensarlo. Si partimos del hecho de que todos hemos sentido ansiedad de modo ocasional (ante un evento, una entrevista de trabajo, un primer día, las noticias, una cita romántica…) al menos en algún momento de nuestras vidas, entonces podemos decir que de los cerca de 7,500 millones de humanos que habitamos este mundo, prácticamente a todos nos ha tocado. El tema está entre quienes viven con algún trastorno de ansiedad permanente sin haber sido diagnosticados o tratados de manera profesional.

Es decir, que la dimensión del problema se ubica entre quienes han normalizado o aún no saben que tener constantemente miedo, sudoración, falta de aire, palpitaciones agitadas, pérdida de memoria, dificultad para dormir, diarrea, agitación, tensión o preocupaciones constantes, tal vez sea producto de algún trastorno de ansiedad y que no es justo vivir así porque es tratable.

¿Qué le pasa a nuestro cerebro cuando sufrimos ansiedad?
Foto: Freepik

La vida es estresante, cada vez más y lamentablemente nos estamos acostumbrando a vivir así. Es como si vivir en estrés fuera sinónimo de éxito o de mucho trabajo y por tanto buena vida, cuando es todo lo contrario. Precisamente uno de los precursores principales de la ansiedad es el estrés. Y así, como efectos encadenados, la ansiedad no tratada provoca en muchísimos casos depresión, y la depresión no tratada oportunamente, es causa, entre otras cosas, de miles de suicidios al año.

La ansiedad está tan presente en nuestra vida y entorno, que nos olvidamos de tratarla con seriedad.

La psicóloga y doctora en Ciencias en Investigación en Medicina, Pilar Meza, nos explica: “cuando hablamos de ansiedad, nos referimos a una respuesta fisiológica ante la percepción de una situación, como podría ser el estrés. Lamentablemente tendemos a minimizarla con patrones de conducta no saludables”.

Aquí queremos subrayar la palabra percepción, porque como ya lo hemos dicho en este espacio, la mente es única. Por tanto, la percepción en torno a cualquier persona, momento o situación así lo será. Lo que para algunos podría ser preocupante, para otros no, y así en todo. La presencia de algún trastorno de ansiedad o episodio de ansiedad, se origina en cada persona por motivos muy distintos.

Pilar Meza nos lo deja muy claro: “la ansiedad, como un sentimiento que provoca síntomas fisiológicos como nerviosismo, miedo, tensión, derivado de algún pensamiento de que algo malo puede pasar y que puede llegar al pánico es irracional y es producto de nuestra mente. El miedo en sí, no es malo, es un instinto, pero llevado a conductas no adaptativas, nos impide funcionar bien en nuestras actividades cotidianas”.

¿Qué le pasa a nuestro cerebro cuando sufrimos ansiedad?
Foto: Freepik

¿Qué le pasa a nuestro cerebro cuando sufrimos ansiedad?

En primer lugar, conocer nuestro organismo, nos da un margen de control. La ansiedad es un temor irracional ante una situación que es percibida como amenaza, a veces ni siquiera se trata de una amenaza real, pero nuestro proceso psicodinámico sí la cataloga como una amenaza real. Ante esto, nuestro cerebro percibe una condición amenazante y reacciona con respuestas físicas y psicológicas. El cerebro envía la información y el cuerpo se prepara para responder a esa amenaza, ya sea enfrentándola o huyendo. Se secretan neurotransmisores y hormonas,  principalmente adrenalina, que comienza a circular por nuestra sangre. Las pupilas se dilatan, la respiración se acelera, la sangre se concentra en los músculos, el estómago experimenta sensación de vacío y temor con desequilibrios gastrointestinales, entre otras, para así poder hacer frente a esa posible amenaza”.

¿Aparecen los mismos síntomas en todas las personas?

No, no siempre. Para diagnosticar algún trastorno de ansiedad se utilizan criterios diagnósticos que nos permiten observar los síntomas en cada persona, pueden aparecer todos o solo algunos. Estas reacciones fisiológicas pueden llegar a tal grado de pensar o sentir que podemos morir de un ataque al corazón. Por ello a las salas de urgencias llegan múltiples casos de ataques de pánico, que, cuando son recurrentes se diagnostican como Trastorno de Pánico”.

¿Cómo podemos tratar la ansiedad?

El foco rojo de la ansiedad se prende cuando ya no funcionamos, cuando nuestras reacciones no nos permiten adaptarnos adecuadamente a nuestra vida diaria. Todas estas alteraciones de la ansiedad se dividen en causas genéticas –ansiedad rasgo– (existen estudios que hablan de factores hereditarios)  y circunstanciales –ansiedad estado–, como podría ser algún episodio traumático, el abuso de sustancias o etapas de vida cruciales en las que la ansiedad funcional está presente. Como existen diferentes trastornos de ansiedad, debe tratarse de manera particular en cada persona. Hoy sabemos que, en casos recurrentes y prolongados, será necesario el uso de fármacos ansiolíticos y antidepresivos, que permitan controlar las sustancias que se liberan en el organismo. En estos casos siempre deberán estar prescritos y controlados por un profesional de la salud mental y deberá acompañarse de terapia clínica psicológica. Cuando la ansiedad se presenta de forma más esporádica y somos capaces de reconocerla existen técnicas de relajación como la respiración diafragmática, la meditación, yoga o poder vincularnos con momentos y pensamientos positivos, será de mucha ayuda”.

Sea cual sea el motivo por el cual te haya interesado esta muy breve explicación de la ansiedad, sus formas y diferencias, lo que más deseamos es que te provoque una reflexión y puedas ayudar a alguien o ayudarte a ti.

Hablemos de ansiedad, tratemos la ansiedad.


Mafer Olvera y Paola Palazón Seguel son creadoras de SIKI y Ser Mamá Hoy, plataformas de bienestar emocional y promoción de la salud mental.  Mafer es creadora del modelo Hospital de las Emociones, consultora en juventudes y salud mental, y Paola es autora, emprendedora y creadora de proyectos de bienestar emocional y espiritual.

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