No hay peor forma de iniciar el día que olvidando lo que íbamos a hacer, la frustración que esto genera nos puede arruinar el día. Ahora imaginen lo que las personas que sufren de Alzhéimer tienen que pasar todos los días.

Este terrible mal, afecta a millones de personas en todo el mundo, degradando la actividad cerebral y causando no sólo el dolor del enfermo, sino también de la gente que está a su alrededor y tiene que presenciar como la enfermedad consume lentamente a un ser querido.

Hasta el momento no hay una cura para este mal, pero al parecer esto podría cambiar en un futuro no tan lejano. Susumu Tonegawa, ganador del Premio Nobel de Fisiología en 1987, encabeza un estudio en el cual se busca aminorar los efectos causados por el Alzheimer.

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Antes de hablar de este estudio, es importante recalcar que este descubrimiento servirá para tratar los primeros síntomas de la enfermedad. Y es que en sus primeras etapas, el Alzhéimer produce la pérdida de la memoria a corto plazo, haciendo que los pacientes sean incapaces de recordar experiencias recientes.

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Sin embargo, el equipo de científicos del Instituto de Tecnología de Massachussets, ha logrado demostrar que esos recuerdos se forman y almacenan adecuadamente en el cerebro y el obstáculo principal está en recuperarlos.

Mediante el uso de la optogenética, se logró activar a las neuronas del hipocampo que contienen los recuerdos, haciendo que estos volvieran; básicamente porque existían, pero el cerebro no lograba acceder a ellos. Este experimento se llevó a cabo en ratones con las primera etapas de la enfermedad.

“Se trata de una prueba de concepto. Es decir, que incluso cuando un recuerdo parece haber desaparecido, en realidad todavía está presente. La cuestión es cómo acceder a él y recuperarlo.”

Además, el equipo liderado por Tonegawa halló que los ratones contaban con un mayor número de espinas dendríticas (prolongaciones protoplásmicas ramificada en las neuronas, por las cuales pasan los estímulos), que antes del experimento. Antes de ser sometidos a este tratamiento, los ratones poseían menos espinas dendríticas que en los ratones sanos.

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“ Es seguro que en el futuro se desarrolle una tecnología para activar con más precisión las células situadas en zonas profundas del cerebro, como el hipocampo o la corteza entorrinal.”

Pues como dice ese viejo adagio: Lo último que muere es la esperanza. Es posible que en un futuro se pueda tratar esta enfermedad o al menos sus primeras etapas. Un paso más para mejorar la calidad de vida de las personas.

Via: Muy Interesante

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