Cuando uno piensa en magia, la palabra “Abracadabra” se nos viene de inmediato a la mente. Desde espectáculos, películas y libros, este pequeño trabalenguas se ha convertido en parte del inconsciente popular y en sinónimo de magia.
Sin embargo, el origen de la palabra dista mucho de ser una idea fantasiosa, ya que esta era utilizada para intentar combatir a las enfermedades. Durante el Siglo 450 A.C., los romanos sufrieron de una plaga de malaria, a la cual se le adjudica un papel muy importante en el declive del gran Imperio Romano.
Pero como ocurría en aquellas épocas antiguas, los romanos nunca imaginaron que el mosquito era el transmisor de la enfermedad –ya ni hablemos de la existencia del parásito Plasmodium.
Para los romanos, la malaria provenía de una fuente mágica y como tal, debía de ser combatida de la misma manera. Una de las formas de combatir esta enfermedad, se encuentra en el texto médico del Siglo III, Quintus Serenus Sammonicus, en el cual se menciona por primera vez la palabra, “Abracadabra”:
Incribis chatae, quod dicitur Abracadabra:
Saepius et subter repetas, sed detrahe summae,
Et magis atque desint elementa figuris:
Singula quae semper rapies et coetera figes,
Donec in angustam redigatur litera conum.
His lino nexis collum redmire memento.
Estas instrucciones dicen que uno debe de escribir la palabra “Abracadabra” en un pedazo de papel y repetirla quitando la última letra en cada nueva línea hasta que solo quede la letra “A”:
Paso siguiente, se debía enrollar el pedazo de papel y envolverlo en tela, llevándolo colgando del cuello como si de un talismán se tratara, durante un periodo de nueve días.
Pasando este plazo de tiempo, el talismán debía de ser lanzado a un río cuya corriente fuera hacia el este. Pero si esto no funcionaba, Serenus recomendaba untarse todo el cuerpo con grasa de león.
¿Qué?
Claro, este no es el único origen que se le atañe a este hechizo. Algunos expertos lo encuentran en las expresiones hebreas, “Ab, rauch, dabar” (padre. espíritu santo, palabra) o “Abrai seda brai” (fuera espíritu maligno).
En fin, para nosotros resulta muy curioso que creyeran que con decir una palabra, las enfermedades podían ser prevenidas y en algunos casos, hasta curadas. Sin embargo, en aquellos tiempos antiguos esta era la mejor explicación que se podía dar.