¿Has pensado en lo que significa vivir o intentar vivir todos los días (durante un período prolongado) con tristeza cotidiana, sensación de desesperanza, fatiga, sentimientos de desamparo, pérdida de concentración para terminar cualquier tarea, apatía constante o hasta ganas de mejor desaparecer?
Así se vive la depresión, que en el mejor de los casos sea diagnosticada como leve o moderada y en los casos graves, requiera de hospitalización para evitar la muerte. Va mucho más allá de tener días buenos o malos; hablamos de un trastorno mental que afecta de manera integral a las personas; desde lo afectivo, mental, emocional, cognitivo o social, hasta las funciones vitales del organismo. Datos de la Organización Mundial de la Salud indican que aproximadamente el 5% de la población mundial vive con depresión, esto es que cerca de 280 millones de personas saben lo que implica trabajar, estudiar, ser madre o padre, amar o tratar de ser funcionales con una depresión encima.
En México, se calcula que 15 de cada 100 habitantes padece de depresión y la cifra podría ser mayor debido a la cantidad de gente que no es diagnosticada, según Alfonso Andrés Fernández Medina, subdirector de Información de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia (DGDC) de la UNAM.
Hoy sabemos que de una depresión sí te mueres y que todos somos vulnerables de padecerla en algún o varios momentos de la vida, lo que aún no comprendemos, y resulta muy oportuno reflexionar en un día como hoy, es qué hemos hecho como humanidad para normalizarla, sin tratarla; para evadirla con cientos de distracciones sociales; o ignorar por completo a las personas que la padecen. ¿Nos estamos acostumbrando o convirtiendo en una sociedad en depresión? ¿Cuáles serán los costos económicos y sociales a futuro, de no reaccionar de inmediato?
Empecemos por entender el problema, para ello platicamos con el Dr. Roberto Albarrán, médico mexicano especialista en psiquiatría, certificado por el consejo mexicano de psiquiatría y psiquiatra de campo en Médicos Sin Fronteras.
¿Qué es la depresión?
Es un trastorno mental muy común y grave que afecta nuestro modo de pensar y de sentir, debido a un estado de ánimo bajo y persistente la mayor parte del tiempo.
¿Cómo identificarla en nosotras y nosotros mismas y en las personas que nos rodean?
Al igual que otros trastornos algo que es muy importante para hacer el diagnóstico es que tenemos que hablar de una disfunción en diferentes áreas. En áreas laborales, en áreas familiares, sociales, en las cuales el estado de ánimo bajo interrumpe nuestras capacidades para hacer nuestras actividades cotidianas.
¿Cuáles son los síntomas?
Es un abanico muy grande de síntomas. Hay dos principales como la tristeza o el estado de ánimo bajo, éstos pueden estar acompañados de anhedonia, que es la pérdida de interés o a la pérdida de placer, para hacer actividades que seguramente antes disfrutaba la persona. Aunado a esos dos síntomas hay ideas de culpa, de minusvalía, de desesperanza, alteraciones en el sueño, insomnio o hipersomnia, cambios en el apetito, aumento o pérdida de peso. En general un enlentecimiento físico y mental, y en algunos casos, se puede acompañar de ideas suicidas, que clínicamente se considera grave.
¿Hay diferentes tipos o niveles de depresión?
Podemos hablar de algunos tipos, como la depresión unipolar o la depresión bipolar. La depresión bipolar es característica de personas que sufren de trastorno bipolar. Una depresión más profunda puede llegar al suicidio. Clínicamente hay niveles como leve, moderada o moderada-grave.
En algunas ocasiones los niveles leves y moderados pueden ser tratados con tratamiento o con hacer algunos cambios en el estilo de vida, principalmente la psicoterapia que ayuda muchísimo. Los niveles de depresión clínicamente graves, en algunos casos, ameritan un internamiento hospitalario para salvaguardar la integridad de la persona o incluso de terceros.
¿Hay tratamientos y herramientas que podamos utilizar para combatirla?
Van desde los tratamientos no farmacológicos, enfocados en las modificaciones y cambios en el estilo de vida hacia formas más saludables, como corregir los ciclos de sueño y de alimentación, ejercicio, yoga y la psicoterapia en sus diferentes modalidades, como la cognitivo conductual, que es la terapia que más evidencia tiene en el tratamiento de la depresión.
En cuanto a los tratamientos farmacológicos, utilizados para depresiones de moderadas a graves, existen muchos tipos de antidepresivos, cabe señalar que cada vez son más seguros porque no generan algún tipo de adicción o dependencia. Dependiendo el tipo de depresión y la gravedad, en ocasiones se requiere utilizar otro tipo de medicamentos, además de los antidepresivos como antipsicóticos o estabilizadores del ánimo capaces de ayudar en la sintomatología y estabilizar al paciente. Todo tratamiento deberá siempre llevarse a cabo de la mano de un especialista o profesional de la salud.
¿Cuáles son las implicaciones de no tratarla?
El no tratarla oportunamente conlleva que esa disfunción se agudice e intensifique y con ello el riesgo de generar un estrés importante, aislamiento, pérdida de interés y en algunas ocasiones el suicidio, que es una de las emergencias psiquiátricas más importantes.
Si la depresión se aproxima a convertirse en la nueva pandemia, como ha dicho la OMS, ¿qué hemos dejado de hacer cómo humanidad?
A partir del año 2023 la proyección es que la depresión se convierta en la enfermedad más discapacitante que exista y esto nos llevará a una pandemia con todas sus consecuencias. A pesar de que recientemente ha habido una apertura para estos temas, me parece que aún se siguen estigmatizando mucho los trastornos mentales. Es preciso normalizar la necesidad de acudir a una psicoterapia y preguntar más a las personas ¿cómo estás?.
Como humanidad hemos dejado de ser empáticos, nos hemos puesto como prioridad a nosotros mismos, sin pensar en los demás y en cómo poder ayudar a quienes lo necesitan.
El problema es tan complejo que requiere acciones inmediatas e integrales, que involucren a todos los niveles de gobierno y de la sociedad, empezando por mirarnos a nosotros mismos de maneras más sinceras y reales para afrontar cuando sea momento de hablarlo y pedir ayuda.
También, para poder mirar a los demás con más empatía, pero sobre todo, necesitamos reaccionar y exigirle mucho más a quienes toman las decisiones públicas, porque resulta inaceptable que menos del 2% del recurso en salud pública se destine a la salud mental y que al día de hoy y ante las secuelas de un virus tan agresivo al sistema nervioso como lo es COVID, nadie esté hablando seriamente de las secuelas mentales, emocionales y cognitivas que esta pandemia nos está dejando.
Sigamos hablando, sigamos reflexionando.
Mafer Olvera y Paola Palazón Seguel son creadoras de SIKI y Ser Mamá Hoy, plataformas de bienestar emocional y promoción de la salud mental. Mafer es creadora del modelo Hospital de las Emociones, consultora en juventudes y salud mental, y Paola es autora, emprendedora y creadora de proyectos de bienestar emocional.