“Durante el juego reina el entusiasmo y la emotividad, ya sea que se trate de una simple fiesta, de un momento de diversión, o de una instancia más orientada a la competencia. La acción por momentos se acompaña de tensión, aunque también conlleva alegría y distensión” Johan Huizinga. Homo Ludens


¿Por qué nos gustan los videojuegos? Esa es la pregunta que mucha gente que no es cercana a este tipo de entretenimiento se hace; sobretodo cuando se hace desde un punto de vista con prejuicios, donde se asume que los interactivos son cosas de niños o de gente que no es muy madura.

Sin embargo, el hecho de “jugar videojuegos” está lejos de esa categoría, pues responde a un impulso propio del ser humano. Nos gustan los videojuegos porque el juego (en toda la extensión de su concepto) es parte del desarrollo de una especie y pieza fundamental en la estructuración de una cultura o comunidad.

Eso es lo que asegura Johan Huizinga en su libro Homo Ludens, en el cual analiza la misma acción de jugar, llegando a la anterior conclusión; donde si no hay un desarrollo lúdico, no hay una evolución en la sociedad ni en el ser humano en sí mismo.

No sólo eso, señala que el acto de jugar es propio de los seres vivos en el reino animal; no hay una especie como tal que no tenga al juego como parte importante de su día a día.

El humano, desde que tiene conciencia de sí, ha jugado de distintas maneras; los mismos deportes o competencias de diversos tipos, no son más que juegos cuando vemos su forma más básica. 

Los videojuegos son sólo una extensión de esa misma pulsión primigenia que tienen los animales, y en específico el humano, de jugar. Señala Huizinga que es una acción donde el jugador se emplaza a un mundo ficticio (con sus propias reglas, tiempo y espacio) que nos ayudan a tener conciencia de nuestro entorno, obviamente él está pensando en un momento imaginario; para caer en la modernidad, un videojuego es ese imaginario vuelto tangible de cierta manera.

Aún más, la actividad lúdica es, tal vez, la única actividad realmente libre que tiene la humanidad, pues la hace por naturaleza. No es como el trabajo o el estudio, que son una obligación (aunque los mismos partieron, en su momento, de un juego). 

No es que los videojuegos sean una nueva forma de desarrollar la aptitudes humanas, sino que son parte de ese ya desarrollo ulterior que tiene lo lúdico, y es ahí donde reside su importancia y su gusto. De hecho, los mismos videojuegos partieron de un juego; el juego de un grupo de ingenieros por ver qué más se podía hacer en las primeras computadoras, además de servir para descifrar códigos, aplicaciones de gobierno y militares.

De ese juego, de ese “a ver qué pasa” surgió una industria, comunidad y cultura; tal y como lo menciona el filósofo de Países Bajos.

Así, a la pregunta ¿Por qué nos gustan los videojuegos? La respuesta es muy simple: Porque al ser humano le gusta jugar y no puede dejar de hacer, si desea seguirse desarrollando.


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