¿Cuál es el propósito de esta vida sino amar? Navegamos entre las vicisitudes de la vida mientras buscamos a alguien con quién compartirlas. Ya saben, una media naranja, un alma gemela o nuestra otra mitad; aquella persona que, deseamos, nos acompañe en las buenas y en las malas, la salud y la enfermedad, la pobreza y la riqueza.
Algunos tienen la fortuna de encontrar el amor casi al primer intento mientras otros sufren las penas. Sin embargo, los poetas nos han enseñado que de amor nadie se muere, y eventualmente, uno encuentra lo que siempre anda buscando. ¿Pero por qué andamos así de cursis y ridículos?
Porque esta situación no aplica para todos. Al menos no para todos los seres vivos. Descubrimos que hay unos peces que de plano, si no encuentran a su pareja, sus probabilidades de supervivencia son nulas, pues mueren de hambre…. y por si eso fuera poco, mueren vírgenes. Hablamos de los diablos marinos negros y acá les contamos su trágica historia amorosa y sexual.
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Diablos marinos negros
¿Recuerdan la escena de Buscando a Nemo en la que Marlin y Dory deben escapar de un aterrador pez en un entorno oscuro y profundo? Pues bien, se trata de una especie del pez abisal conocidos como los diablos marinos negros, y cuyo nombre científico es Melanocetus johnsonii.
Son horribles, de verdad. Tienen unos ojos muy pequeños y una boca llena de enormes y afilados dientes que sirven para atrapar presas. Pero su característica más conocida, es una antena cuya punta se ilumina para atraer a sus presas. Esa antena que parece un foco, se construye a partir de bacterias bioluminiscentes.
Viven en la profundidad del océano. Y cuando decimos profundo, hablamos de que pueden deambular a tres mil metros de profundidad; es decir, en lo más oscuro y frío. Por lo que verlos, no es sencillo. De hecho, apenas en 2014 se grabó. por primera vez a un diablo marino negro en su hábitat natural (se encontraba a “escasos” 600 metros de profundidad).
Cuando los científicos los descubrieron y los comenzaron a estudiar, se sacaron de onda de que en realidad, parecían existir puras hembras. No había machos, o al menos no eran visibles hasta que se dieron cuenta de que no es que no existieran… sino que eran tan pequeños en comparación con ellas, que podrían ser descritos como sus parásitos. Y aquí es donde se revela la triste historia.
Los machos: verdaderos parásitos sexuales
¿Pero por qué parecía haber más hembras? Primero, porque son mucho más grandes que los machos. Pueden llegar a medir 20 centímetros mientras el macho es diez veces más pequeño. Por ejemplo, una hembra puede medir unos 18 centímetros y el macho apenas si alcanza los tres.
En segundo lugar están las habilidades de supervivencia. Las hembras son grandes cazadoras. Los machos, digamos que no pueden sobrevivir por sí mismos porque no saben cazar, y es justo decirlo, su tamaño tampoco ayuda en un espacio del océano en el que hay poca comida.
Esto reduce las probabilidades de sobrevivir de los machos, pues en la mayoría de los casos, mueren de hambre. Esa es la razón principal por la cual hay más hembras que machos. Y si eso no es lo suficientemente triste, los machos mueren sin haber probado las dulces mieles del amor; en otras palabras, mueren “vírgenes”.
Encontrar pareja no es fácil, eso lo sabemos todos. Pero para estos peces es peor; sin embargo, cuando la encuentran… viven el sueño. Primero la huelen, y ya que la tienen en la mira, la muerden para fusionar su cuerpo con el suyo. Puede sonar romántico, pero no hay nada más alejado a eso.
Lo que sigue es que algunas partes del cuerpo del macho como sus aletas, ojos y algunos órganos se deshacen, pues ya no los necesitan. Se quedan pegados por siempre y para siempre al cuerpo de la hembra, viviendo de ella: comen lo que ella caza, y navegan el océanos pegados a su cuerpo. De aquí que se les describa como parásitos.